Hay veces que, aunque sea de día, la luna se deja ver en el firmamento.

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Hay veces que, aunque sea de día, la luna se deja ver en el firmamento.

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—Un momento, el Jefe de la Mafia... ¡Era el de abajo! —exclamó un muy confundido Atsushi cuando dejó de correr después de hacerse alejado lo suficiente de aquel edificio que lo había dejado con más traumas para su lista.

Estaba exhausto a causa de todo el día, pero eso no le impidió huir a carrera de allí.

Cuanto más lejos en menos tiempo mejor.

La Mafia nunca traía nada bueno consigo, y lo último que quería era toparse con cierta persona vestida de negro y humor de perros. Bueno,a fin de cuentas era el perro rabioso de la Mafia.

Negó consecutivamente mientras se daba palmadas en las mejillas.

No debía pensar en él. Es que ya el simple hecho de desembocar todo el problema en su persona le parecía masoquista.

—¿Él celebrará Navidad? —se preguntó, mirando el despejado cielo.

Se lo imaginó con un traje rojo con adornos en verde y una blanca e incipiente barba, bajando por la chimenea para dejar regalos bajo el árbol.

Sacudió la cabeza.

«No, no, así no»

No le quedaba el rojo, para nada; y no se quería imaginar cómo se vería su bestia negra —en este caso, roja y con lazos— si la activase usando aquellas vestimentas. Rió al imaginarlo atacándolo así.

Si él, Akutagawa, celebrase Navidad, definitivamente sería con su habitual abrigo negro, un gorro de igual color; su ceño fruncido y sus omnipresentes ganas de matar.

Parecería más un ladrón que la copia de Santa.

Soltó una carcajada. Varias personas giraron a mirarle extrañaras por aquel comportamiento en medio de la calle. No le importó, ya que era el primer pensamiento que rondaba alrededores del mafioso que lo hacía reír.

Un cálido y bonito pensamiento.

Su risa se fue disipando poco a poco, hasta quedar como leves suspiros intermitentes, para nada alegres, al recordar algo que le había dicho él en uno de sus tantos encuentros que terminaban en peleas por tomar su vida.

Su infancia.

Imaginó a un niño de negros cabellos decolorados en blanco hacia las puntas, acurrucado en una esquina, temblando de frío. Abrazaba a una niña que tiritaba incluso más que él. Ella con su abrigo. Él tratando de brindarle el calor que le faltaba. Parecían todo menos felices, luchando diariamente por mantenerse con vida el uno al otro, sin que más pensamientos se dieran el lujo de aparecer que el de ver qué conseguían para comer.

Se comparó a su yo y a su él, del pasado.

Tan solos y tristes.

Tan muertos y grises.

Eran más parecidos de lo que se negaban a admitir.

Ambos habían sufrido en un mundo sin color que parecía tenerles manía solo a ellos.

Pero la Agencia le mostró los colores; a él lo hizo la Mafia. Polos opuestos pero que solo los separa su propia espalda.

Miró hacia arriba otra vez.

La luna ya se podía observar en la celeste bóveda, como era usual en esos días de invierno.

«Cuarto menguante»

Mitad clara, mitad oscura, pero seguía siendo luna.

Perfecta para ellos.

Eran una luna cuarto menguante.

Si se topaba con él por la calle, entre esquivos y ataques, golpes y gritos, le desearía Feliz Navidad.




𝑴𝒆𝒓𝒓𝒚 𝑪𝒉𝒓𝒊𝒔𝒕𝒎𝒂𝒔 |❄︎| 𝐁𝐮𝐧𝐠𝐨 𝐒𝐭𝐫𝐚𝐲 𝐃𝐨𝐠𝐬 |❄︎| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora