☪6☪

4 1 0
                                    

    El día que se conocieron nadie esperó que pasara lo que pasó esa mañana de sábado, Mila paseaba por las calles de San José con sus amigas, el sol brillaba a lo alto y la conversación era de esas que no son importantes, sin embargo, servían para entretenerse.

    -¡La profesora Carolina me chupa un huevo!

    -Tú no tienes huevos, Charlotte- le dijo Luisa. Todas rieron.

    -No me importa, si tuviera me lo chuparía. ¡No puede ser que me diera un sesenta y ocho como nota en mi examen!

    Estaban a punto de cruzar la calle cuando el semáforo cambió a rojo, las muchachas se detuvieron a un lado de la calle a esperar. Al otro lado de la calle Mila vio a una chica de piel morena y cabello azabache, era como de su edad, un poco más baja. Y la chica sin ninguna preocupación o sin siquiera fijarse a ambos lados puso sus pies en el asfalto decidida a cruzarlo.

     Mila vio su acción y con preocupación la siguió con la vista, "¡que chica tan tonta!" pensó cuando esquivó un autobús a mitad de la calle, definitivamente que chica tan tonta, porque al esquivar ese autobús se lanzó directamente a la vía de un auto.

    La chica abrió los ojos con sorpresa cuando se dio cuenta del auto y que no podría esquivarlo, luego el parachoques de este la golpeó, la chica cayó para atrás un par de pasos aterrizando sobre su espalda e inconsciente. Mila gritó con horro y corrió hasta ella con preocupación, se arrodillo a su lado extendió su mano para tocarla, pero luego la retrajo con temor.

    El conductor del auto de inmediato salió con preocupación del auto al sentir el golpe. Y sus amigas con dudad se acercaron a Mila, nadie entendía lo qué estaba pasando.

    -¿Qué haces ahí, niña?- le preguntó el conductor.

    -Usted atropello a una muchacha- le dijo ella.

    -No atropellé a nadie- dijo él.

    -¿Qué?- preguntó Mila consternada.

    -Mila, no hay nada- dijo una de sus amigas. Y Mila sorprendida comprendió.

    -No la pueden ver- murmuró para sí misma.

    Con consternación subió una de las mangas de la chica y vio una runa, esa chica, era una Cazadora de Sombras, como ella... Debía estar usando un glamour pues nadie más la podía ver. Y Mila se encontró con una difícil pregunta "¿y ahora qué rayos hago?".

    -Chicas vallasen de aquí- les pidió -. Les contaré todo luego, pero por favor vallasen.

    Debió haber sido la súplica en sus ojos, porque ellas sólo callaron y tristemente hicieron lo que Mila les pidió. El conductor que seguía ahí no le dio más importancia al asunto y se metió en su auto. Ahora Mila bebía ver qué hacía para arreglar esta situación.

    -¡Niña, quítate de ahí!- le gritó el conductor.

    Ella con sólo esa idea en su mente, tomó el cuerpo inconsciente de la chica y lo arrastró hasta el otro extremo de la calle, parándose a medio camino para indicarle al auto del otro carril que parara, aunque no era su deber, pues la luz seguía en verde. Con un poco de esfuerzo llegó a la cuadra de la cual veía la otra nefilim, bajó unos pequeños peldaños aun arrastrando al cuerpo inconsciente, debió haberse visto como todo un espectáculo; una chica arrastrando peso invisible.

    Agradeció que estuviera cerca y dejó a la chica junto en el suelo entre la parte trasera de una banca y un árbol. No tenía idea de qué hacer y menos sabiendo que estaba en medio del mundo mundano, pero sería mejor que no la vieran interactuando con el aire como si fuera una loca; así que con un poco de preocupación por lo que iba a hacer, tomó su estela, se fijó a los lados de que no hubiera alguien cerca que la pudiera ver y deglamurizó a la chica.

El Relato Mundano de una Cazadora de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora