Noches sin luna

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Corrió por las calles de Konoha; veloz.

Saltó un tejado tras otro.

Y se tropezó un par de veces, porque había tanto en juego, que no podía concentrarse.

Todo lo que necesitaba era avanzar, seguir, moverse...

y no dejarla escapar.

Esa pequeña nota era todo lo que le quedaba.

Y no podía permitir que se fuera, por un año, así como así.

No podía.

Un año era mucho.

Un año podía ser todo, pasar de todo.

Y ellos, aún eran nada.

Su corazón latió con fuerza, asustado; pero no permitiría que se fuera sin decirle algo, lo que fuera, con tal de que ella supiera que él estaría ahí, esperándola.

O que le permitiera ir con ella; eso sería mejor.

Pero las puertas de Konoha estaban frente a él, vacías.

Frías.

Y la larga noche sin luna comenzó.

Mierda.

"Sasuke,

Me voy de Konoha por un año, a una misión política con Kiba y Shino; como representante de mi clan.

Lamento no haber podido decírtelo en persona, pero no hubo tiempo, ni mucho menos momentos, mi cabeza estaba en otras cosas.

Solo me queda darte las gracias, por estar a mi lado, por acompañarme y escucharme; por ayudarme y estar pendiente.

Gracias por mostrar esta faceta tuya que no conocía, por permitirme ver que eres un hombre increíble, y un gran compañero; nunca olvidaré lo que hiciste por mi. Jamás.

Así que, por favor, sé feliz.

Y si alguna vez, hay algo que pueda hacer por ti, por favor, dímelo.

Con cariño,

Hinata."

Apretó los puños, frustrado; porque no lo había logrado. Porque llegó tarde, como siempre.

Porque otra vez, Hinata avanzaba lejos de él. Inalcanzable.

¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!

¿Qué era esa estupidez de ser feliz, si ella se iba?

¿Como iba a esperar un año sin verla? Si no había aguantado un mes sin buscarla cuando se separó de su amigo.

Y esta vez era peor, porque ahora él la amaba, porque ahora la distancia era más, y porque el tiempo se haría eterno.

Y Hinata podía elegir a cualquiera; mientras él no estaba para luchar.

Frunció el ceño y volteo hacia la aldea.

Porque ella debía volver, tarde o temprano.

Porque a pesar de todo el dolor que le provocaba su partida, sabía que ella guardaba un espacio en su corazón para él; pequeño y no lo que él buscaba, pero era algo.

Porque, a fin de cuentas, sentimientos como los que él tenía no podían pasar desapercibidos. Simplemente no podían.

La alcanzarían de una u otra forma, y cuando pasara; cuando ella volviera y lo viera, no la dejaría escapar tan fácilmente.

La luna y la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora