1. Yo estudio

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Quentin me abrazó fuerte cuando llegué a dónde él estaba esperándome. Me aferré a su polo y suspiré aliviada de, por fin, estar con él.

―Ya estás aquí ―susurró acariciándome la espalda para luego besar mi cabeza.

―Gracias por todo, Quentin...

―No me las des, Ari.

Me separó un poco de él, me acunó las mejillas y besó mi frente unos segundos.

―Vamos al coche, anda.

No tardamos mucho en llegar al coche, tardamos más en subir mis maletas al coche. Llevaba un carrito entero. Cuando ya estuvo el coche cargado, subimos nosotros a él y Quentin arrancó.

Todo había ocurrido hacía solo un día. No había tardado nada en huir. Era cierto que tenía un billete de avión de Los Ángeles a Nueva York en el mail, así que no dudé nada en usarlo. Había hecho las maletas en menos de tres horas, incluso empaqueté el resto de mis cosas que no eran ropa para mandarlas al apartamento de mi hermano. No sabía cuando iban a llegar, pero al menos no había cosas mías al alcance de Mona.

Quizás os preguntaréis quién es Mona y de dónde ha salido.

Pues mis padres tuvieron una relación de pocos años en los que tuvieron a mi hermano y, al cabo de unos meses, se separaron. En el polvo de despedida, mi madre salió embarazada de mí. Ya estaban divorciados y mi padre no tenía por qué responsabilizarse de mí, pero lo hizo. Me puso su apellido y, en menos de dos años, mi padre obtuvo la custodia completa de los dos. Mi madre prefería pasarse los días trabajando y conociendo mundo en vez de cuidar de nosotros dos.

Mi padre empezó una relación con una mujer al año de yo nacer y de allí salió Mona, la cual solo tenía dos años menos que yo. Tres menos que Quentin. Papá se divorció de esa mujer al cabo de cinco años porque se dio cuenta de que solo buscaba su dinero. Ella se fue con Mona pero volvieron cuando ésta cumplió los quince para que su padre le diera los caprichos que la niña quisiera.

Un poco lío, sí. Pobre de mi padre.

A mi hermano y a mí nunca nos había gustado Mona. Quizás porque le gustaba más una pelea que a mí unas uñas bien hechas. Siempre tuvo una envidia muy evidente hacia mí, todo el mundo lo veía. Y por eso decidió que era bastante divertido hacerme la vida imposible quemándome ropa, haciéndome la zancadilla en el pasillo del instituto, difundiendo un vídeo sexual mío, entre otras MUCHAS cosas.

Siempre me había dicho que yo pedía atención siempre, cuando era todo lo contrario. Ella era la que buscaba atención y las pagaba conmigo.

―Íbamos a poner en alquiler la habitación sobrante, así que nos has venido de maravilla ―dijo mi hermano.

―Si llego a saberlo antes, le digo a Mona que suba ese vídeo.

―Lo siento, Ari, no quería...

―No, yo lo siento ―lo interrumpí, arrepentida―. No estoy demasiado receptiva, sé que no bromeabas...

Colocó su mano encima de las mías, las cuales tenía en el regazo y me las apretó en un gesto de cariño.

―Te quiero más que a nadie en este mundo, Arizona. No quiero que te dejes humillar más por Mona; por nadie. Yo no dejaré que lo hagan y me aseguraré de que Mona pague por todo lo que te ha hecho, especialmente por difundir este vídeo.

―Gracias, Quentin ―murmuré apoyando mi cabeza en su hombro―. Pero no le hagas daño.

―No, solo la he denunciado por difundir un vídeo sexual sin el consentimiento de los afectados, o sea, tuyo y de ese tío.

LOYD © (DISPONIBLE EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora