Capítulo diecisiete: La manzana dorada

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La «manzana de la discordia»: eufemismo para el centro, núcleo o quid de un argumento, o para un asunto menor que podía llevar a una gran disputa

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La «manzana de la discordia»: eufemismo para el centro, núcleo o quid de un argumento, o para un asunto menor que podía llevar a una gran disputa.

Eris era conocida en la antigüedad como la diosa de la discordia; ella portaba una manzana de oro, la cual lanzó a los pies de las diosas Afrodita, Atenea y Hera. Dicha manzana llevaba una inscripción que indicaba que era para la mujer más hermosa, algo que motivó que las tres deidades discutiesen entre ellas sobre a quién le correspondía quedársela.

Para mediar en el conflicto ocasionado por Eris, se escogió a Paris para que eligiera a la más bella de las tres y, por tanto, debía ser la poseedora del fruto dorado. Tras mucho dudar e incluso intentar sobornarlo con diferentes favores por cada una de las tres diosas para ser la escogida, finalmente Paris ofreció la manzana de oro a Afrodita, quien le había prometido el amor de Helena de Esparta, esposa del rey Melenao.

El joven convencido por las palabras de la diosa terminó secuestrando a Helena, lo que dio lugar a la que se le llama actualmente Guerra de Troya.

La vanidad puede ser traicionera en muchas ocasiones, creando conflictos que en ocasiones desataron guerras y dolores a miles de personas. Ahora ese dolor se volvía algo personal, un ataque directo a las inseguridades personales, perpetuándolas y enterrándolas más en la mente. La guerra se volvía interna.

—Estoy tratando de no perder los estribos con esto, te juro que su paranoia está comenzando a exceder su razón —murmuró bajo, recargando sus codos contra el escritorio dentro de su habitación.

¿No crees que estás siendo un poco duro con él? Debe tener sus razones, ¿hay algo en particular que lo esté molestando? —Hendery se llevó las manos al rostro, separándose de la superficie rígida.

—Es que ese es el problema, Yang. No habla conmigo, no sé qué es lo que pasa por su cabeza en ningún momento —suspiró—. Joder, todo se ha vuelto tan extraño y tenso que estoy preocupado.

Jeno se detuvo, mirando por la abertura fina que había en la puerta de la habitación de Hendery. El chico sostenía el celular con su mano derecha y con la otra pasaba sus manos entre sus cabellos rosados. El altavoz estaba activado por lo que podía distinguir la voz, mas no lo que decían.

No te presiones demasiado al respecto, Hen. Hablará cuando esté listo —Hendery negó.

—A decir verdad lo dudo, desde aquel estúpido Verdad o Reto todo se ha puesto de cabeza —pateó la orilla de la cama con ligera frustración—. No tengo idea de qué hacer, sigue haciendo preguntas y midiendo mis movimientos como si lo estuviera engañando con la mitad de la ciudad. Lo quiero, pero solo está ahuyentándome y yo no puedo hacer nada para que deje de acecharme de esa forma, YangYang.

Hey, no debería cargar las acusaciones él solo. Hendery, ¿haz intentado hablar con Jeno sobre todo esto? Realmente no dimensionas lo pesado que puede ser para alguien sobrellevar ese tipo de pensamientos —Hendery se giró, conectando miradas por un par de segundos. Jeno rompió el contacto y se alejó de la puerta hacia la estancia.

save your tears ; sungtaroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora