Capítulo 4. "Excéntrica cuatro ojos"

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ZOOLÓGICO DE CENTRAL PARK, NUEVA YORK. AGOSTO, DOMINGO.

Aún en el zoológico, los muchachos decidieron ir al Dancing Crane Cafe a comprar algunos aperitivos para saciar el hambre luego de un largo recorrido de dos horas. Hange seguía extasiada después de conocer diferentes especies de animales y ver con sus propios ojos el comportamiento de cada uno. El comprender todo lo que se le había denegado durante estos años, indujo que no perdiera ni un solo detalle de cualquier cosa que tuviera enfrente. Observando a la gente pasar, deseando entablar una conversación con quien fuera y saber sobre los diferentes tipos de vida; anhelaba mucho socializar. Sin embargo no podía hacerlo, recordando el pedimento de Levi acerca de que tenía prohibido hablar con absolutamente nadie; referente a ella las cosas se debían hacer con calma y precaución. Al principio eso no le importó, ya que los animales llamaron más su atención y las personas pasaron a ser segundo plano. También por primera vez sintió algunos cambios drásticos en su cuerpo, principalmente en sus piernas y pies, ignoraba como debía llamar aquello así que le platicó a Levi sobre ese "síntoma".

—Estás cansada—le comentó en voz baja—. Es normal, no estás acostumbrada a hacer recorridos largos.

La reacción de Hange fue todo lo contario al esperado a la de una persona común y corriente con piernas entumecidas y pies adoloridos debido a una extenuante caminata. La felicidad en su semblante no desaparecía, era como si disfrutara la incomodidad de sus articulaciones. ¿Lo había experimentado antes? No lo recordaba, por más que hacía memoria no lograba rememorar mucho de su pasado. Dejando de lado ese tema, Hange percibió otra desagradable sensación cuando de pronto todo a su alrededor se opacó, se talló los ojos por décima vez intentado aclarar su vista. Siguió su andar como si nada hubiese pasado, todavía aferrándose a la cálida mano de Levi. A unos pocos metros al frente, Hange pudo ver un inmueble de concreto de un solo piso muy simétrico en cuanto a estructura. A los alrededores, específicamente en los pasillos, había puestos de comida rápida como hot dogs, hamburguesas y banderillas que desprendían un rico aroma.

—Ven, tienes que lavarte las manos—habló Levi de repente, dirigiéndose ambos a los sanitarios—. No podré entrar contigo, te espero aquí. No tardes.

Hange asintió, apresurándose a entrar para quitarse el exceso de gel antibacterial que tenía en las manos. Levi iba a hacer lo mismo, cuando vio a Isabel correr hacia su dirección.

—Al fin un baño—exclamó Isabel, tratando de ocultar sus verdaderas intenciones aparentando inocencia frente a su hermano, cosa que no funcionó —. Tengo muchas ganas.

Y antes de que Levi le dijera algo, entró presurosa al sanitario encontrándose a Hange sola y concentrada en su labor. La ojiverde se acercó a los lavabos, despacio, como si fuera un león que acechaba su presa.

—¡Hans!—la llamó en un tono de falso asombro, provocando un leve estremecimiento en la aludida quien no había notado su presencia—. Por fin te encuentro sola, tengo mucha curiosidad de saber sobre tu vida.

Hange no respondió enseguida, simplemente regresó a su tarea de terminarse de lavar bien las manos tal como Levi le había enseñado a hacerlo. Tomó una toallita de papel del dispensador que estaba colgado en la pared, mientras Isabel esperaba impaciente la respuesta. Al terminar de secarse, miró a la menor con sumo interés, sonriéndole ampliamente. En la noche anterior Levi le había advertido que la ojiverde intentaría sonsacarle información sobre su vida y que debía tener cuidado lo que decía frente a ella. Tomando en consideración que la curiosidad era mutua, Hange pensó que podría entablar una pequeña charla con la adolescente sin que el enano se enterase; sinceramente era más primordial saciar sus ansias de conocimientos que las reglas de Levi. Al fin de cuentas ignoraba lo que era correcto e incorrecto, lo que era bueno y era malo, lo que estaba bien y lo que estaba mal, su consciencia aún no podía diferenciarlos.

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