Platicas en columpios

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Habíamos permanecido en silencio casi todo el camino hacia mi casa mientras Adam manejaba con la mirada fija en el tráfico que generaban todas las personas que salían del trabajo, la mirada de Adam era tranquila, pero en el fondo sabía que tenía el corazón totalmente roto.

Conecte mi celular a la radio del carro y puse la canción favorita de Adam, recuerdo perfectamente que me había dicho que siempre lo ponía feliz, en cuanto los primeros acordes de la canción salieron de las bocinas del carro, pude notar una pequeña sonrisa que se asomaba de los labios de Adam, pero que desapareció casi de inmediato, pero sus ojos se suavizaron.

Al estacionar frente a mi casa, ninguno de los dos se movió, ninguno de los dos dijo algo, solo nos quedamos los dos sentados mirando la puerta. El silencio me volvía loca porque este no era como los silencios que solía tener con Adam, esos extraños y preciosos silencios que tienes con algunas personas en los que no te sientes incomoda solo te sientes relajada y tranquila.

—¿Tienes sed? — le pregunte en un intento de romper el hielo — Hay algo de limonada en el refrigerador —le digo buscando sus ojos para poder leer algo en ellos, lo que sea cualquier cosa.

—Estaría bien — me dice abriendo la puerta del carro. Tomo las cosas que habíamos comprado antes de bajar del carro cuando un taxi se estaciona frente a nosotros, inmediatamente escondo lo que habíamos comprado detrás de mi, sabía que Adam quería que fuera sorpresa.

Siento los dedos de Adam tomar las llaves de mi casa de mi mano mientras yo sigo mirando al taxi de él bajan los padres Adam. Escucho como Adam abre la puerta de la casa y entro corriendo sin siquiera dudarlo, sin siquiera detenerme a pensar en si Adam ya se había retirado de la entrada. Simplemente lo sabía, era como si me hubiera transmitido su plan telepáticamente, como si nos moviéramos en sintonía.

Subo las escaleras corriendo y escondo los regalos en mi habitación despertando a Dalía que estaba tan dormida que no se había molestado en bajar a vernos cuando llegamos. De paso me quito mi bolsa y la aviento en mi cama, esta se abre y parte de su contenido se vierte en mi cama el relicario rebota un poco, pero no cae, casi había olvidado que Adam me lo había dado cuando habíamos hecho fila para entrar a la tienda de música.

Me le quedo mirando un poco antes de volver a bajar las escaleras, lo hago más despacio, unos de los golpes más fuertes que me había dado en mi vida habían sido bajando esas escaleras.

—¿Seguro qué estas bien? — le pregunta Karla a Adam mirándolo de pies a cabeza comprobando que no tuviera ninguna herida visible o moretón.

—Hijo, estoy muy feliz de que no les haya pasado nada — dice Pierre con una mirada de alivio en el rostro.

—Sí, mamá estoy bastante bien — le dice Adam a su mamá con una sonrisa — Selena se llevo la peor parte — le dice a su papá riendo.

—Perdón, tenía que ir al baño — les respondo mientras me uno a ellos en la sala.

—Oh, Sol, me alegra mucho que los dos estén bien. —me dice Karla dándome un apretón cariñoso en el hombro — Nos hubiéramos vuelto locos si algo les pasaba.

—¿Por qué dice Adam que te llevaste la peor parte? — me pregunta Pierre viéndome de pies a cabeza.

—Me abrí la cabeza, pero no fue durante el accidente, Adam es un gran conductor, fue en la ambulancia — digo con una sonrisa tímida.

—¿En la ambulancia? — me pregunta Karla confundida. 

Veíamos una película en lo que llegaban mis padres, habían invitado a cenar a los Folsen. Estaba sentada en el mismo sillón que Adam y por primera vez sentí que no era suficiente la cercanía que había entre nosotros, era algo casi abrumador. Sacudo mi cabeza para intentar concentrarme en la película, pero no lo logro.

Cuando empieza el veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora