Un compromiso

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Al regresar a casa las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer del cielo gris, había algo extremadamente hermoso y triste acerca de estos cielos, me encantaba verlos, pero siempre me dejaban con una sesión de tristeza o nostalgia. Esa impresión que me daban los cielos grises era exactamente como me sentía, por un lado, me sentía inmensamente feliz por la promesa que me había hecho Adam, pero por otro lado me sentía culpable de no haber sido lo suficientemente valiente como para decirle que mi padre me había comprometido con el hijo de uno de sus amigos.

Apenas entramos a la casa pudimos escuchar unos gritos. Los tres nos dedicamos una mirada de duda antes de dirigirnos hacia la fuente de los gritos, conforme nos fuimos acercando pude reconocer que la persona que estaba gritando era Felisa y también se escuchaba la voz de Victorina intentando tranquilizarla.

—¡No es justo! — los gritos de Felisa se comienzan a hacer comprensibles en cuanto nos vamos acercando a la habitación de Felisa que se encontraba frente a la mía — ¡No es justo! ¡Esto no puede ser! — los gritos fúricos de Felisa se volvían más coléricos.

—Es mejor que les den algo de privacidad. — dice Gregoriana a nuestras espaldas con un vestido blanco y una chalina negra sobre sus hombros.

—Claro. — decimos los tres al mismo tiempo y cada uno se va en una dirección diferente.

—¿Hay algún problema? — pregunto antes de entrar a mi habitación.

—Para nada.

Siento la mirada de Gregoria sobre mí todo el tiempo hasta que entro a mi habitación y cierro la puerta. Una vez en mi habitación sigo escuchando los gritos de Felisa pero son incomprensibles, ¿qué habrá puesto a  Felisa .

..........en ese estado?

Había ocultado el relicario que me había regalado Adam en un bolsillo que María había tejido en mi vestido. Era hermoso y tenía un brillo especial bajo la luz y tenía tallado a Adam de una forma tan meticulosa que era sorprendente. El relicario de Adam me tenía tallada con una inscripción en francés, ambos eran idénticos a excepción de nuestros tallados y la inscripción que llevaban. Me había sentido tan feliz cuando Adam me lo había dado, pero ahora la culpa me aplastaba. Se supone que ya era una mujer comprometida no podía seguir viendo a Adam a escondidas a la mitad de la noche.

Adam no estuvo en la cena, él y su general habían sido llamados de emergencia al fuerte de San Juan de Ulúa, debido a un desembarco especial que la corona francesa había enviado a México. Felisa no se presentó a la cena y Victorina la justifico diciendo que había tenido un ataque de nervios, pero aun así el ambiente se sentía raro con Benedicto y su padre en la mesa. Él apenas me daba una respuesta larga y mientras más miradas incomodas le daba a mi padre más tenso se hacia el ambiente.

Al final de la cena salí lo más rápido que pude del comedor. ¿Cómo podría convertirme en la esposa de Benedicto cuando no quería ni hablarme? ¿Cómo podría amarlo cuando alguien más ya habitaba mi corazón?

La noche se había vuelto fría y lúgubre, espere despierta a que Adam viniera a tocar mi puerta como todas las noches para que conversáramos en la banca que había frente a mi habitación. Cuando estaba por quedarme dormida escucho los quedos golpes en mi puerta. Siento mi corazón latir tan fuerte que lo puedo escuchar en mis oídos. Al abrir la puerta ahí se encontraba Adam, con una sonrisa cansada pero radiante y con ese brillo tan especial en sus ojos.

—Siento haberme tardado. — me dice comenzando a caminar hacia la banca que era cubierta por la frondosidad de una planta. Por primera vez no quería hablar con Adam, no quería decirle que tenía que casarme con alguien más — ¿Todo bien? — me pregunta Adam sentado y examinando mi rostro en la oscuridad solo un poco disminuida por la luz de la luna. — Has estado un poco inquieta hoy.

Cuando empieza el veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora