Un Diago y bestias hambrientas
●●●RAVEN ESTABA CONMOCIONADA. AQUELLO NO PODÍA SER REAL, tenía que ser una broma muy, pero muy bien elaborada. En cualquier momento saldrían personas de algún retorcido programa de bromas y sacarían las cámaras ocultas… Eh, sí. En cualquier momento… Ya van a salir… ¿Por qué aun no salen?
Raven miró a su padre y a la carta repetidas veces, aún sin poder creer el contenido de la misma. Él, por otra parte, la miraba ansioso, nervioso inclusive. Él jamás quiso mentirle, pero no tuvo opción, no se la dieron.
―Necesito tomar aire.
Su padre no tuvo tiempo de objetar, la chica tomó su chaqueta y salió del departamento.
●●●
Raven no lo podía creer, su propio padre le había mentido desde… ¡Desde siempre! No lo podía creer. Y aunque sí, tal vez parezca muy poco creíble el que ella jamás sospechara nada, pero Raven siempre creyó que simplemente era como un imán para los accidentes y esas cosas, pero ¿magia? Estaba de locos ―abandonó esa teoría a los diez― Por suerte caminar siempre la ayudaba a calmarse, era una buena forma de relajarse. Además, no estaba lista para confrontar a su padre por los momentos, ¿Qué le iba a decir? Ni idea, por ello necesita un paseo y aclarar ideas.
Caminó más tiempo del estipulado, ya ni siquiera sabía exactamente donde estaba, ¿Siquiera seguía en Queens? Carajo, esas cosas solo podían pasarle a ella. Sacó su teléfono del bolsillo de sus pantalones solo para notar que no faltaba mucho para que cayera la noche. Debía regresar pronto, aun si no estaba lista para confrontar a su padre, tampoco estaba lista para morir degollada y ser tirada a una zanja.
Raven parecía estar en un viejo barrio o una zona abandonada porque no se veía ni a un alma en aquel sitio donde los edificios tenían ventanas rotas y las paredes grafitis obscenos. Ella ya quería irse. La mayoría de las farolas no funcionaban, por lo que al caer la noche, tan solo un par iluminaba el lugar.
Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza cuando escuchó un ruido extraño cerca.
La castaña trató de ir más rápido, pero un movimiento a su derecha la hizo detenerse, notó otro por el rabillo de su ojo. Fuera lo que fuera, se movía rápido. Raven estaba atenta a su alrededor, pero no podía ver con claridad por la falta de luz.
Se giró cuando escuchó un extraño sonido tras ella, parecía una especie de repiqueteo, pero no había nada tras de sí… Aunque si de frente.
Raven abrió muchísimo los ojos cuando vio a la gutural criatura frente a ella y no hizo otro movimiento, no quería alertarla, aun cuando esta parecía más que dispuesta a arrancarle la cabeza.
Ellis pasó saliva, nunca antes había visto a una bestia así: la criatura era grande, rebasaba su altura, pero era delgada, como atlética. Sus patas delanteras eran como manos con garras enormes mientras que las traseras eran como las de un león, y su cuerpo parecía cubierto de una especia de cuero negro grueso y grasoso que le daba cierto brillo. No tenía cola, pero si un rostro para recordar; esos largos colmillos en el rostro le recordaban a los de un dientes de sable. No parecía tener ojos u orejas visibles, pero si una enorme nariz aplastada y picuda como la de un murciélago.
Raven tenía miedo.
La bestia seguía produciendo aquel extraño sonido y de su boca colgaba la baba. Se relamió el rostro con su larga lengua bífida, como de serpiente, y dio un paso al frente. Raven dio dos atrás, y buscó con sus ojos algún arma o vía de escape, pero estaba demasiado asustada para
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LAS CRÓNICAS DE RAVEN ELLIS & EL INSTITUTO DE MONSTRUOS
FantasíaA Raven Ellis siempre se le dijo que era especial-y vaya que lo era-. Siempre supo que era diferente, pero bueno ¿Cómo no iba a sospecharlo si hacía estallar las cosas cuando se enojaba y levitarlas cuando estaba muy contenta? La realidad es que Rav...