CAPÍTULO 3.

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Daniel sentía que estaba atrapado como nunca antes lo había estado al llegar a All Valley. Tenía problemas muy grandes con los chicos de Cobra Kai, específicamente con el King Karate. Y eso no era una novedad, su error —aunque no estaba arrepentido—, fue solo ayudar a Ali, una chica que había dado su negación pero seguía sin ser escuchada.
No pudo evitarlo. Y una parte de él se había acostumbrado a ignorar —escapar—, de la presencia del rubio. Era terrible, sí, pero sentía que no demasiado.
Después de todo, Daniel tenía lo que todo ser humano tenía, una vida, que podría impactar al resto. Porque lo primero que uno hace al conocer a una persona, es definir su forma de actuar, según su propia visión. Daniel sabía que mucha gente estaba equivocada respecto a como era. Solían crear una imagen de él, que estaba lejana de ser la real. Sabía que todos en la escuela creían que le gustaba Ali, incluso sabía que eso era lo que pensaba Johnny. Cuando lo que en realidad tenían, se basaba en una amistad en lugar de un enamoramiento.

A Daniel le gustaban los chicos. Y le gustaba cuando el chico que le interesaba, parecía tontamente corresponder sus miradas. La primera vez que tuvo algo, fue en New Jersey. Había cumplido los dieciséis y el amigo de su prima, simplemente lo beso. Las cosas subieron de tono, jamás lo volvió a ver, pero la vida seguía.


Le gustaba la sensación de ser sostenido por un cuerpo fuerte, besado con pasión y embestido. Si Lucille se enterará de esos detalles, jamás podría mirar a su bebé a los ojos, porque era criatura adorable, seguro que se ponía tímido con las chicas rubias del lugar.


Aún así, supo cómo manejar esa parte de su vida. Con amantes de un rato, que acababan en un "si te he visto no me acuerdo", no tenía que pensar demás. Iba bien, y cuando tuvo la sensación de que el grupo de Karate de chicos agresivos, por fin lo había dejado en paz. Él mismo comento el error más grande de toda su vida. Siempre supo que era un imán de problemas, le era inevitable estar invicto. Sin embargo, jamás había metido la pata como ahora.
Había pensado tontamente, que Connor había vuelto, que pese a estar rodeado de algunos estudiantes, al chico le parecía caliente verse en vuelto en esa sensación de ser descubierto. Sintió la mano, grande, apretando en su hombro, incluso había formando una sonrisita triunfal, pero que idiota. Antes de abrir la boca, siquiera antes de reaccionar de forma adecuada con su cuerpo, que era voltear a ver quién lo tocaba, como una persona normal. Simplemente actuó de la peor manera, estaba caliente tal vez y el hecho de creer que Connor se había regresado solo por él, lo había hecho pensar en un encuentro en la tarde.
Pero no era Connor.


Y antes de notarlo, su trasero ya había chocado contra un bulto.
Su vocecita juguetona murió al momento en que sus ojos se encontraron con unos azules y un cabello rubio. Viendo cómo la cara de Johnny Lawrence estaba en total shock. Claro, seguro que jamás lo golpearon de esa forma, mucho menos otros tipo. Menos LaRusso.
Daniel ni siquiera pudo soltar un comentario sarcástico, todo lo delataba. Y antes de poder volver a la tierra, Johnny había salido caminando en otra dirección. ¿Qué le iba a decir para defender su rostro esta vez? Jugamos con Ali así todo el tiempo. Demonios, no. Eso ya era bastante raro. Además Ali no tiene un cuerpo alto y musculoso. Una absurda excusa.
Al entrar a su clase, Daniel no pudo evitar pensar en lo que Johnny podría estar diciendo o pensando. Quizás ahora creería que tenía un enamoramiento por él. Y no. A Daniel no le atraía Johnny, pero creyendo tener una suposición del chico, ya tenía una idea de lo que podría creer. LaRusso es maricón y le gusta mi pene. Daniel rodó los ojos, al imaginarse la voz de Johnny diciéndole eso a sus amigos.


Lo iban a moler a golpes esta vez. De eso estaba seguro. Fue esa sensación de pánico, que hizo que ignorara por completo la clase y las palabras del profesor. Estaba pensando en la opción de quedarse encerrado en el salón y luego huir hacia su casa, fingir alguna enfermedad o simplemente desaparecer para siempre del país. Sin embargo, nada fue como creyó que sería.
Primero no lo dejaron quedarse encerrado, segundo Ali lo fue a buscar porque quería compartir tiempo con su amigo, tercero, para la desgracia inicial vio a Johnny y sus amigos apoyados en uno de los árboles del patio. Espero ver caras de burla, algún grito de enojo o un puño en el rostro.

Le parece extraño. Pero nada de eso ocurre, están perdidos en su asuntos de niños idiotas —según Daniel—, y cuando Johnny hace un pequeño contacto con él, deja de verlo. Quizás le da asco y decidió no hablar.
Sea lo que sea que sienta Johnny, no importa, porque el alivio es mayor al saber que no ha sido expuesto. Aún.
Daniel sonríe. Dejando ir la tensión que mantenía estresado a su cuerpo, está listo para montar su bicicleta y marcharse, pero antes de poder subir una pierna, una mano le sostiene el hombro. Está listo para dar un golpe, al dar media vuelta, es la sonrisa de Connor la que le saluda. Siente nuevamente el alivio, aunque para su desgracia no tiene ánimos de escabullirse en algún auto hacia algún lugar lejano.

—Pensé que te habías ido. —comienza a hablar Connor. Sí, es un chico serio la mayor parte del tiempo, pero cuando se le acercó, era un manojo de nervios y luego excitación. —Es genial que sigas aquí. —sonríe.

El cuerpo del chico más alto lo delata. Daniel puede ver el brillo en sus ojos, la manera en que se muerde el labio, como se trata de encoger.
—Tengo que ir a casa. —responde Daniel, haciendo una mueca de tristeza. — Será después, ya te lo dije, tienes que demostrar que te lo mereces. —añade en un susurro.

La tropa de estudiantes ha disminuido, poco a poco, los que iban quedando se marcharon a sus talleres de tarde o al entrenamiento del día. Connor piensa que tiene una oportunidad, entonces se inclina, porque ha estado pensando en todo momento en los labios de LaRusso y lo poco que tocó de su cuerpo con sus manos. Le parece una delicia, el chico es pequeño, delgado, tiene piernas largas y una sonrisa que le encanta. Connor teme que sea enamoramiento y no simple calentura. El momento es perfecto, porque Daniel ya lo está esperando a su manera.

Hasta que algo o alguien lo arruina.

—¡LaRusso, amigo! —grita una voz, con emoción —fingida—.

Connor se aleja un metro de Daniel, mirando con su ceño fruncido al tipo que se acerca. Traga saliva al notar quien es, con pasos confiando y una sonrisa de mierda, Johnny Lawrence, su capitán en el equipo de fútbol y el campeón de Karate. Lo detesta, porque no es tan bueno como él dando pases y porque cree que tiene el derecho de arruinar momentos importantes.
Por otro lado Daniel se congela cuando el brazo de Johnny le rodea el cuello con toda la confianza de unos amigos.

—Oye viejo. —le habla a Connor. Lo está mirando de forma extraña, con algo más que burla en la mirada.— ¿Están muy ocupados? Porque necesito a LaRusso. Mí madre ha dicho: Lleva a tu amigo a casa. Y ya sabes cómo son estás cosas.

Connor asiente. Aunque no sepa "como son estás cosas". Se despide de forma amarga, cuando está un poco más lejos, voltea encontrándose con una mirada de desafío en los ojos de Johnny. ¿O se imagino que esa mirada estaba ahí?

Daniel no puede hablar. No son amigos, no hay invitación a ninguna parte y esto solo significa una cosa; está muerto.
Está listo para soltarse del agarre mientras le suelta una palabra llena de intensidad, hasta que Johnny lo mira fijamente, aún con su brazo alrededor de su cuello y su costado muy pegado al de él.

—¿Qué demonios quieres, idiota? —Daniel no puede evitar preguntar. Su espacio personal está siendo atacado por su matón de escuela.

Johnny sonríe.

—¿Sabes hacer una mamada?

Esa pregunta basta para que a Daniel se le caiga la mochila de su mano.

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