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El profesor de pociones

Los alumnos señalaban a Harry por los pasillos. Irene y Ron, a su lado, veían la incomodidad del chico. Todos los alumnos miraban al chico fascinados. Lo cual hacía muy fácil que los chicos se perdieran.

En Hogwarts había 142 escaleras, algunas amplias y despejadas, otras estrechas y destartaladas. Algunas llevaban a un lugar diferente los viernes. Otras tenían un escalón que desaparecía a mitad de camino y había que recordarlo para saltar. Después, había puertas que no se abrían, a menos que uno lo pidiera con amabilidad o les hiciera cosquillas en el lugar exacto, y puertas que, en realidad, no eran sino sólidas paredes que fingían ser puertas. También era muy difícil recordar dónde estaba todo, ya que parecía que las cosas cambiaban de lugar continuamente. Las personas de los retratos seguían visitándose unos a otros, y los chicos estaban seguros de que las armaduras podían andar.

Los fantasmas tampoco ayudaban: atravesaban paredes de repente. Aunque, Nick Casi Decapitado (el fantasma de Gryffindor) les señaló el camino encantado. En cambio, Peeves, un duende, solo ponía dificultades. Como cerrar las puertas o poner trampas.

Aunque lo peor era Argus Filch, el conserje. Este tenía una gata llamada Sra. Norris, cada vez que la flacucha gata veía que se infringía alguna regla, iba en busca de Filch, que parecía tener muchas ganas de castigar a alguien.

Las clases no solo se basaban en agitar una varita y decir unas palabras, no, había mucho más. Astronomía, los jueves por la noche (para Slytherin), consistía en conocer la posición de algunos cuerpos celestes y también su movimiento. Tres veces por semana tenían herbología con la profesora Sprout.

La clase más aburrida por excelencia para todos los alumnos de Hogwarts era Historia de la Magia. Una asignatura, probablemente, muy fascinante, si no fuese por el profesor Binns, un fantasma que daba clases en Hogwarts estando vivo, murió durmiendo y siguió dando clases.

El profesor Flitwick era un brujo muy bajito que debía subirse a una torre de libros para dar clase. Este impartía la clase de encantamientos, una clase fascinante.

La profesora McGonagall era la profesora de transformaciones, muy estricta pero muy buena profesora. En transformaciones aprendían a cambiar la naturaleza de un objeto.

El profesor Quirrell, de Defensa Contra las Artes Oscuras tenía su clase llena de un olor a ajo permanente (aparentemente contra los vampiros).

- Hola chicos – les saludó Irene acercándose a ellos tras la llegada del correo del viernes (las lechuzas entraban por la ventana repartiendo paquetes o cartas) – nos toca clase de pociones juntos... ¿Vamos?

- Seguramente nos perderemos – comentó Ron.

- Nope, nuestra Sala Común está más o menos cerca y sé cómo ir.

- Genial – la sonrió Harry.

- Bien, vamos.

Los tres fueron a la clase riendo y entre bromas. Harry les contó que por la tarde iba a visitar a Hagrid, dijo que si querían podían ir con él. Ambos aceptaron.

El aula de pociones era fría y oscura, las paredes estaban llenas de pequeños tarros con animales y otras sustancias. Los tres se sentaron juntos, en primera fila, hablando.

- Esta aula llega a dar un poco de miedo – susurró Ron.

- Pues a mí me gusta, pociones me parece una asignatura increíble – respondió Irene.

Entonces, Snape entró y se dirigió a su escritorio.

- Soy el profesor Severus Snape – empezó el profesor de pelo oscuro y grasiento. Luego miró a los alumnos con sus ojos negros y luego a la lista que empezó a leer, deteniéndose solo en dos nombres.

La Piedra Filosofal, Un Relato En Hogwarts [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora