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    Noche de luna llena, la noche perfecta para aquellos cultos mundanos que por el bien común nunca debieron de existir; ésta noche la joven nefilim habría llegado en medio del ritual a interrumpir tal acto, topándose con un demonio rahad al que asesinó con su cuchillo seráfico, y también topándose con un puñado de mortales ajenos de sus acciones, de los cuales una parte de ellos huyeron temerosos de la escena y otra parte, la más pequeña, trataron de detenerla de herir a la criatura que tanto idolatraban.

    La muchacha ahora se encontraba frente al director de su instituto, con el rostro sucio, el cabello oscuro salido de su cola de caballo y la ropa salpicada de icor de demonio. Dando la cara a su superior por haber cometido muchas imprudencias durante su misión informal.

    -¿Te das cuenta de que la gran mayoría del tiempo no es necesario que intervengamos en este tipo de cultos por que el problema casi siempre su resuelve solo?

    -Sí, señor- respondió con la cabeza un poco baja y las manos entrelazadas detrás de su espalda. Tenía su espada también sucia en la funda que colgaba del lado derecho de su cadera y en su espalda, su arma favorita, una ballesta de madera desgastada por tanto uso.

    -¿Y que lo que hiciste fue peligroso para un cazador de sombras de tu nivel?- el director del Instituto de San José, Mario Mountheart, un hombre de hombros anchos y piel bronceada, cabello y bigote negro, también escazas canas. Así como cicatrices y las runas que tanto caracterizaban a los de su especie.

    -Sí, señor- volvió a responder.

    -¿Y que muchas personas salieron heridas e incluso una de ellas pudiste haber sido tú?

    -Sí, señor- respondía como una soldado obediente y responsable de sus actos, porque eso era, para eso fue entrenada, para eso nació.

    -Tendré que darte un castigo e informar a tus padres.

    -¡Tío!- reclama dejando su pose y alzando su cabeza.

    -No me dejas opción, Mila.

    -Por favor, tío Mario, sólo no les digas, castígame o lo que sea, pero no ellos- ruega.

    -Ya es tarde, ya los llamé, vienen en camino- él rodea su escritorio y se sienta en su silla -. Quieren que lleguemos al acuerdo de tu castigo juntos.

    -¡Es la peor idea que se te ha ocurrido!-comenta ganándose una mala cara por parte del director -Sin ofender, tío.

                                                                                                                                                      En ese preciso momento la puerta de la oficina principal en el Instituto es abierta por nada más y nada menos que los padres molestos y preocupados de Mila, Gian y Laurel Mountheart, él muy parecido a su hermano mayor y ella, baja, al igual que su hija, pero a diferencia de ella con tés más clara y el cabello teñido de canas asemejando iluminaciones.

    -¡Por el ángel! Son las tres de la mañana, Mila- exclamó su madre, entre aliviada y enojada.

    Su padre por el contrario un poco más relajado, de inmediato su hija lo abrazó indicándole que estaba bien.

    -Mami...- empezó ella a disculparse, pero su progenitora de al instante la interrumpió.

    -Ve a esperarnos en el auto, Mila- señala la puerta.

    -Sí. Hasta luego, tío.

    -Hasta luego, Mila.

    Fue lo último que escuchó antes de seguir las ordenes de su madre.

El Relato Mundano de una Cazadora de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora