Sensaciones del pasado

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—¡Adam! — grita Isabel pero no es el grito de Isabel lo que me hace soltar la mano de Adam que algún punto había tomado, sino un recuerdo tan fuerte y abrumador que me golpea tan duro que es como si me hubieran golpeado en el estomago y me hubiera quedado sin aire.

—Isabel. — escucho a Adam decir y su voz llena de decepción hace que se me rompa el corazón.

Esta vez el recuerdo se tarda en aparecer, pero los sentimientos de la otra Sol son tan fuertes que se me doblan las rodillas, escucho a Adam decir mi nombre, pero ya no puedo verlo, solo puedo ver el recuerdo de la otra Sol.

Ella y Adam se encontraban entre arboles frondosos con el calor sofocándolos, sentía que el vestido que llevaba era demasiado incomodo para el clima habitual de la ciudad, pero papá siempre pedía que los vistiera porque son los que las clases sociales más altas suelen vestir y decía que solo de esa forma conseguiría un buen partido para casarme.

Sin embargo ahí estaba con Adam en el medio de los naranjales y otros arboles, sólo con él, cuando él no es de mi familia o mi prometido, si papá se enteraba ya casi lo podía escuchar gritándome sobre que eso no era lo que una buena mujer debía hacer.

—¿Por qué hemos venido aquí? — le pregunto mientras miro alrededor en búsqueda de que no haya nadie que pueda delatarnos, alguien que pueda informarle a mi padre.

—Vine aquí con mi general hace un par de semanas — dice mientras yo lucho con mi sombrilla debido al fuerte viento. Con cada paso que damos puedo sentir como el corazón se me acelera con el temor de que alguien nos vea — y me ha contado que rara vez sale de la casa de su padre — es cierto papá solo me deja salir una vez a la semana cuando acompaño a María a hacer las compras — y pensé que era una pena que se perdiera un lugar tan hermoso.

—No sé como sea en Francia — dije intentando cerrar la sombrilla el aire se había vuelto más fuerte y no quería que la sombrilla saliera volando en cualquier momento — pero al menos aquí no se considera apropiado que una chica se pasee a solas con un hombre que no sea de su familia o su prometido — Adam sonrió tan hermosamente que por unos momentos no pude evitar pensar que había valido la pena escaparme un rato solo por esa sonrisa.

—En Francia es igual. — dice justo cuando una ráfaga de viento casi se lleva volando mi sombrilla, pero él rápidamente me ayuda a sostenerla. Adam había atravesado el espacio que se consideraba apropiado, lo tenía tan cerca que podía sentir su respiración en mi mejilla, lo cual me ocasiono un escalofrío. 

Tenía miedo de moverme y que la situación resultara más embarazosa de lo que ya era. Adam se movió lentamente bajando y cerrando la sombrilla, pero sin quitar sus ojos de los míos ni un solo instante.

—Pero por unos segundos de su presencia — dice Adam tomando mi rostro entre sus manos  y haciendo una pausa— estoy dispuesto a enfrentarme a las consecuencias — tenía una amiga que se había mudado a la capital del país, porque la atraparon saliendo con un chico y los habían obligado a casarse y su familia los mando lejos para que el rumor no se esparciera, a veces me enviaba cartas. 

—No... no sabe de lo que habla — logro articular cuando sus manos toman mi rostro. Sus manos son callosas debido al trabajo como soldado pero al mismo tiempo son suaves con mi rostro como si estuvieran sosteniendo algo delicado. El corazón me latía cada vez más rápido, no podía dejar de mirar a esos ojos verdes tan peculiares, sabía que esto no era correcto, estaba mal, muy mal, María y mi padre me regañarían y me castigarían por esto, pero cuando su aliento rozo mis labios mi mente se quedo en blanco.

—Créame que estoy muriendo por enfrentarme a las consecuencias — me dice antes de cerrar el poco espacio que nos separaba, sus labios rozaban los míos con dulzura. Tal vez fue apenas un toque o tal vez fue una eternidad la que pasó antes de que se separará de golpe. — Señorita — Adam lucía tan rojo que me recordaba a un tomate, yo sentía mi cara arder no debía de estar muy lejos de tener casi el mismo tono que él , pero aún así su ojos llenos de adoración me hacían temblar. — Le ruego me perdone mi indiscreción, no era mi intención faltarle al respeto, — dice poniéndose de rodillas frente a mí y tomando una de mis manos — le juró que ni una sola palabra de lo que pasó saldrá de mis labios, nunca mancharía su buena imagen y reputación.

Cuando empieza el veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora