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    A la mañana siguiente Mila despertó con fastidio, no quería levantarse, pero ya había dormido lo suficiente, frotó su rostro con frustración. Tomó su celular, tenía algunos mensajes de sus amigas las cuales ha estado ignorando desde anoche, volvió a dejar el celular en la mesita, no quería responderles aún, se sentía avergonzada, pero no estaba segura si porque se dejó besar por un muchacho desconocido o por su reacción después de eso.

    Se levantó de su cama con pereza y fue directo a la cocina, donde encontró un sándwich tostado que su madre le había dejado; queso amarillo y mucha mortadela, con repollo y mucha salsa, su favorito. Tomó el sándwich y un vaso de jugo y se dirigió hasta el gran patio trasero de su casa, pero no antes de ir por su ballesta mientras mordisqueaba su pan por todo el lugar.

    Dejó su desayuno a un lado y empezó a disparar flechas a una diana sin cuidado alguno, comiendo entre recargas de flechas. Ese día sinceramente no quería hacer nada que no fuera eso, pero no se puede escapar de la realidad. Su padre salió de su estudio, que estaba a unos metros de ella, y la observó disparar al blanco, se acercó hasta su hija y se saludaron.

    -Anoche regresaste temprano de la fiesta- le comentó Gian. Había regresado antes de media noche y tal vez los padres mundanos no estaban acostumbrados a esto, pero cuando los hijos nefilim salían los padres asumían que volverían antes o incluso después del amanecer, pues los demonios no eran criaturas diurnas.

    -Sí, es que estaba aburrida- mintió.

    -Supongo que no estás acostumbrada a las fiestas mundanas- ella respondió con un simple "sí" y siguió disparando flechas, no quería verlos a los ojos aun tenía pena por lo de anoche -. Tu mamá y yo nos conocimos en una fiesta, un baile, en el pueblo donde ella vivía.

    Entonces ella lo vio.

    -¿En serio?

    -Sí, no hablamos mucho ni congeniamos, aunque tus tíos sí.

    -¿Y luego?

    -Pues, ellos se siguieron viendo e inevitablemente yo con tu madre...


    El lunes en la mañana Mila llegó al colegio, llegó un poco más tarde de lo que estaba acostumbrada pues se sentía tímida de darle la cara a sus amigas a las cuales intencionalmente no les dirigió la palabra durante todo el fin de semana. Las chicas estaban sentadas en el suelo afuera de su siguiente clase.

    -Hola y perdón- empezó a decir inmediatamente -, no debí irme y menos ignorarlas.

    Las chicas se miraron entre sí y luego de entenderse sus miradas hicieron espacio para que Mila se sentara, internamente agradeció al Ángel y se sentó.

    -Gracias por entender- les dijo.

    -No hay por qué, aparte no estuvo bien que Bruno te besara así- le dijo Marisol.

    -Se merecía esa patada- segundó Charlotte.

    -Sí, se tuvo que poner hielo en la pierna- comentó divertida Luisa.

    Al final del día Mila había olvidado lo que pasó el viernes, puso atención a todas sus clases y con sus amigas mató el tiempo durante los recesos. A la salida todas juntas cruzaron el portón de metal y como siempre se quedaron en la avenida conversando; bromeaban y reían como todos los días, Mila no estaba segura de por qué siempre los jóvenes mundanos estaban buscando pretextos hacerlo, era muy diferente de como crecían los Cazadores de Sombras.

    Las chicas vieron a sus amigos barones caminar hacia ellas desde la otra cuadra, desde donde estaba Mila no los podía ver, pero eso no quitaba el hecho de que Bruno cojeando venía hacia ella. Las muchachas se miraron entre sí, no sabían cómo decírselo a la nefilim, ni menos cómo reaccionaría.

El Relato Mundano de una Cazadora de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora