¿Alguien tiene un tutorial de como no volverse loco?

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Cuando Adam me dijo que guardará mi sonrisa porque la iba a necesitar no me lo tome muy en serio hasta que los niños comenzaron a llegar, mi entrenamiento consistía en ser una profesora auxiliar observar la forma en la que otro profesor se desenvolvía en clase, en este caso me había tocado con Adam, lo cual no le sentó tan bien a Isabel, pero supongo que no era tan malo como si me hubiera tocado con ella. Como les decía cuando los niños comenzaron a llegar todo fue... ¿cómo describirlo? caótico, del tipo de caótico que disfrutas pero no sabes en que punto dejas de disfrutar y comienzas a sufrir, no quiero decir que no lo disfrute porque los niños te transmitían cierta felicidad especial, pero lo que no disfrute mucho fue terminar con pintura azul en el cabello, con una estampita de hello kitty en la mejilla derecha y un tatuaje de una manzana hecho con plumón permanente en el dorso de mi mano. Así que cuando finalmente termino la clase y el ultimo niño fue entregado a sus padres me quedé mirando al pizarrón intentando procesar todo lo que había pasado en las ultimas tres horas de mi vida.

—No debí haberme reído de tus pompis. — le digo a Adam.

—¿Qué? — me pregunta con una risa ahogada mientras despega algunas imágenes de las paredes, las cuales habíamos utilizado para explicar algunas palabras a los niños.

—Ya sabes de la vez que la niña te dejo una mancha de pintura en el trasero. — le digo ayudándole a despegar las imágenes de la pared.

—No te preocupes. — me dice — Con la experiencia se aprende, cuando cenemos con tus padres y les cuente como su hija se hizo una rebelde y se dejo tatuar por un niño de 7 años en medio de la clase seguro me reiré también. — dice con una mirada llena de diversión como si se estuviera imaginando la escena. — Sin mencionar el tatuaje de Hello Kitty en tu mejilla, te ves muy ruda. — dice dejando de contener la risa.

—Que gracioso. — le digo — Tal vez yo les cuente que...

—Adam. — era Isabel junto a otra chica en el marco de la puerta de nuestro salón  — ¿Ya terminaron?

—Oh, eres la nueva. — dice la otra chica entrando al salón. — ¿Cómo te llamas? 

—Soleil, pero todos me llaman Sol — le digo — ¿Y tú?

—Paola. — me contesta analizándome. — Que coincidencia que tu nombre sea francés y terminaste enseñando francés. — comenta mientras se sienta en una banca, era verdad, no lucía muy "francesa" a diferencia de Adam tenía los ojos café claro de mamá y el cabello castaño de papá pero eran rasgos muy comunes y no solo en México.

—En realidad mi padre es francés. — le digo mientras por el rabadillo del ojo observo a Isabel acercarse a Adam.

—Wow, tu acento en español es perfecto. — me dice con un tono de sorpresa en su voz.

—Es porque mi madre es mexicana.

—Oh, entonces eres igual a Adam. — escucho a Isabel hacer un ruido de molestia que se ahoga un poco en su garganta. — Por eso debieron ponerlos juntos, cuando me comencé mi entrenamiento me colocaron con Isabel ni ella ni yo tenemos el francés como lengua materna, siempre en los entrenamiento es así, a Adam nunca sabían con quien ponerlo, así que ha pasado con casi todos los profesores.

—Aún recuero el profesor de Costa de Marfil, ese tipo si que sabía sobre la vida. — comenta Adam que sostenía la mano de Isabel.

—Pero nunca ha estado solo. — dice Isabel señalando sus manos unidas y frunciendo el ceño. — Siempre me ha tenido a mí.

—Es cierto. — dice Adam dándole un beso en la frente

—¿Y cómo se conocieron? — nos pregunta Paola.

Cuando empieza el veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora