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Narra Azadiel

Luego de un par de minutos, por fin llegó al edificio, aparco el auto en completo silencio, entro al ascensor presionando el último botón, en pocos segundos las puertas de esta caja metálica se cierran y comienza a subir, aún puedo sentir el dolor de esas palabras, Mice siempre ha sido una chica ruda, una demonio que le importa un carajo lo que digan de ella, me siento mal en saber que yo estoy provocando dolor en una persona que me dio todo.

Camino en silencio al bar, sirvo un trago y lo bebo de golpe, repito la misma acción por unas cinco veces, de lejos visualizo la silueta de mi humana viéndome.

— Hola —  la saludo con una sonrisa — ¿Qué haces ahí?  — la llamo con mi mano y ella accede temerosa.

— Perdón — murmura acercándose a mí —  creí que alguien había llegado y estaba en peligro — tomo su mano y la llevo al sofá.

— Estando conmigo jamás estarás en peligro — me siento y hago que se siente en mi regazo — nadie podrá dañarte — acarició su mejilla con la yema de mis dedos, en mi otra mano sostengo el vaso con el amargo licor que tanto amo.

— ¿Estás seguro? — responde de una manera tan suave y dulce, su mirada conecta con la mía y eso me encanta.

— Tienes mi palabra — beso su cuello — me encanta tu aroma — la escucho suspirar — es muy adictivo — me quedo en silencio unos segundos y vuelvo a los besos en su cuello — tú eres adictiva — bajo mi mano hasta su espalda.

Acarició su espalda baja mientras vemos televisión, su cabeza reposa en mi cuello y nuestros dedos están entrelazados, un momento jodidamente perfecto.

Su cuerpo estaba cada vez más relajado, su respiración era tranquila y ya no sentía el leve roce de sus pestañas en cada parpadeo, la tomo en brazos y camino a la habitación, en el pasillo puedo ver mi reflejo, ella está dormida en mis brazos. Sigo el camino con la imagen grabada, dejo suavemente su cuerpo en la cama viendo como ella se acomoda mejor sin abrir sus ojos, quito el traje y cambio esas prendas no adecuadas por una pijama, regreso a la sala para apagar el televisor y encender un cigarrillo, el sonido de mi móvil me hace gruñir.

— ¿Qué necesitas? — pregunto descolgando el móvil — Lucifer no estoy para bromas estúpidas — le reclamo a mi hermano.

— Prepara tus maletas que en un rato nos vamos para Rusia — suelto el humo —

— ¿Para qué?— cuestionó sin entender el viaje tan repentino — ¿Qué estupidez hiciste?— lo interrogó, con Lucifer todo puedo esperarme.

— No es nada malo, llevare a mi humana con su familia al parecer su hermano está por casarse — rodeo los ojos

— ¿Y yo qué vela tengo en ese funeral? — lo escucho suspirar intentado contener su molestia — es tu humana, no la mía —

— Azadiel, no estoy para tus relatos de idioteces, no quiero matar a nadie — apagó el cigarro en el cenicero y masajeó mi sien — necesito que vayas Azadiel, así nuestras humanas se conocen —

— ¿A qué hora es el puto vuelo? — pregunto irritado, aceptaré para evitar tenerlo como grano en el culo jodiendo para que vaya.

— El jet despega en un rato, te mando un mensaje cuando estemos llendo a la pista — bebo el último trago de mi whisky y me encamino a la habitación.

— Ahí estaré — cuelgo y guardo el móvil en mi bolsillo.

Conecto el móvil al cargador, lo dejo en la mesita de noche para recostarme en la cama, tal vez es bueno o malo pero, los seres celestiales jamás dormimos, estamos al pendiente de todo, incluyendo al diablo.

AdictivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora