El salón estaba vacío, completamente vacío, excepto el felino de pelaje blanquecino que me observaba con ojos atentos desde el respaldo de uno de los sillones esparcidos por el norme salón inundado con las sombras que se colaban por la ventana. Anduve hasta él y observé esos ojos azules que me miraban con extraña picardía e interés. Una muy fina línea negra parecía rajar en dos el iris, y un mar azul se cernía y teñía la superficie con pequeñas espirales trazadas con un pincel. Los bigotes recios, tensos, mirando hacia una misma dirección, centrados en un solo punto, pintados suavemente por la luz de la luna. Tanta belleza concentrada en un mismo sitio. Me puse de cuclillas, intentando evitar resbalar por el suelo de mármol a causa de mis pies descalzos congelados al tacto. El frío parecía atravesar mi piel desnuda como una navaja atraviesa la carne. Pero esta navaja era mucho mas potente y amenazadora. Sentía el recorrer de unos escalofríos por toda mi espalda y columna vertebral, que se convertían en suaves sacudidas y me hacían tiritar. El vestido plateado siseando a mis pies. El gato me miraba con la cabeza ligeramente ladeada hacia un lado, con las orejas puntiagudas cayendo con el. Alcé una mano y con cuidado le acaricié la nariz, subiendo hacia arriba y dándole caricias en la parte superior de la cabeza con delicadeza. Este, en respuesta, cerró los ojos y empezó a ronronear lentamente, dándome la señal que agradecía mi compañía. Al igual que yo. No podía dejar de pensar en Len. En lo que había sucedido. El mirar esos ojos azules cerrados, angustiados, mientras soñaba. Un sueño no. Una pesadilla. Sentía un peso en el corazón que por momentos me hacía pensar que me podría caer y no volverme a levantar. Había algo en el que había cambiado completamente. Tanto su forma de ver las cosas como... su forma de verme a mi. Ese momento en el que me había hablado de aquella forma en el jardín... la forma en la que me miraba. No parecía el príncipe Len que todos los aldeanos de Eragon conocían, distante, frío y a veces incluso cruel. Solo era un muchacho que buscaba amor y la atención de las personas que supuestamente le amaban. Aparentaba tener absolutamente todo lo que cualquiera pudiera desear, pero lo único que tenía era una máscara que utilizaba para ocultar todos los sentimientos que le rondaban por la cabeza y se arremolinaban en su dolido corazón. Un corazón que buscaba protección y refugio. Alcancé a recoger la rosa que me había dado antes con mis temblorosos dedos de detrás de mi oreja. La cogí entre una de mis manos y la observé. Parecía una simple rosa normal como todas las demás que estaban juntas en la rosaleda. Las espinas ya no estaban presentes, dejando a la vista un tallo limpio y suave. La luz de la luna bañaba cada pétalo, haciéndola parecer completamente plateada. Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios pintados de un rojo rubí. El animal maulló bajito y se bajó de un elegante salto del sillón, con el rabo en alto. Parecía cómodo conmigo, ya que empujó su cabeza contra uno de mis muslos ligeramente descubierto, dejando a la vista mi piel, dando señales del frío que me estaba recorriendo. Me senté y le acaricié el lomo despacio, escuchando sus leves maullidos, alejándose y acercándose por momentos.
- No sabía que tuvieras tanto interés por los felinos.
La voz venía de detrás de mi, y me incorporé con la mirada entrecerrada. Drak me miraba con ojos curiosos y ligeramente angustiados, una leve pizca de angustia brillaba en ellos. No llevaba el uniforme con el que siempre merodeaba por la casa. Además, parecía agotado. Sus ojos de un azul muy oscuro apagados totalmente. Unas ojeras se situaban debajo. Parecía agotado... y arrepentido. Lo podía notar en la forma en la que se fue acercando a mi, con las manos en los bolsillos de su pijama, la mirada perdida y confusa. Parecía no percatarse de ninguno de sus movimientos, como si fuera un muñeco de trapo, al que cualquiera pudiera controlar con un par de cuerdas. Cuando me hubo alcanzado, se quedó quieto frente a mi, mostrando su altura comparada con la mía. Debí haberme sentido acobardada, pero no lo hice. Estaba muy cerca, no apartaba la mirada de mis ojos.
-¿Que?--pregunté, empezando a sentirme confusa por la situación.
Una sonrisa se dibujó en sus labios. Y por una vez parecía real esa sonrisa dirigida hacia mi. Por una vez no parecía fingirlo. Una sonrisa abierta y sin restricciones, sin burlas ni muecas. Algo dentro de mi quiso no creerle, odiarle por las veces que me había tratado mal. Las veces que me hizo sentir inferior. Pero un simple vistazo a esos ojos me hizo darme cuenta que por mas que quisiera no sería capaz de odiar a nadie. Incluso a este hombre arrogante frente a mi.
