Inseguridades

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Eres bonita.

Pasaron algunos días desde la última vez que conversó con Sasuke y se encontró con Naruto.

Los suficientes como para que su corazón terminara de calmarse y volviera a ver las cosas como debieran ser; con tranquilidad y la cabeza fría.

Ya que, por mucho que su corazón siguiera perteneciendo a Naruto, ella no podría olvidar, ni regresar; la palabra amada ya no existía en su vocabulario.

Entre esos días, tuvo la suerte de ser llamada a una misión, en solitario; permitiéndole despejar su cabeza y enfocarse en otras cosas.

Partió feliz después de entregar su reporte ante el Hokage y recibir su dinero, porque ahora que vivía en su propio departamento, podría empezar a invertir en sus cosas. De hecho, aquella sería la primera noche.

Tal vez, podría comprarse algo de ropa; o algún dulce; o algún libro.

De todas formas, no tenía mucho dinero; dejar a Naruto y huir sin nada le había dejado en banca rota y tuvo que partir de cero.

Decidió alejar a su ex esposo de sus pensamientos y disfrutar su pago.

Caminó distraídamente por las calles de Konoha, que recién comenzaban a cobrar vida en esa hora de la mañana; lo cual era perfecto para ella, ya que no buscaba encontrarse con mucha gente.

Porque todavía no se atrevía a ver a sus conocidos, al menos, no a todos.

Todavía era duro, todavía quería huir; pero ahora podía caminar con la cabeza en alto. Digna, y sonreír de vez en cuando.

El viento frio golpeo su rostro con suavidad y sonrió al pensar que podría hacer un alto en su recorrido y pasar por un té.

Pero el fuerte ruido de una librería abriendo sus puertas de metal, captó toda su atención; se acercó, intrigada por que cosas podría ofrecer ese pequeño local.

Ingresó, y en primera fila, se alzaba un puesto de revistas y diarios.

Entretenida, ante la perspectiva de leer algo liviano y actual, se acercó a las revistas y se encontró con una sorpresa que no supo definir si era agradable o desagradable.

No importaba, realmente no importaba, porque sus ojos quedaron fijos ante la foto en la portada.

Ahí, en todo su esplendor y hermosura, una gran foto de Sakura e Ino en primera plana en una revista destinada a moda y belleza.

Ambas posaban en una encantadora imagen que sacaba lo mejor de ambas, como el perfecto ejemplo de una mujer, y destacando precisamente aquello: las kunoichis más bellas de Konoha, por votación popular.

Y fue en ese momento, en ese instante, en que las inseguridades la atacaron como cuando tenía diez años; aquellas que guardaba en lo profundo de su corazón.

Ino era despampanante, y no había dudas en aquello; sus ojos eran llamativos, su cabello largo y dorado, su piel perfectamente cuidada y su personalidad fuerte.

Sakura, era perfecta, siempre lo había sido; su cabello era de un color bonito y diferente, sus ojos complementaban, y eran de un verde tan vivo como la naturaleza, su cuerpo era proporcionado, y tenía aquel equilibrio entre inteligencia y fuerza. Era la aprendiz de un Sanin y ex Hokage.

Y fue inevitable que la comparación se hiciera presente; aún cuando intentara no hacerlo.

Porque Hinata Hyuga no era nada de aquello.

Nada.

Su cabello era de un color negro, común; sus ojos eran de un color blanco insípido y que muchas veces asustaba. Su técnica ocular no la ayudaba, porque esas venas no eran favorecedoras.

La luna y la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora