La soledad lo consumía, nadie debería estar solo en navidad, menos un niño, cinco años tenía Arthit cuando sus padres murieron, una casa como la casa de sus padres le quedaba muy grande a un niño de siete años y su gruñona abuela, la soledad le calaba en los huesos y más en navidad.
Su abuela se negaba a festejar la navidad con él, ella reclamaba que su felicidad se había ido el día que enterró a su hija, tal vez la felicidad de Arthit también se fue cuando enterraron a sus padres.
Como cualquier niño la navidad era un época con mucha magia ante sus ojos, era la tercer navidad que pasa en completa soledad, un poco frustrado se comenzó a colocar sus botas de lluvia color amarillo, le encantaban esas botas, su tía Jira se las había regalado el día que cumplió siete años, ella le había contado como su padre había tenido unas iguales cuando niño y las increíbles aventuras que había tenido con sus mágicas botas amarillas, quizá, si las usaba en temporada navideña algo mágico de verdad podía pasar.
Con un bonito abrigo y unos guantes los cuales le quedaban un poco grandes salió de su casa, el patio estaba cubierto de nieve que parecía que había caído solo para él, o tal vez era así por las grandes paredes que separaban su casa de todo el mundo sin permitirle ver el exterior, ni que el exterior viera hacia el.
Su perro Titus también le hacía compañía, corriendo un poco para que el perro le siguiera el paso soltó una pequeña risa, le gustaba tanto pasar tiempo con Titus, el perro era grande y podía jugar un poco tosco con él sin preocuparse en hacerle daño.
De tanto jugar las horas pasaron de forma rápida, la nieve ya había entrado en sus botas, su abrigo estaba húmedo y casi perdió su función de calentarlo y sus guantes... la verdad no sabía dónde estaban sus guantes, en un momento del juego se le habían caído sin darse cuenta.
La luces de la casa se encontraban en su mayoría apagadas, lo que significaba que tal vez no habría cena, no le importó mucho, estaba acostumbrado a no cenar, las noches eran el peor momento de su abuela y él dudaba que ella se acordara de su existencia en las noches.
Con un sentimientos de soledad en el corazón se dejó caer a la nieve, Titus se acercó y le dio un beso en la mejilla, eso no ayudó nada, con cariño se abrazó al perro y soltó unas cuantas lágrimas, extrañaba a sus padres, extrañaba que lo abrazaran con amor, extrañaba que lo arroparan y jugarán con él en navidad, extrañaba ver un gran árbol lleno de luces y magia, extrañaba la rica cena de navidad y el chocolate caliente en compañía de sus padres.
Sus lágrimas tocaban la nieve y eran absorbidas, como si la nieve quisiera tragar su tristeza, con lentitud se comenzó a parar, si no tenía alguien que lo quisiera, tal vez era buena idea crear a alguien que lo amara.
Con sus pequeñas manos comenzó a moldear la nieve, Titus ayudo en mucho, el perro encontró para él un par de piedras, ramas y aun Arthit no sabe de dónde consiguió la zanahoria, pero lo importante es que la tenía, con movimientos delicados detallaba el muñeco, quería que quedara lo mejor posible, pero la magia sucedió cuando coloco la zanahoria para que formara la nariz del muñeco.
Con un brillo casi cegador el muñeco se convirtió en una persona más detallada, lo blanco de la nieve se tornó de un color canela y las ramas en brazos, un menos de un minuto un niño de su edad estaba parado frente a él, un niño moreno como la canela, delgado como él y vestía una gran chamarra que lo hacía parecer un oso.
Curioso Arthit se acercó y comenzó a analizar a aquel niño.
-Mi nombre es Kongpop- había dicho el niño, Arthit cayó de nalgas y comenzó a huir asustado, pero el muñeco de nieve lo detuvo -No te asustes- había dicho un poco bajo
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Soundtrack peraya.
Hayran KurguEsta serán historias aleatorias de Arthit y Kongpop. Y regularmente de Krist y Singto