- Ahora hazlo tu-- dijo calmado, con la vista clavada en mi cuerpo.
Fruncí el ceño, sin entender lo que quería. Entonces, se acercó mas y alzó una mano y la dirigió hacia mi. Observé su callosa mano llegando hasta mi mejilla y acariciando con los dedos que me hacían leves cosquillas. Esa caricia subió y llegó hasta la sien, frotando suavemente con el pulgar, siempre con dulzura. Un escalofrío subió por mi espalda al sentir su piel rozándome el rostro. Y entonces se detuvo, colocando su mano derecha en el costado de mi rostro. Con otro dedo atrapó un mechón de mi cabello y lo colocó detrás de mi oreja, con delicadeza. Hasta ese momento no me había percatado, pero había estado con los ojos cerrados. Cuando por fin los abrí pude sentir y ver como su otra mano huesuda y grande la colocaba en mi cintura lentamente. Estaba siendo muy gentil y amable. En ese momento, le recorrí el rostro con los ojos verdes y pude ver unas lágrimas en los suyos. Bordes de plata brillando en los bordes, mojando las pestañas. Algo dentro de mi se retorció y se quebró. Un dolor constante latiendo en mi pecho roto. Un dolor que no llegaba a comprender. Pero cuando escuché su voz susurrándome me olvidé de todo:
-Sonríe, por favor-- su mano en mi cintura tembló, pero no se separó de mi contacto.
Era verdad. Nunca antes le había sonreído. No le había dedicado ni un solo pestañeo desde que nos conocimos. Le observé el rostro demacrado por la angustia y el cabello negro desordenado cayendo sobre su frente como sombras. Mantuve la mirada fija en el durante un momento muy largo, solo escrutándole cada rincón con atención. El dolor seguía presente con persistencia, pero se había trasladado al corazón, que latía y hacía que me vibraran los huesos de una forma que llegaba a ser dolorosa. Entonces, extendí las comisuras de mis labios y le sonreí, amplia y alegre, con los ojos verdes brillando intensamente. El agarre en mi rostro se aflojó, hasta que su mano cayó dejándola quieta en uno de los costados de su cuerpo musculoso que ahora estaba débil y podía descomponerse en diminutos fragmentos en cualquier instante. No podía describir la sensación que me recorrió todo el cuerpo cuando el calor de su tacto abandonó mi rostro. Me sentí fría como un témpano de hielo. La mano que había caído la colocó sobre mi cintura despacio y suave como una pluma. Me temblaban las rodillas. Podría caerme de bruces sino tuviera sus manos a mi alrededor. Los ojos me palpitaban cuando murmuró:
- Tienes una sonrisa hermosa-- su tono de voz sonaba vacío, triste y lejano...-- Me recuerdas mucho a ella...
Su voz se rompió completamente y su cuerpo falló, cayendo sobre mi. Caímos a los pies de uno de los sillones y estuve a punto de golpearme en la cabeza, pudiendo quedarme inconsciente, pero eso no sucedió. Mi cabello anaranjado estaba revuelto sobre el suelo de mármol y me ardían las mejillas. El vestido se me había subido lo suficiente como para dejar a la vista mi cuerpo de cintura para abajo. Pero me dio igual. Solo me centré en Drak. Su cuerpo era enorme comparado con el mío, musculoso y grande sobre uno pequeño y delicado. Pero no le aparté. Le mantuve a mi lado. ¿Ella? pensé. ¿Quien sería?
Mi mente no era más que un barullo de sentimientos mezclados que amenazaban con una navaja a mi corazón. El no estaba inconsciente. Solo agotado. Lo pude sentir porque movió su cabeza hasta colocarla entre mis pechos con un sollozo. Nunca había visto esa parte de el... y realmente sentía mucha lástima por él. Moví una mano hacia su cabeza y tuve el atrevimiento de acariciarle el cabello sedoso oscuro, pero me contuve y la eché hacia atrás. Pude escuchar su voz vibrando por el interior de mi ser:
- Su sonrisa era una de las cosas mas hermosas que jamás había visto... Se parecía mucho a la luz que puede llegar a desprender una estrella, era reluciente, si... Una luz que alumbró mi vida por completo, ella era mi luz, y ya no está. Y nunca volverá.
Iba a hablar, pero pude sentir el pesar de sus sollozos convertidos en sueños que habían nublado sus hermosos ojos azules y le habían hecho perder el sentido, quedándose dormido sobre mi pecho, observando las estrellas brillantes en el oscuro y horripilante cielo que nos envolvió con su manto.
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Luna roja
Teen FictionMeve, una ladrona de la aldea Eragon, mantiene a su familia formada por su madre y su hermana pequeña, Shive, a base de robar a los aldeanos. Ella odia vivir allí por la escasez de justicia, tanto como al rey, Kank, como a su querido hijo, Len. Pero...