Capítulo 8 El poder de una Tirana

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Caminamos por un rato sin rumbo fijo, realmente ella me arrastraba a cuestas mientras se encontraba de mal humor, yo sin valor alguno traté de decirle algo para romper el hielo del momento, hasta que ella se detuvo por unos momentos y me hizo una extraña pregunta.

— Oye, ¿Ella te parecía linda? — Preguntó la rubia sin titubear, dejando su rostro siempre al frente.

— La verdad, sí, es algo linda, ¿Por qué preguntas? — Allí sentí que la cagué, si el humor de Pacífica estaba hecho un desastre, ahora parecía desbordar maldiciones en hebreo por doquier, hasta oí el rechinar de sus dientes.

— Por nada. —Ella murmuró con molestia mientras entrecerraba los ojos. —Hombres.

— ¿Perdón?— Escuché claramente lo que murmuró.

— No es nada Dipper, solo sigamos.

Pacífica siguió caminando conmigo hacía lo que parecía ser un cine que había sido abierto no hace mucho, el año pasado eso no estaba ahí, pero había un detalle, la fila parecía ser interminable, por lo cual, me desanimé bastante.

— Solo mira la fila, ¡Es gigantesca! —Suspiré por la decepción. 

— Oye chico no te desanimes, ¿Acaso sabes con quien estas saliendo? Solo déjamelo a mí. — Pacífica recuperó su confianza en un abrir y cerrar de ojos, caminando hacía la taquilla de entradas donde atendía una señora cuarentona.

Yo solo podía ver como Pacífica entabló una conversación con la señora, al parecer la convenció y ella le entregó un dúo de entradas doradas... ¿Espera? ¿Qué ha hecho ella? Pacífica regresó a mí con una sonrisita vencedora y un llavero en manos, la gente de la fila (Unos 125) nos miraron con envidia, especialmente a mí, por alguna razón sentía que me estaban masacrando con la mirada, especialmente los chicos.

— ¿Qué hiciste? — Pregunté mientras cruzaba los brazos.

— Nada, solo pedí las llaves V.I.P — Comentó ella mientras suspiraba llena de éxito.

— ¿Muy bien? — Quedé en las mismas, sin saber qué había pasado.

— Bueno, no perdamos tiempo, hay algo que necesito hablar contigo, ¡Entremos! —Pacífica me tomó nuevamente, esta vez de la muñeca y me jalaba hacia ella mientras caminaba, otra vez sentía el odio que los chicos emanaban hacía mi... ¿Por qué me odian tanto?

Entramos a las instalaciones del cine y en eso, un grupo de vigilantes se acercaron a nosotros, rodeándonos rápidamente.

—Señorita, es un gusto verla por acá. — El que parecía ser el jefe de los vigilantes habló, saludando a Pacífica con mucho respeto y admiración.

— Sí sí, igualmente, prepara mi sala por favor — Reclamó ella con autoridad absoluta.

— Por acá, sígueme. — El hombre caminaba adelante y Pacífica atrás, mientras me seguía tomando de la mano a cuestas, realmente era algo cansón el ser tomado por ella de esa forma, me sentía como un perrito que seguía a su dueña por todos lados.

— Qué cine tan elegante. — Comenté mientras apreciaba las instalaciones y la decoración de las galerías del cine, todo estaba finamente cuidado al detalle, esto parecía ser un cine cinco estrellas o algo así por el estilo.

— ¿Puedo preguntar quién es él señorito? — Preguntó con recelo el hombre que parecía escoltar a la rubia.

— Soy Dipp*...—Pacífica me cayó con sus dedos, para luego hablar ella.

— Él es primo de mi entrenador de Golf, le debía un favor y aquí lo traje. — Ella lo dijo con tanta confianza que hasta yo me lo creería, la naturalidad para mentir de Pacífica era un don muy trabajado.

— Está bien, sigamos.

Yo no tuve ni la más mínima idea de porque ella mintió sobre mí.

Finalmente llegamos a uno de los espacios más alejados del público, una habitación que parecía ser reservado para celebridades, políticos o algo así por el estilo. ¿A dónde diablos me ha traído Pacífica? El hombre nos dejó solos luego de escoltarnos aparentemente y cerró la puerta del lugar regresandole la llave a Pacífica, realmente no había nadie quien molestara, solo éramos Pacífica y yo, y sin saber qué pasaría, que lugar es este, y que ocurrió con la película.

— Pacífica, ¿Qué es esto y por qué te atienden como si fueras una diosa? — Yo estaba con la incertidumbre a millón, que demonios sucedía con este lugar.

— Parece que no lo sabes, este lugar es mío, esta habitación V.I.P también es mía, y... el centro comercial que está al lado de aquí también lo es, ¿Alguna pregunta?— Ella mientras sonreía sarcásticamente se recostó en su asiento doble, dejando un puesto libre, el cual comenzó a palmear indicándome para que yo me sentara. — Este es mi reino, bienvenido a mi mundo, mortal. —

— Que graciosa. — Yo no tenía palabras para responder, simplemente estaba sorprendido por el poder y la ambición de la chica que me acompañaba, ¿En qué lugar me acabo de meter? Me senté al lado de ella un tanto incómodo, como si no pudiera encajar con ese ambiente de lujos descomunales.

— Espero que no estés incómodo, siéntete como en casa, porque necesito preguntarte algo. — Pacífica cambió su expresión a una más seria y fría.

— ¿De qué quieres saber? — Yo ni tenía idea de lo que quería hablar Pacífica, sea lo que sea, intuía de que me tomaría por sorpresa.

— Cuando los visité en la cabaña esa mañana, Mabel se refirió a una chica, me dio mucha curiosidad, así que cuéntame Dipper Pines. — Ella hizo una pausa mientras miraba sus uñas, para luego tomar aire y verme a los ojos de manera muy directa, la determinación de su mirada me estremeció bastante. — Ahora que estamos a solas, empieza a hablarme sobre quien es ella.

Dipcifica | La maldición de Pacifica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora