Capítulo 7

18 1 0
                                    

Era una noche oscura, pintada por las sombras. Una terrorífica luna roja se alzaba en el cielo teñido de estrellas poco brillantes. Unas inmensas nubes la rodeaban y nublaban su vista, pareciendo un camino de sangre de la gente inocente derramada sin piedad. Sus sueños y sus miedos destruidos para siempre. Caminaba en un inmenso círculo cubierto de barro, con la luz color rojo rubí cubriendo mis ojos verdosos. Todo estaba iluminado en tonos bajos, haciéndolo todo tenebroso y horripilante. Andaba descalza y el barro pegajoso se quedaba pegado a la planta de mis pies y me costaba más caminar por cada paso que daba. Llevaba el camisón, y varios temblores recorrieron mi cuerpo. Era una luz en medio de cientos de sombras que se escurrían entre las esquinas y se escondían esquivando mi presencia. Una brisa de viento escalofriante hizo que el vello de mi nuca se erizase al sentir un aliento helado. Me di la vuelta, buscando con la mirada al que me había soplado en el cuello. Pero no había nadie. Sentí de nuevo ese aliento en mi cuello, y volví a buscar con la mirada, angustiada. Algo se retorció en mi interior lentamente. Escuché unos pasos casi inaudibles a mis oídos, arrastrándose por el barro llegando hasta mi. Me di la vuelta, y descubrí a Shive empapada en sangre mirándome con los ojos vacíos y sin color. Completamente negros. Me lancé con lagrimas en los ojos hacia ella y se desvaneció entre mis brazos cuando intenté tocarla. No la había llegado a tocar, pero observé mi cuerpo empapado de sangre roja como la luna que se alzaba en el cielo amenazante. Me pasé las manos por el torso y observé mis manos callosas y con arañazos con el líquido recorriéndolas como un río. Empecé a gritar su nombre como eco agonizado en mi boca. Apareció de nuevo, con una daga en su mano, dirigiéndola hacia su pecho muy despacio mientras decía sin ningún tipo de remordimiento:

- Esto lo has provocado tú.

Y se clavó la daga en el pecho, atravesándolo limpiamente, dejándome derrumbada envuelta en su sangre y sus cenizas negras. 


Me levanté de un sobresalto de la cama, sudando sin control. Me iba el corazón acelerado debajo del camisón mojado con un sudor congelado que me hizo tiritar. Respiré hondo, inspirando y expirando despacio, con el aliento caliente golpeando con delicadeza mis manos frías. Tenía los ojos mojados, al igual que las pestañas, que me hacían cosquillas. Desplomé la cabeza sobre la almohada y me llevé las manos a la cara ardiente con un sollozo roto. Había sido solo una pesadilla. Solo una pesadilla... Saqué el cuerpo de debajo de las sábanas y me tumbé con las piernas estiradas con los pies tensos. No podía dejar de pensar en lo sucedido. No podía... Me dolía el corazón y quise echarme a llorar, pero aguanté las ganas cuando la puerta de la habitación se abrió y dejó ver a Len con una camisa blanca y unos pantalones negros de seda aterciopelada. La camisa estaba abierta levemente por el cuello, dejando ver sus clavículas. Tenía el cabello rubio revoltoso y los ojos azules brillantes y emocionados. Entró y cerró la puerta tras de si. Estaba con una sonrisa, pero se borró de su rostro al verme en el estado en el que me encontraba. Todo el camisón mojado en sudor, el cabello despeinado y la cara pálida como el papel. Rodeó la cama y se sentó en el borde con los ojos posados en mi. Me recorrió el cuerpo y el rostro con la mirada preocupada, con el ceño fruncido levemente. Alzó una mano para tocarme la frente, y cuando su contacto rozó mi piel, me sobresalté un poco hacia atrás, pero no lo suficiente para que su roce me abandonara.Len notó mi angustia y el miedo brillando en mis ojos verdes y preguntó:

- ¿Te encuentras bien?

No dije nada, simplemente le observé agotada. Su mano seguía en mi frente y le pasó un dedo para comprobar la temperatura. 

- Estas ardiendo.

Agitó un poco la mano en señal de afirmación de que tenía fiebre. Se levantó y rebuscó en uno de los cajones de la mesita de al lado de la cama y sacó un termómetro que me tendió para que me lo colocara. Me lo puse debajo de la axila y esperé.

Luna rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora