And the memories scream

458 78 48
                                    

Sabiendo que su busqueda en ese callejón era inútil regresó a su penthouse, por la mañana llamó a un detective privado para rastrear a Caesar Zeppeli lo más pronto posible.

Solo le tomó 4 horas conocer la ubicación del departamento del rubio, sin pensarlo mucho tomó sus cosas de su oficina antes de avisar a Mariah que saldría.

Las cosas estaban tensas, algunos de sus clientes estaban tratando de terminar relaciones lo más pronto posible temerosos de que su escándalo los alcanzara. Con mentiras y artimañas aseguró que todo se trataba de una difamación en su contra mientras miraba los papeles del divorcio en su escritorio.

Condujo por la ciudad, notando la diferencia en las construcciones en el West Up Side y en Brooklyn. Caesar vivía en un viejo edificio de departamentos, sin seguridad y sin portero.

Cauteloso se bajó del auto para entrar en el lugar, recordando el número de departamento que su investigador le brindó tocó la puerta del 312.

—¡Voy! —Escuchó la voz del rubio, cuando este abrió la puerta pudo ver las facciones finas llenarse de sorpresa.

—¿Qué demonios haces aquí, Joseph? —Sonaba molesto, casi preocupado de que alguien les viera hablando le jaló hacia dentro del departamento.

—Necesitamos hablar. —Fue lo único que atinó a decir. Caesar soltó una carcajada sin gracia, haciéndolo completamente desconocido a sus ojos.

—¿Hablar? ¡Me has destruido la vida! —Alzó una ceja en confusión, desconociendo por completo al Caesar frente a él.

—Yo soy el perjudicado aquí, Caesar. Mis abogados ya están tratando de arreglarlo. —Intentó acercarse al rubio, necesitado de algo de contacto.

—Me han echado de la universidad, Joseph. Me echaron del Moulin Rouge por el escándalo que se hizo, y por si no estás enterado tu empresa se ha ido a la bancarrota. —Detuvo su mano antes de tocar el brazo de Caesar.

—Eso no es cierto. Y puedo hacer lo necesario para recuperar tu lugar en la universidad o incluso en una mejor. —Ofertó, sabía hacia donde iban las palabras de Caesar y no podía permitirlo.

—¿No lo entiendes? No quiero tener nada que ver contigo, eran solo negocios Joseph. —Caesar dijo, y era la más obvia verdad.

¿Entonces por qué se sintió completamente destrozado?

—Puede ser más que un negocio. —Dijo, aceptando que irremediablemente se había enamorado de un cabaretero.

—No me interesa. Ahora vete de aquí y no vuelvas a molestarme. —Caesar señaló la puerta.

—No. Déjame hablar. —Hizo una pausa, analizando sus próximas palabras. —Podemos mantener un arreglo, seré tu patrocinador si quieres llamarlo así. Solo pido lo que hemos mantenido hasta ahora.

—No me interesa, si estuve contigo fue por meros negocios con el Moulin Rouge; si no lo sabes la mayor parte de lo que me dabas caía con ellos. Ahora desaparece de mi vida de una buena vez. —Le dolió.

Sintió su pecho oprimirse con la derrota, aunque no estaba dispuesto a humillarse más por algo que claramente no tenía salvación.

Y siendo realistas, ¿Que futuro tendría una relación de ese tipo en esta época? Ninguno. Su vida y estatus pendían de un hilo, todo desmoronandose sin siquiera poder hacer algo.

Él mismo se había puesto en esta situación con su imprudencia, creyéndose el dueño del mundo no contó con lo cruel que esté podría ser, perdió el piso y ahora se había estrellado de lleno.

Una vez llegó a su departamento encontró que su contestadora tenía tres mensajes, indiferente, presionó el botón para comenzar a escuchar cada uno de ellos.

"Papá, ¿Es cierto lo que están diciendo los medios? Espero que no, me dolería mucho saber que le hiciste eso a mamá. Por cierto, hemos decidido el nombre del bebé, Sadao y yo le pondremos Jotaro."

La voz de Holy sonaba preocupada, se sintió peor cuando se dio cuenta que ella ni siquiera había pasado por su mente.

"Señor, me temo que las acciones en la bolsa de valores han caído estrepitosamente en su contra por lo que debemos declarar la empresa en bancarrota."

Smokey Brown, su contador informó, una enorme jaqueca comenzó a extenderse por sus cabeza.

"Joseph, me temo que la demanda en contra del New York Times no podrá proceder. Tienen pruebas de sobra a su favor, lo siento."

Y finalmente Funny Valentine su abogado había colocado el último clavo en el ataúd de su reputación como un hombre respetable.

Todo estaba acabado, él estaba acabado.

Era un hombre en sus 50, en bancarrota y a punto de ser visto como la peor escoria de la sociedad. Entonces hizo lo único que podría hacer en ese momento, embriagarse.

Y lo hizo los días siguientes a ello después de firmar el divorcio, despedir a sus empleados mientras despilfarraba lo que quedaba en más alcohol.

Aún analizando lo que una simple noche de perdición le había hecho a toda su estabilidad. Aún obsesionado con aquellos recuerdos donde daría todo su dinero para volver a vivir.

Fin.


—•—
¿Han oído el dicho de "lo que empieza mal, acaba mal"?

Bueno básicamente en eso se puede resumir esta historia. Nunca planeé un final feliz, no había manera porque sería demasiado forzado y eso no me convencía.

¿Un hombre de 50 años puede ser feliz con su amante hombre de 20 años en una sociedad de 1960 después de serle infiel a su esposa?

En fin, todavía nos falta un epílogo pero quería aclarar ese punto.

Por cierto, Joseph nunca estuvo enamorado. Nunca. Simplemente sentía una obsesión enorme con la imagen que Caesar presentó de Lady Marmalade, por eso el italiano ya no lo quiso ver.

Lady Marmalade «Josecae»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora