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    Dos días habían pasado ya desde que Mila inicio en el colegio, lo que significaba miércoles, lo que significaba educación física. Para la mayoría de estudiantes la educación física y todo lo que conllevaba la clase sería tedioso, pero Mila no era una estudiante regular y en cuanto a entrenar ella siempre era la primera en querer hacerlo.

    -Como odio los miércoles, con todo mi oscuro y negro corazón- comenta Luisa.

    Ella y el resto de sus amigas estaban tendidas en el suelo del gimnasio recobrando el aire después de trotar por diez minutos en círculos por toda el área. Algunas otras de sus compañeras tomaban agua o simplemente se concentraba en regular su respiración.

    -Yo también, odio arreglar mi cabello solo para arruinarlo aquí- confirmó Charlotte.

    -A mí me gustó calentar- dijo Mila con un tono que podríamos llamar complacida.

    -¡Cómo es que puedes correr y ni siquiera sudas? Yo troté y ahora estoy a punto de morir- exclama dramáticamente Marisol.

    -Practico deportes- dice alzando los brazos tratando de despistarlas.

    -Sí te gustan tanto los deportes entonces deberías y a los partidos de los chicos- le dice Andrea -. A nosotras no nos gustan, pero vamos por apoyo moral.

    -Cierto, el próximo sábado hay uno, ponemos ir- la invita Luisa -. Y de paso conocerías a Bruno.

    -Bien, creo que podría ir, ese día tengo que tomarme las medidas para un vestido, pero creo que si tendré tiempo- acepta.

    -¿Un vestido para qué?- pregunta curiosa Marisol.

    -Mi primo se va a casar, necesitamos estar bien, aunque odie las faldas.

    Mila rueda los ojos; en serio, ella odiaba las faldas. Por eso el ir al colegio se le hacía aún más tedioso.

    Probablemente el grupo de amigas hubieran seguido extendiendo la charla y las distracciones si el profesor de educación física no hubiera sonado el silbato indicándoles que el descanso había terminado.


    La semana pasó más rápido de lo que Mila esperaba, ya era viernes por la noche, la familia ya había terminado de cenar y ahora Erinne, Penélope y Lauren estaban limpiando la cocina, Dan y Mila estaban sentados en la barra comiendo postre de gelatina. Pero la verdadera razón por la que Mila se encontraba ahí es que necesitaba el lugar y memento perfecto para pedir permiso para ir al partido de la mañana siguiente.

    Estaba nerviosa y era ridículo, ella lo sabía, es decir, la dejaban salir en la noche y madrugada sola en las calles vacías de la ciudad a cazar demonios y otras criaturas pero en cuanto a mundanos no sabía qué pensar.

    Se llenó de valor y lo dijo:

    -Unas amigas del colegio....

    -¿Tienes amigas?- le interrumpe Dan cuestionándola.

    -Sí- le responde ella arrugando su entrecejo.

    -¿Pudiste hacer amigas mundanas?- eso ya le había parecido el colmo.

    -¡Sí, puedo hacer amigas mundanas! ¡Díganselo!- se dirige a su hermana y prima.

    Ellas se dieron la vuelta desde el fregadero y se miran entre si sin saber qué decir.

    -Bueno...- empieza a decir Penélope -Algunas veces con la gente que no es familia o que no conoces puedes ser...

    -Antisocial- termina la oración sin ninguna delicadeza Erinne.

El Relato Mundano de una Cazadora de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora