Prólogo

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¿Cómo podían salirme las cosas tan mal? ¿Por qué la vida se empeñaba en joderme constantemente?

¡Ni que hubiese hecho algo lo suficientemente malo como para recibir de vuelta el karma de cincuenta mil personas juntas en un mismo día!

Las lágrimas bajaban por mis mejillas mientras daba vueltas por el salón de casa y miraba el vídeo que tenía en mi pantalla. Estaba siendo mi peor pesadilla. Y yo estaba siendo una masoquista por estar viendo ese jodido vídeo en bucle. Era humillante. Vergonzoso. Ofensivo. Nunca en mi vida pensé que habría un vídeo mío teniendo sexo con alguien rondado por todos los móviles de los estudiantes de mi universidad.

«Nota para la futura Arizona: no se te ve sexy practicando sexo ni arqueando la espalda, así que deja de hacerte daño solo para parecerlo.»

La puerta de casa se abrió y escuché los tacones de Mona, mi hermanastra. Mis uñas recién hechas no me lo iban a agradecer ni un poco, pero tenía que hacerlo. Me acerqué a la entrada a paso rápido con la mano hecha un puño y, cuando la vi aparecer en el salón, me limpié las lágrimas con mi otra mano para ver con claridad, y le lancé un puñetazo.

―¡¿Qué mierda haces?! ―gritó tras soltar un gritito que me dio una satisfacción descomunal.

―¿Qué mierda hago yo? ¡¿Qué cojones haces tú, pedazo de gilipollas?! ―exclamé exasperada. Le enseñé el vídeo de mi móvil y ella lo miró con una sonrisa.

«Será hija de puta...»

―Oh, es por eso. ―Rio―. Bueno, a lo mejor así aprendes a no tocar a los novios de otras.

―¡¿Pero qué dices ahora?!

―Que Jace y yo estamos juntos, ¡a ver si te enteras!

Abrí mi boca incrédula y miré el vídeo de mi móvil, que seguía reproduciéndose en bucle. Jace era el chico del vídeo, con el cual llevaba acostándome de forma intermitente desde hacía dos o tres meses. Nunca pensé que estaría saliendo con Mona.

―¿Acaso me lo habías dicho, Mona? ¡No! ¿Cómo iba a saberlo, joder?

―¡Claro que lo sabías, vivimos bajo el mismo techo!

―¿Y eso qué tienes que ver? ¿Pero tú estás loca?

―No te hubieses acostado con él ―dijo con la cabeza bien alta.

Yo no daba crédito de lo que estaba escuchando.

―¿La culpa la tengo yo por haberme acostado con él sin saber que estáis juntos, pero no la tiene él que, obviamente, sabía que estáis juntos? Es hasta demasiado machista para ser tú, Mona.

―La culpa la tienes tú ―sentenció. Me señaló de arriba a abajo―. Mira cómo vas vestida, como caminas, como hablas. Vas provocando a los tíos y lo has hecho con mi novio.

―Dios. Mío. Dame. Paciencia ―susurré cerrando los ojos.

―Comienza a hacerte a la idea de lo que eres. Una completa zorra que...

Y ya no escuché más. No escuché más porque me lancé hacia ella y le aventé una bofetada, la cual no vio venir. A la mierda las uñas. Ella intentó hacer un grito de guerra y se lanzó hacia mí, cosa que le salió tremendamente mal porque la agarré de los hombros, le puse la pierna entre las suyas y la dejé caer al suelo.

Ventajas de tener un hermano mayor, que me había enseñado a defenderme de mil formas diferentes. Si quisiera, os podría hacer un placaje en condiciones.

―¡Arizona!

Esa voz fue la de mi padre. Sentí sus manos en mi cintura y me apartó de Mona, a la cual tenía debajo de mí y le estaba a punto de atestar otra bofetada.

―Deja que le rompa todos y cada uno de sus huesos a esa fulana ―dije moviendo mis manos hacia ella, que se levantaba del suelo mientras se alisaba la ropa.

―Quieta, Arizona ―me ordenó papá. Me dejó en el suelo, a unos cuantos metros de su otra hija y me hizo dar la vuelta para mirarme.

―¿Qué haces aquí? ―Fue lo único que pude preguntar.

Pero entonces lo supe. Papá era el rector de la universidad a la que asistíamos tanto Mona como yo. Estaba segura que, o tenía el vídeo, o había oído algo de él.

―¿Por qué hay un vídeo sexual tuyo circulando por la universidad? ―preguntó cauto.

―Porque esta hija de puta lo ha colgado en la web de la universidad, papá ―dije dejando que de nuevo mis lágrimas se adueñaran de mi rostro.

―¿Cómo? ―preguntó sorprendido mirando a Mona. Yo la miré también y ella levantó la barbilla.

―Eso es mentira.

―Mira, te voy a matar ―gruñí acercándome a ella. Papá volvió a agarrarme para que no fuera hacia ella―. ¡Papa! ―me quejé.

―Voy a ver qué puedo hacer con esto ―dijo en un suspiro, quitándose el sudor de la frente con el dorso de la mano. Miro a Mona―. Vete ahora mismo, Mona. Quiero hablar con tu hermana.

―Yo no soy la hermana de esta imbécil ―susurré.

―¿No querías atención? Pues tómala toda, princesa ―dijo Mona pasando por mi lado antes de irse de casa.

Miré a papá con una mezcla de emociones que en ese momento no fui capaz de gestionar. Se me escapó un sollozo y él me abrazo fuerte, maldiciendo por lo bajo.

―Llevamos solo cuatro días de semestre, papá ―susurré entre sollozos―. ¿Qué voy a hacer ahora?

―Déjamelo todo a mí, ¿vale? Quédate hoy en casa, vuelvo en un par de horas.

―Vale...

―Y apaga el internet del móvil.

―Ahora lo haré...

Me pasé el resto del día en mi cama, llorando como cuando tenía tres años y mi madre me dejaba en la guardería. Dios mío, cómo lo odiaba. No sabía cómo mi padre iba a solucionar toda esa mierda, pero no sabía si tenía el valor de volver a pisar la universidad, en la que estaban muchos de mis compañeros del instituto, los cuales ya me veían como una fresca entonces.

No estaba preparada para recibir una ola de humillaciones.

Mi móvil sonó en una llamada y me quejé por lo bajo. Me habían estado llamando en número oculto todo el día. Miré la pantalla y el alivio recorrió mi cuerpo al ver que era mi hermano. Pero al instante entré en pánico. ¿Habría visto mi vídeo?

―Hola ―murmuré al teléfono cuando descolgué.

¿Cómo estás? ―se apresuró a preguntar.

Me salió un puchero involuntario.

―No lo sé...

Voy a hacerle la vida imposible a esa estúpida de mierda ―espetó malhumorado―. Haz tus maletas, te vienes conmigo a Nueva York.

―¿Cómo voy a irme a Nueva York, Quentin? ―Suspiré.

Pues como que vas a venir a Nueva York. Te acabo de mandar un billete al mail. Ahora me voy a reunir con el rector o con quién cojones haga falta para que te admitan aquí. Tienes las notas que hacen falta y te admitieron en primero, ¿verdad?

―Sí, pero...

Sí, pero no vas a volver a esa universidad y menos vas a tener que verle la cara a Mona si yo puedo evitarlo. Ya se está pasando de la raya, te ha puteado hasta lo más hondo y no has hecho nada. Así que lo voy a hacer yo. No voy a dejar que siga humillándote.

Y me colgó.

«¿Y ahora qué?»


¿Primeras impresiones?👀💖

(fecha de publicación: 22 de febrero de 2021)

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