The Savage Beast

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Miró con horror el titular del periódico, sabía que no había tenido cuidado y ahora con la calentura desaparecida se dio cuenta de lo realmente descuidado que fue.

Era un idiota, eso por seguro. El problema es que ahora lo había hecho de conocimiento nacional, dejando completamente en ridículo a Suzie. Tomó asiento en el enorme sofá, esperando a que su esposa llegara de dónde sea que se encontrara.

Todo estaba en un punto sin solución, por lo que no podía pensar en una manera de salir victorioso.

—Hasta que al fin te dignas en aparecer, Joseph. —La voz de Suzie habló a sus espaldas e incluso sin mirarla podía dibujar en su rostro las lágrimas cayendo. Se giró para encararla llevándose una gran sorpresa al encontrarla completamente recta y solamente con la ira empañando su rostro.

—Suzie yo -... —Podia inventar una excusa rápida, no tenía porque terminar todo aquí.

—No intentes mentirme Joseph. Lo sé todo, realmente ni siquiera intentaste ocultar un poco las cosas, has destruido por completo la confianza que yo tenía en ti. —Las palabras de Suzie clavaron estacas de culpa en su corazón, pero ya era tarde para arrepentirse pues el daño ya estaba hecho.

Y no era capaz de sentirse culpable en lo absoluto, pero necesitaba mantener su reputación como un hombre correcto.

—Fue un error cariño, te juro que jamás volverá a suceder. Limpiaré mi nombre y en algunas semanas este escándalo quedará en el olvido. —Se acercó suavemente a ella, intentando convencerla de otorgarle el perdón.

—¡Aléjate de mi! Me das asco Joseph, no puedo ni mirarte a la cara; me has humillado de la peor manera posible... Yo quiero el divorcio, y es mi última decisión. —Por fin las lágrimas se desbordaron de sus ojos, intentó acercarse a ella para consolarla pero Suzie le empujó con fuerza.

—Largo de aquí, no quiero volver a verte nunca. Mis abogados te harán llegar todo -... —La tomó por lo hombros, forzando unas lágrimas miró con arrepentimiento a su esposa.

Tenía que inventar algo convincente y rápido.

—Suzie, escúchame por favor. Él no es mi amante, es un joven que recogí de las calles. Ya sabes cómo son los medios, dirán cualquier cosa para causar polémica. —Sabía que si Suzie lo dejaba estaba acabado, automáticamente las personas asumirian que todo era cierto. Y él no podía quedar como un homosexual.

—¿Realmente me crees tan estúpida como para creerle a un periódico? Cada vez me decepcionas más Joseph. —La rubia sorbió un poco antes de continuar. —Hace unos días recibí una llamada de Madame Elizabeth, ella me dijo que te vio personalmente con tu amante. Al principio pensé que se trataba de otra mujer, pero ella me hizo llegar fotos donde estás besando a ese hombre. —

Suzie se encaminó al librero que tenían para sacar un sobre amarillo, sin decir más palabras se lo aventó al pecho.

—Los papeles del divorcio te llegarán mañana, no quiero verte nunca más Joseph. —Se dio la vuelta y sin mirar atrás dejó el departamento. Estaba acabado, aún así decidió abrir ese sobre que terminó con todas sus posibilidades de reivindicarse.

Las fotos salieron una por una, la primera era de él y Caesar en un restaurante hablando. La segunda era de ellos caminando por las calles de París y parecería inocente de no ser porque sus manos se rozaban suavemente. La tercera era una foto de ellos besándose en un callejón, sus caras no eran reconocibles pero sus siluetas hablaban por si solas.

Había una cuarta fotografía de ellos besándose descuidadamente en el balcón del hotel.

Entendió su derrota y sin perder más tiempo llamó a su abogado.

—Funny, necesito que arregles una demanda en contra del New York Times por difamación. Quiero que lleves a la ruina ese periódico. —Estaba furioso, asustado por las consecuencias que sus errores podrían tener y le bastó escuchar el asentamiento de su abogado para sentirse un poco seguro.

Y aún así pensó en la manera de contactar a Caesar sin ser visto. Tenía que ir al Moulin Rouge, necesitaba un poco de aquella droga a la que ya era tan adicto y no podía librarse.

Cuando anocheció, salió de su departamento en uno de sus autos. Condujo rápidamente por la ciudad hasta que ese molino rojo que anunciaba perdición se vislumbró a lo alto.

Consciente de la posición tan delicada en la que se encontraba dejó su auto estacionado a unas cuadras de ahí. Cuando llegó al establecimiento rodeó la calle para esperar a Caesar en la entrada de empleados.

Esperó durante horas extrañado de que el rubio no hiciera acto de presencia, cuando iba a dar la medianoche un pelirrojo salió por la puerta.

—¡Hey tú! —Llamó su atención, mirando como los ojos violeta se entrecerraron con sospecha.

—¿Señor Joestar? —Fue lo único que contestó.

—¿Dónde está Caesar? —Preguntó intentando enmascarar la desesperación en su voz.

—Renunció, no sé dónde esté o si siquiera sigue en el país. Adiós. —El pelirrojo dio la vuelta y desapareció en la oscuridad de la noche.

Mordió su labio nervioso, lo único que necesitaba era liberar estrés y para eso necesitaba el cuerpo tan deliciosamente seductor del rubio. No estaba enamorado, se dijo.

Por alguna razón supo que probablemente se estaba engañando a si mismo. Su vida se estaba yendo a la mierda en picada y él únicamente podía pensar en como necesitaba poseer el cuerpo de Caesar.

Vaya idiota.

—•—
Hola.

Se me cae la cara de vergüenza con esta fic, enserio una disculpa por todo el tiempo que dejé de actualizar; la vida adulta de estudiante y trabajador no está tan bonita como la pintan en las series.

La homofobia que Suzie demuestra así como Joseph la presenta en cuanto a su reputación es nuestra del contexto en el que se desarrolla la historia, no sean así banda.

No sé si tengan alguna duda/pregunta/queja en cuanto a la historia.

¡Nos leemos pronto!

Lxs tkm.

Lady Marmalade «Josecae»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora