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    El lunes a las seis y media de la mañana puntualmente la nefilim bajó las escaleras uniformada, lista para dirigirse a su nuevo colegio. Al tocar sus pies con los inusuales mocasines la última grada de la escalera, su familia o la parte que estaba despierta a esta hora la miró.

    -¿Qué?- preguntó expectante por los curiosos ojos que la veían.

    -Nada- respondió Penélope, otra de sus tantos primos mayores.

    -El uniforme que te hizo mamá está bien- le dijo Ron.

    -Si, bien, no hay manera de arruinar más este uniforme- respondió Mila.

    Estaba viendo su falda plisada y esa camisa a rayas que por encima debía rematar con un chaleco del mismo color azul oscuro que la falda y esas medias blancas altas. Se sentía como una niña disfrazada o vestida ridículamente para un evento.

    -¿Dónde está mi mamá?- preguntó.

    -En la cocina- respondió Kloé sentada en un sofá individual.

    Despidiéndose con la mirada partió a la cocina donde encontró su madre preparando el desayuno. Lauren dio media vuelta y la miró finalmente con su nueva ropa puesta.

    -Estás lista- dijo sonriendo un poco.

    -Supongo- dijo Mila, volvió a ver su ropa con fastidio, esperando que algo en su atuendo hubiera cambiado y dejara de sentirse tan horrorosa. 

    -Te hice esto- le dio a su hija un contenedor con comida caliente y una botella de jugo -. ¿Tienes dinero?

    -Sí.

    -¿Te despediste de tu papá?- preguntaba como cualquier madre preocupada, esa no era una    gran diferencia ente una madre mundana o una nefilim.

    -Fue el primero en verme con mi uniforme- respondió guardando el almuerzo en su mochila azul -. Hasta luego- se despidió.

    -Hasta luego, que el ángel te proteja.

    Salió por la puerta trasera de la cocina, no quería que nadie más en la casa la viera con aquella ropa. Al estar afuera sacó su estela de su bolsillo y rápidamente dibujó una runa en el dorso de su brazo; una runa que hacía desaparecer a las demás, incluyéndose, una runa nueva, no dada por el ángel.

    Se sentía extraña al no tener sus runas, miró sus brazos, guardó su estela y sacó su celular luego con el reflejo de éste se miró, era aún más extraño ver que no tenía su marca angelical, la primera que recibió. Tendría que redibujar la runa en unas horas para no perder el efecto, pero con su piel ahora blanca y limpia pudo partir a lo que sería su vida por los próximos tres meses.

    -Pintoresco- comentó sin mucha emoción viendo el frente del colegio.

    Miró a su alrededor, estaba rodeada de otras muchachas igualmente uniformadas y listas para comenzar con la semana escolar. Se veía tan igual a ellas y sin embargo no podía dejar de pensar en el mundo de diferencia que había entre esas chicas y sí misma.

    Pocos minutos antes de las siete de la mañana, las puertas se abrieron y todas las estudiantes empezaron a entrar, de pie en el marco estaba el guardia siendo saludado de vez en cuando por las alumnas.

    -Hola, soy nueva aquí, ¿qué tengo que hacer?- le preguntó al hombre mayor.

    -Ve a la dirección, ahí sabrán que hacer, si tus padres te inscribieron entonces deben de estarte esperando...

El Relato Mundano de una Cazadora de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora