Secretos

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Pensó nunca regresar a ese lugar. Charleston representaba la parte mas dolorosa de su pasado.

El detective James, paseo por el muelle , el sol estaba en lo alto obligando a las personas a sumergirse en las cristalinas aguas del mar para aliviar el intenso calor, otras paseaban sosteniendo una caña de pescar. Ese fue exactamente el último lugar que visito antes de marcharse. La flora abundaba en bellos jardines cuidados, a metros se alzaba una fila de casas de la gente acaudalada de la Charleston. Viejas casonas restauradas en tonos pasteles, con ostentosos balcones, provistos de enredaderas de flores blancas, que desprendían una fragancia empalagosa muy parecida a los jazmines.

. De aquel joven repleto de sueños e ilusiones que veía al mundo con optimismo, no quedaba nada, esa llama se extinguió dentro de él cuando se fue de allí. Se vio a si mismo tan fuerte y tenaz, capaz de vencer los peores obstáculos, más la realidad lo golpeo como un boxeador de peso pesado. No bastaba con eso, era el maldito y sucio dinero que movía al mundo.
La brisa removió su cabello, adentrándose entre esas hebras color marrón, hasta sentirla en su cuero cabelludo. El mar estaba perturbadoramente tranquilo, la gente sonreía a su alrededor, ajenos a el caos que deambulaba en las calles. Encendió su cigarrillo, tratando de difuminar sus recuerdos dolorosos con el humo del tabaco. Quizás, si pudiese viajar en el tiempo y reencontrarse consigo mismo, no se reconocería en lo absoluto. Quedaba poco, si es que nada, de ese profesor de piano que veía al mundo con ojos llenos de esperanza. Ese James murió hace tiempo, lo enterró y nadie más vio ese lado tan vulnerable y tierno. Este James distaba mucho del antiguo.
Ser un detective no fue parte de su plan inicial, pero supo que haciendo cumplir la ley, su alma dañada encontraría un poco de paz.
El viento soplo trayendo consigo el aroma salino del mar y las flores de verano, una gota de sudor rodo por su frente. Charleston despertó una nostalgia, dejo parte de él en esas calles, risas en la arena, y lo besos de un castaño adolescente a la orilla del rio.

Intento esquivar con todas sus fuerzas la imagen de ese alumno que lo marco para siempre. Cuanto lo había amado. Se juro a sí mismo no buscarlo, olvidar ese asunto, en el fondo el detective Barnes sentía  vergüenza por marcharse después de aceptar el dinero del viejo Stark.
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Tony no repetía citas, por alguna extraña razón, o quizás, hábitos de soltero, evitaba constantemente las segundas citas.

No podría definir a Natasha en una sola palabra, simplemente era magnifica.

Adoro su espontaneidad, la naturalidad con la que se desenvolvía captaron la atención de Tony. La joven no poseía máscaras, ninguna, era tal cual se mostraba, sin temor a expresar su opinión, su confianza no dependía de los demás sino de ella misma. Después de la segunda cita, llego una tercera, y una cuarta. En la quinta fueron a parar al departamento de Tony. Se quito los zapatos y camino por el lugar, al cual no h había podido inspeccionar con detalles la primera vez; se maravilló con la decoración de Stark, sus paredes lilas combinaba a la perfección con su colección de cuadros y fotografías en blanco y negro, en los estantes, diversos adornos incomprensibles para ella, pero no para Tony, acaparaban el espacio. Entre todo eso, las pocas fotografías que asomaba le dieron indicios de que con qué clase de hombre se involucraba ella. Escasas, fueron las fotos, escondidas casi en el rincón, que a Natasha le llamaron la atención. En una se veía a Tony de joven sentado, acariciando las teclas de un piano. No tenía camisa, la palidez de su dorso expuesto le daba un atractivo peculiar a pesar de ser tan joven. En otro, estaba él con un joven rubio de sonrisa grande, parecía reciente, se veía a Tony a gusto en aquel abrazo fraternal.

LA música sonó en ese lugar, suave y melodiosa, la fragancia a vino le llego cuando Tony se asomo con dos copas cargadas de tinto, mientras remataba ese momento con su perfecta sonrisa.

Ámame , TonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora