V.

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Minutos antes, Raúl estaba jugando a las cartas. Como están obligados a dejar el teléfono en la taquilla, decidió llevarse su álbum de Magic: The Gathering para crear y probar barajas.

Lo hizo a partir de la segunda o tercera noche, cuando vio que pasaban minutos interminables hasta que sonaba su centralita y que sus compañeros eran creativos, como Moha y sus libros, Lore y el tabaco, Sandra y su cuaderno o Javi y el maquillaje.

—Con-tou-ring —ve que Javi está explicándole a María, la nueva. Con Sandra riéndose detrás.

La pobre chica está en su esquinita al otro lado del pasillo, encogida en su silla como un ciervo asustado mientras Javi pretende enseñarle a la fuerza las ventajas de pintarse como una puerta.

Es un tío muy creativo, eso no se lo puede negar. Equipado con su neceser y la rudimentaria cámara frontal llamada espejo, ha conseguido crear entre llamada y llamada maravillas faciales dignas de una superproducción. De hecho, Raúl sabe que es lo que Javi hubiese querido. Ser maquillador profesional. Sabe que se sacó un par de cursos y que está pagándose el tercero, pero que no encuentra trabajo de lo suyo ni a tiros.

En realidad, siempre es la misma cantinela.

Todavía no ha conocido a nadie que sea teleoperador por vocación.

Tiene ocupado un cubículo situado al lado de otro sin ordenador. Esa mesa, la vacía, le va bien para situar el escenario de combate y colocar los dos lados de las cartas en perpendicular. Así, puede mover su silla y tener una visión amplia de la partida contra sí mismo.

Como un ajedrez, pero de frikis.

Está concentrado, pensando en cómo gastar el maná, cuando suena su centralita.

Se desliza a su mesa rápidamente gracias a que las sillas tienen ruedas y se aprieta la cara con las manos para despejarse de la partida y poder prepararse la llamada.

Es de ventas, así que los detalles son importantes para saber cómo abordar al cliente desde el principio. ¿Qué idioma pide? Castellano. ¿De dónde está llamando? Undefined. ¿Es un fijo o un teléfono móvil? Desconocido. ¿Qué opciones ha tocado en la locución antes de llegar al operador? N/A. ¿Está ya en la base de datos? ¿Su documento de identidad corresponde con una ficha de cliente?

Son ocho ochos y la ficha está en blanco.

—Buenas noches, le atiende Raúl, ¿en qué puedo ayudarle?

Esta vez, no hay silencio.

—¿Verdad o Mentira? —dice secamente la voz.

La incomodidad es inmediata.  El cerebro de Raúl no sabe distinguir el sexo de la voz y, además, sufre un microshock. Como siempre que un desconocido hace referencia a algo íntimo o que consideramos que no debería conocer, asumimos que no le hemos entendido bien. Que ha dicho otra cosa y hemos sido nosotros los que lo hemos asociado con algo conocido.

—¿Perdone? —pregunta Raúl.

—¿Verdad o Mentira? —repite la voz neutra.

Raúl se levanta de su silla. El cable de los cascos es lo suficientemente largo como para que no le moleste. Mira al otro lado del pasillo. Javi está maquillando a María y Sandra sentada detrás. David tiene la mirada perdida, por la ventana, debe estar en su descanso visual. Moha acaba de levantarse para salir detrás de Lore y Cristina... ¿Dónde está Cristina?

—No soy Cristina —dice la voz.

A Raúl se le hiela la sangre.

—Siéntate.

Primero duda. Después se sienta.

—¿Verdad o Mentira?

No sabe quién es. No reconoce la voz, tampoco le parece distorsionada. No sabe si es una broma, podría serlo, o también podría ser completamente en serio. No sabe cómo puede saber que estaba de pie, o que falta Cristina. Mira al techo y ve una de las cámaras. Tiene que ser por ahí. Tiene que estar viéndole desde esa cámara.

—Vale —responde Raúl, mirando a la cámara.

—He dejado inconsciente al vigilante de seguridad y lo tengo atado en un armario eléctrico. Tenéis algo que es mío y lo quiero recuperar. Quiero que en menos de diez minutos estéis todos juntos y que no llaméis a la policía. Si me hacéis caso, el guardia vivirá. Si no, será el primer cadáver de esta noche.

Silencio.

Raúl se ha quedado mudo y ha vuelto a mirar al monitor de su ordenador. La situación en la que se encuentra le parece tan surrealista que tiene una vocecita interna diciéndole que no puede ser real. No. Puede. Ser. Real. Tiene que ser Cristina. Estas cosas solo pasan en las películas. No. Puede. Ser. Real.

Pero... ¿y si lo es?

¿Y si la voz no está mintiendo y tienen algo que pertenece a un psicópata grillado de los que salen en las películas? Estas cosas pasan, ¿verdad? La realidad supera a la ficción y estas cosas pasan de verdad. Existen personas así. Existen los asesinos y los asesinos en serie. En Mindhunter salen unos cuantos basados en personas de verdad. Personas que mataron de verdad. Que están en la cárcel por hacer este tipo de cosas de verdad.

No. Puede. Ser. Real.

Pero... ¿y si lo es?

Si lo es, y no se lo toma en serio, podría estar poniéndose en peligro.

—Verdad —se decide Raúl.

—Buen chico.





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