Capítulo 8

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-Me estoy hiperventilando… - Dije jadeante. Una vez que había llegado con el Calvito a mi sesión de los Viernes. Y no hacía más de un día de mi última conversación con Nathan y ya lo estaba resintiendo.

-Tranquilízate, Nina – me pio

-Levinson, hablo enserio ¡me estoy hiperventilando!

Sentía como el pecho se me cerraba, hacía meses que no tenía un ataque como este, me ardía el pecho, me dolía, sentía como si 1000 agujas se me encajaran en lo más profundo de la alama. Lo había olvidado. Había olvidado lo doloroso que era no poder respirar. Había olvidado lo doloroso que era ser consumida por la ansiedad, por la desesperación… la hiperventilación es una dificultad y/o anormalidad en la respiración. Donde se respira muy rápida y pesadamente causando que los niveles de co2 bajen en la sangre, pudiendo causar mareos, pérdida de sensibilidad en las extremidades y un dolor ascendente intenso en el pecho. Normalmente los ataques duran de entre minutos y horas, lo normal para que un ataque llegue a su máximo desencadenamiento son 10 minutos, si el ataque dura más tiempo el individuo puede hallarse debatiendo con mayor intensidad causando una desconexión emocional… donde ya no escuchas solo sientes.  Lo normal para que estos ataques aparezcan es de los 18-25 años… pero a mí me han llegado a los 16, por lo tanto mi frecuencia cardiaca esta en grave riesgo cada vez que sufro un ataque y normalmente estos duran de 15 a 20 minutos en llegar a su desencadenamiento. La desesperación de no poder salir es como un océano  cuanto más lucho, más me hundo. El ser humano no tiene sentido, pareciera que fuera a morir asfixiada pero por alguna razón no termina de matarme. Esto... lástima lo suficiente como para matarme, pero no muero por ello. No lo entiendo simplemente es un infierno en vida, un infierno donde no tienes palabra. Donde acabar con el sufrimiento no es una opción, donde la única salvación es dejar que la marea te ataque o las llamas te quemen. Simplemente esperar a que el dolor suceda eventualmente disminuya.

Esa tarde el ataque solo duro 11 minutos y 33 segundos. El doctor Levinson me proporciono una bolsa de papel, donde inspire por algunos minutos hasta que el nivel de CO2 volviera a la normalidad en mi sangre. Sin embargo aunque después del ataque le dije que todo había pasado, el insistió en extenderme su mano para llevarme a la enfermería No sé porque, pero de repente tuve ganas de llorar. Aún hoy no puedo entenderlo, aquella mano extendida resulto ser más cálida de lo que yo esperaba... y esa calidez inundó todo mi pecho.

-Nancy – salude una vez que nos hallábamos dentro de la habitación.

-Grace, mi niña ¿Pero qué ha pasado? – me pregunto

-Tuve un ataque – dije un tanto avergonzada – sin embargo ya está todo bien. Mi respiración ha vuelto a la normalidad. Al igual que mi frecuencia cardiaca… creo que no hay nada de qué preocuparse…

-Ah pequeña – dijo acercándose a mí – sabes lo peligroso que es eso a tu edad, deberías tomarte el resto del día libre… ¿Quieres que llame a Nora?

-Ah no, no, no – dije moviendo las manos

-No, claro que si – dijo Levinson – como su doctor no me parece que sea buena idea que termine con el periodo de clases en este estado.

¿En este estado? Pero qué demonios era yo… ¿Una enferma de Ebola o qué?

-Está bien – repetí – ya ha pasado la crisis y es muy probable que suceda de nuevo, además no sería buena idea que sacase a mi tía del trabajo.

-Está bien – dijo el clavito – pero solo prométeme que te quedaras aquí, durante la próxima hora… por favor.   

-Vale – dije – ahora será mejor que vuelva a trabajar, habrá más jodidos mentales que atender.

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