Capitulo 4

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Miércoles por la mañana en un día perfectamente nublado, con nieve y neblina y yo llevaba mi culo a la escuela. SOLA. Porque la estúpida parejita había decidido que necesitaba tiempo a solas. Mi tía me miro mal mientras sacaba la motocicleta del garaje. No era mía era de Emma, me pidió que se la guardara hace algunas semanas, y me dijo que la podría usar cuando quisiese, siempre y cuando le llenara el deposito.

-¿Te iras en eso? – pregunto a la expectativa.

-Pues algo así – respondí

-Grace, el carro… TU carro está en perfectas…

Otra vez la mula al trigo. Suspire de mala gana y tense la mandíbula.

-Pensé que ese tema se había cerrado – solté

-Dale una oportunidad Grace – me pidió – no pierdes nada.

 La mire a los ojos. Tal vez tenía razón. Tal vez era momento de dejarlo atrás y probar las cosas que me lastimaban. Después de todo necesitaba probarme que podía manejarlo. Si. Empezando por el dichoso Jeep.

-Bien – respondí – lo intentare.

Mi tía sonrió triunfante y me guio hasta la parte trasera del jardín. El auto se miraba majestuoso. Pase mis manos por la pintura nueva. Había conservado el color negro. Pero por alguna razón se miraba distinto. Las llantas, los rines incluso el símbolo de la compañía se veían totalmente diferentes que hacia un poco más de un año.

Mi tía admiro mi expresión y me extendió las llaves del auto.

-Pruébalo – pidió

No le respondí, pero deje que me depositara las llaves en la mano. Abrí con miedo la puerta. Por alguna razón todo aquello no me resultaba real. Me coloque delante del asiento. El interior, para mi sorpresa, ya no olía ni a tabaco, ni alcohol, ni a nada parecido. Simplemente olía al cuero de los asientos nuevos. Al encender el carro me di cuenta que el motor también era nuevo.

Suspire. Por alguna razón aquello me resultaba muy cómodo. Sentía algo en la boca del estómago. Como un calor que me indicaba que algo pasaría. No me incomodaba del todo. Sin embargo me intrigaba hasta el infierno. O purgatorio, o al menos esa era la mejor forma de llamar a mi vida. Un purgatorio. Paso los días. No es perfecto como el cielo divino. Pero tampoco ardo en llamas con el infierno. Al menos ya no.

-Gracias –le dije a mi tía.

-Oh, mi niña, me alegro tanto que te haya gustado…

Sonreí. Sin más di reversa y me desvanecí por el asfalto. Algo bueno debía pasar hoy.

-Lindo auto Collins – me saludo Evans desde su motocicleta.

Le sonreí.

-creo que si – concorde con él.

 Baje del auto para encontrarme con él.

-Grace… - se acercó - ¿Alguna vez has sentido que una persona va a cambiar tu vida? Qué… – sonrió - ¿Qué tan solo con verla sabes que te cambiara todo? ¿Cómo si el mundo dejara de girar?

Sonreí. De alguna forma estaba demasiado cerca a milímetros de distancia. Y por alguna forma milagrosa divina del señor, su cercanía no me molestaba.

-Evans –hable en un murmullo – estas muy cerca – le dije casi rosándole los labios. 

-Lo sé – dijo pegando su frente con la mía

Me mordí el labio inferior. Estaba jugando con fuego. Un fuego que no sabría apagar. Estuve a punto de besarlo. Si. Hasta que su imagen invadió mi mente. El rostro de Nathan se materializo en mi cabeza impidiéndome el movimiento. Evans pareció sorprendido por el cambio tan repentino de actitud mas no se mostró molesto.

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