reglas que acatar • 02

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El hyliano miraba de forma suplicante al adulto mayor, tenía lágrimas en los ojos, estaba desesperado, buscaba ayuda de quien menos se lo esperó.

El rey de las Gerudo observaba desde su trono, en compañía de su hermana menor y las soldados, quienes miraban atentas cada movimiento del adolescente, aunque fuera un “campeón” no se confiaban de él.  

— ¡Por favor, ayúdeme! —suplicó entre sollozos— Sé que los hylianos y los gerudo no nos hemos llevado bien en décadas, quizás siglos, ¡pero por favor! —se puso de rodillas, asombrando a las mujeres— ¡Ayúdeme, haré lo que sea, solo ayúdeme!

El monarca acariciaba su pequeña barba rojiza, pensativo. De cualquier forma, la princesa Zelda nunca fue de su agrado por ser la responsable del dolor en la tribu por varios años. Sin duda, la futura reina no sería nada sin su caballero, la deuda emocional se cobraría pronto.

Riju, su pequeña y hermosa hermana menor, miraba con tristeza al hyliano. No se imaginaba lo que debieron haberle hecho para que se viera tan desesperado por ayuda.
Miró a su hermano, suplicante, esperando hacerle decidir pronto que ayudarle era la mejor opción que podía tomar.

— Hermano... por favor —susurró la de cabellos rojizos y orbes zafiro—, ayúdalo —Ganon la miró por encima del hombro—. Si las situaciones estuvieran invertidas y él fuera el rey de Hyrule no dudes en que él te ayudaría.

El Gerudo conectó con la mirada del hyliano, sintiendo su dolor, intuyendo lo que pudo haber vivido con la rubia.

— Haz el bien sin mirar a quién —el pelirrojo abrió sus ojos de par en par, quedándose estático—. Es lo que decía mamá, cuando estaba viva.

Frotó sus sienes, recordando que su madre sentía a aquel “campeón” como un segundo hijo al que cuidar. Sí, íntimo amigo y protegido de su querida madre, ¿habría alguna otra razón para abrirle otra puerta más que la de la misma ciudadela?

— Accedo a ayudarte —responde con voz firme, logrando que su hermana sonría en lo que el rubio deja de llorar—, con la condición de que sigas mis órdenes.

— ¡Haré lo que sea! —se secó las lágrimas, poniéndose de pie— ¡Gracias, en verdad, gracias!

— No es nada —dijo, recargando su mejilla en la palma de su mano, mirándolo con afecto—, mi madre hubiera hecho lo que fuera por ti y sé que habrías hecho lo mismo por mí si ese fuera mi caso.

El de ojos zafiro se apresuró a correr hacia él para abrazarlo, pero fue abruptamente detenido por las soldados, las cuales frenaron su paso con las lanzas que poseían.

— ¡Nadie puede acercarse al rey! —exclamaron con fuerza.

El pequeño Link de hallaba sensible, pero entendía la norma pactada.

Sin embargo, la pequeña princesa hizo a un lado las armas para así tener un encuentro cercano con el de piel blanca.

— Bienvenido a la ciudadela, Link —musitó, alegremente, sabiendo que su hermano la miraba con un poco de enojo, ¿celos? tal vez.

Obey Me • GanLinkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora