CAPÍTULO CINCO

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Ferys
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―ES MI CULPA, LUCY. YO… ¡RAVEN!

Christopher interrumpió su plática con su hermana en cuanto la vio entrar por la puerta del departamento junto a Bart. Corrió hacía ella y la apretó con fuerza contra su cuerpo ―sin importarle su nauseabundo aroma― mientras susurraba palabas de consuelo para ambos. Padre e hija Ellis derramaron lágrimas en medio del abrazo, un abrazo que poco a poco reparaba sus corazones rotos.

Raven se sentía aliviada de al fin estar en casa a salvo.

Chris estaba feliz y aliviado de tener a su hija con él. A salvo.

―Papá… Yo… L-lo s-siento mucho ―dijo la chica entre sollozos.

―No, no, no, no… Perdóname a mí, hija. No debí ocultarte lo que eres. Quien eres… Perdóname, hija.

Raven negó frenéticamente contra el pecho de su padre, aun derramando lágrimas de esperanza y consuelo. Elevó el rostro, mirándolo con ojos de corderito ―como les decía Lucinda― atropellado y luego de una gran bocanada de aire soltó de sopetón:

―Casi muero hoy.

De ser posible los ojos de Christopher Ellis habrían saltado de sus cuencas ―Raven se recordó tener un poco de tacto al contarle su aventura con el chico antipático y los kleer― y rodado por el piso del departamento o de sufrir de problemas en el corazón habría tenido alguna clase de infarto. Por suerte nada de eso ocurrió.

―Es una historia muy larga y de tener la mente abierta.

Christopher captó al vuelo. <<Mierda sobrenatural>> pensó con molestia.

―Bueno, asquerosa, Chris, dulce Luz… Yo me retiro, ya pasé por esto con la mayoría de mis hijos así que no me voy a perder de nada. Buenas noches a todos ―se despidió Bart con cansancio en sus ojos― ¡Ah! Y Raven ―la llamó poco antes de salir del departamento―, no le causes más infartos a tu padre ¿bien? Y date un baño ¡Apestas carajo!

Todos en el cuarto rieron tras las palabras del viejo Bart y le desearon buenas noches.

―Bueno, familia ―dijo Lucy en medio de un bostezo―, yo estoy muerta. Buenas noches, Chris. Buenas noches, pulga. Por cierto espero que te castiguen por esto.

Lucinda también salió del departamento en poco tiempo y quedaron solamente padre e hija
Ellis en el cuarto. Ambos tomaron asiento en la sala de estar nuevamente y tal como lo había
dejado estaban las cartas, la caja y la llave sobre el sofá desparramas descuidadamente. Raven tomo la caja y acarició su exterior; la tapa seguía produciéndole un cosquilleo: en ella había un ave tallada con cuernos y dos pares de ojos, y sobre la criatura tenía tallado tres triángulos
entrelazados entre sí.

La apartó hasta la mesilla de centro.

Christopher tomó asiento junto a ella, mirándola expectante e impaciente por escuchar sobre su encuentro cercano con la muerte.

―Bien, te lo contaré desde el principio –no te infartes por favor-…

Raven inició su relato sobre su travesía diciéndole que como estaba tan enfadada comenzó a caminar sin destino alguno por las calles de Queens hasta llegar a aquel barrio abandonado ―y le explico que este tenía algo que atraía a las criaturas con magia como ella― e inició su
recorrido por él impulsada por su curiosidad, que poco después apareció el kleer ―que describió como una bestia descerebrada e inmunda utilizando además todo su cuerpo con movimientos grotescos― y que no le quedo de otra que arrancar a la carrera ―Christopher ya había perdido el color de su piel para esa parte de la narrativa―. Le contó cómo quedó acorralada por la bestia en un callejón, pero que para cuando ya había empezado a decir todas las plegarias que su abuela Carmen le había enseñado, una mano salió de otro muro y la rescató.

LAS CRÓNICAS DE RAVEN ELLIS & EL INSTITUTO DE MONSTRUOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora