Capítulo 5

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-Despierta querida... —susurró una voz dulce y calmada dentro de mi cabeza.

Sentí el agarre de unas manos jóvenes sobre mis hombros, acariciando y agitándolos suavemente. Después ese tacto pasó a mi cara. La palma de su mano era acogedora contra mi piel fría y sucia. Lentamente, fui abriendo un ojo, y descubrí donde estaba. Me encontraba tumbada en una preciosa cama con sábanas rojo rubí  y unas mullidas almohadas situadas detrás de mi cabeza. Estaba dentro de la calidez de la cama que me envolvía y me resguardaba del frío. Delante había una chimenea con una silla de madera, con el fuego alzándose en espirales rojizas. Una ventana con cortinas blancas a los lados, daba a ver el bosque de los susurros, con los árboles alzándose con impotencia sobre mi, meciendo mis pesadillas tenebrosas. Incorporé un poco la cabeza hacia delante y miré a mis lados, descubriendo a la muchacha de hacía dos días. Estaba sentada encima del borde de la cama, y me miraba preocupada y a la vez aliviada. Llevaba puesto un hermoso vestido rojo con escote, las clavículas desnudas a la luz dorada del sol matutino. Tenía el cabello negro suelto, con ligeros tirabuzones y ondas al final siseando sobre su espalda desnuda. Tenía un rostro hermoso, suave como el agua. Sus ojos marrones me miraban preocupados.

-Lamentó mucho lo que te ha sucedido y como te trató Drak anoche. Él se comporta como un idiota la mayoría del tiempo—¿Drak? Debía de ser el hombre de ayer, al que dejé tumbado en el suelo con mi puño estampado en su cara— De verás que lo lamento.

Su voz era increíblemente amable y delicada.

- Te traje aquí cuando Drak me avisó de lo sucedido, el mismo té cogió en brazos llevándote hasta mi—abrí los ojos atónita— Con la cara amoratada y sangrante— yo me sonrojé al acordarme de lo que le hice en el rostro, pero ella no estaba enfadada, soltó una risa alegre— No te preocupes, se lo merecía. 

Hermosa, amable, dulce y divertida. Era perfecta. Al contrario que yo.

-Gracias por traerme aquí...— dije— No soportaba más estar ahí encerrada. 

Ella negó un poco con la cabeza.

-No tienes que darlas— puso una mano en mi hombro, pero yo no lo aparté— Soy Lexia, princesa y hermana de Len.

Casi grité por las palabras que salieron de su boca. No dije nada al respecto, mantuve el silencio, pero yo también dije:

- Yo soy Meve, ladrona de la aldea de Eragon.

Me sorprendió bastante su expresión al haber dicho que era una ladrona. No era burlona, ni despreciable. Estaba calmada. Estaba sorprendida pero pude ver que no era de una manera para humillarme. Eso me relajó. Miré las ropas que llevaba, y no llevaba las de hace unos días, sino un fino y corto camisón color blanco que no me llegaba ni por las rodillas. No llevaba nada debajo. 

- Te lo puse yo—murmuró, un poco avergonzada— Estabas inconsciente, y no podía dejar que te metieras en la cama tan sucia y mal cuidada. Además, Drak se negó en rotundo.

Suspiré de alivio y solté una risita con las mejillas encendidas. Miré hacia abajo, mi cabello anaranjado cayó delante, como cortinas. 

-¿Porqué estoy aquí?—pregunté.

Pude escuchar el sonido de un suspiro proveniente de Lexia. Un suspiro apenado.

- Todo esto tiene que ver por tus robos constantes en Eragon, quieren que cambies, que cumplas una condena aquí metida sin ver a tu familia. Durante más de dos años.

Agarré con fuerza las sábanas entre mis dedos y apreté, dejándome los nudillos en blanco. No podía no ver a mi familia durante tanto tiempo. ¿Que sería de ellas? ¿Que harían sin mí en casa? Me llevé unas manos a la cara y me la tapé. 

Luna rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora