volver a verte

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La caligrafía del detective Odison pecaba de perfección. Foster lo detesto la claridad de aquella letra manuscrita.

—Entonces—Procedió a indagar al médico forense —¿Stark? ¿El mismo Stark que está ayudando con la investigación, es el único hijo de la primera víctima de Hydra?

Bruce se reclinó hacia atrás en su silla que rechinó. Se quitó las gafas y antes de responder masajeó sus ojos con los dedos.

—Si—Foster suspiró hastiada de estar nuevamente metida dentro de un juego macabro de Hydra. Estaba segura de que aquel ser, porque no lo consideraría jamás una persona, estaría riéndose de todos ellos.

—La fecha que figuraba en el cadáver del hijo del Senador Wilson, es la misma que la fecha de cumpleaños de Anthony. Lo verificamos—









Cuando Bucky se percató de la ausencia de su bolígrafo caro, ese que le obsequió una antigua novia y que Valia lo de un salario suyo, lo vio.

Y entonces....

El tiempo se ralentizó.

Su corazón martilló en su pecho, provocando un temblor en todo su cuerpo. Las manos le sudaron, olvidó respirar por unos segundos hasta que sus pulmones reclamaron por oxígeno.

Una sensación cálida se derramó en su estómago.

Tantos años, tantos cuerpos, tantos amores inútiles y aun así no dejó de amarlo ni por un segundo.

Luchó con cada milímetro de voluntad, desde que divisó en la carretera "bienvenidos a Charleston". No quería verlo, aunque por dentro deseaba lo contrario.

No quería verlo por su vil cobardía, la que estaba seguro lo seguiría hasta su tumba, por haber aceptado aquel dinero y dejarlo sin ninguna explicación.

Si quería verlo porque en su interior estaba dormido un amor que no pudo ser.

Primavera verano. Otoño e invierno. Todo eso era Tony, un remolino de sensaciones mágicas ¿Cómo podía estar quemándose al mismo tiempo que sentía su alma congelarse?

Primavera y verano, como las flores blancas, esas de un nombre casi mágico "flor de luna". Anthony se escabullía por las noches para verlas a la orilla del rio. Blancas e inmaculadas, resplandecientes. Tantas noches cerró sus ojos rememorando aquellas noches junto al rio, donde él le entregó su primera vez, su cuerpo virgen. Un joven y frágil Anthony, que sonreía y ruborizaba a la vez.

Otoño e invierno, como las hojas secas con escalas de marrones y naranjas, dando sus últimas pintas de verde, muriendo poéticamente hasta caer con delicadeza en una danza hipnótica. Frio, el frio de la soledad de una cama solitaria, de pensamientos cíclicos y recurrentes que volvían por las noches, torturando a James con los posibles escenarios felices que nunca tuvo ni tendrá con aquel niño que ahora cubría su rostro con una barba finamente tupida en candado, del otro lado de la calle, frente a la vieja iglesia.

El aroma a jazmines lo empalago, un aire caliente se coló debajo de su camisa de mangas cortas. Se escondió detrás de un árbol, como un adolescente estúpido, espiando a su primer amor.

Estaba realmente hermoso, maduro, sus facciones se acentuaron a la perfección y esa barba en forma de candado le daba un toque de madurez y sabiduría. Parecía un hombre de mundo, de esos que al verlos entiendes que podría hablarte de mil experiencias, anécdotas y amores de una noche.

Su celular vibro, un numero desconocido se anunciaba en la pantalla.

Dudó si responder, perdería ese momento maravilloso, donde Anthony fumaba un cigarrillo antes de entrar a la antigua iglesia de Charleston.

—Mierda —Maldijo antes de responder, asesinaría con sus propias manos a ese que osaba interrumpir aquel momento—¿Quién mierda es?

—¿Así saludas? —La voz gruesa de Thor lo lanzó a un pozo de confusión —

—¿Cómo...?

—Yo también tengo mis trucos, detective Barnes. Necesito decirte algo muy un importante.

—Te escucho —No iba a indagar de cómo había conseguido su número, simplemente quería que esa llamada se acabase para continuar en su tarea de acosador.

Thor dijo palabra tras palabra, Barnes enmudeció.

—¿Estás seguro?

—Absolutamente —respondió.













Se había cagado encima, el olor a mierda llenaba esa habitación blanca de punta a punta. La enfermera la dejó así, cansada de aquellos dementes, lamentando tantos años de estudios e infinitas horas sin dormir para acabar allí, en un inmundo manicomio limpiándole el culo a dementes. Muy en el fondo, deseaba que existiese una ley para hacerlos dormís a todos, como a los perros.

Si no fuese porque en ese lugar pagaban bien, hubiera renunciado hace mucho tiempo.

—¿Cómo lograste zafarte de la camisa de fuerza? —Frunció el ceño asqueada. Sharon yacía en un rincón, sobre sus propias heces. Detrás de la enfermera, con toda la intención de hacer daño ante el más brusco movimiento de la rubia, estaba el mismo guardia de seguridad que para su mala suerte decidió hacer horas extras aquel día.

—No entiendo por qué no la dejas así—

La enfermera suspiró caminando hasta Sharon.

—¿Qué? ¿Eres idiota? La jefa de enfermeras esta sobre mí, por la culpa de esta per...

La frase quedó en el aire cuando sus ojos azules se abrieron de par en par. No lo notó, ni siquiera lo sospecho.

La sangre broto de su cuello cuando la pluma se adentró en su carne abriendo su arteria una y otra vez.

Tan veloz.

El guardia trastabillo y cayo de espaldas, fueron dos segundos los cuales la sorpresa no lo dejo reaccionar de inmediato. Solamente dos segundos, los suficientes para Sharon que cubierta de chorros de sangre, saltara sobre él como un demonio.

Los gritos del hombre se mezclaron con el mar de aullidos y alaridos del pabellón de enfermos psicóticos.

Las únicas palabras que pronunció, cuando el corazón de su víctima dejó de latir, fueron.



"Hydra, mi salvador"



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⏰ Última actualización: Oct 25, 2022 ⏰

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Ámame , TonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora