Nunca pude imaginarme que 1939, un año tan complicado para mí y para mi familia, me aguardaba la sorpresa de conocer a Amelia Ledesma. Era la nueva maestra del barrio y se convirtió para mí, desde aquel estrepitoso accidente en plena plaza, en una de las personas más especiales de mi vida, que la marcaría por completo.
Era una mujer de ideas claras, de mente abierta y con un encanto especial para los niños. Leonor y María estaban encantadas de asistir a sus clases y yo de acompañarlas cada mañana, incluso alguna vez me quedé en el aula escuchándola. Hablaba a los niños de temas muy importantes para la sociedad de la posguerra, pero desde una perspectiva maternal que sobrecogía.
-Elegir a un delegado es muy importante, pues tendrá funciones de gran relevancia para la clase. Se encargará de registrar las asistencias, avisarme de si ocurre algún problema entre compañeros y ayudarme a poner al día a aquellos que no hayan podido asistir a clase porque han estado enfermos o han tenido algún problema. Será elegido mediante votación. Tendremos democracia, aunque solo sea entre estas cuatro paredes.
No me gustaba oír hablar así a Amelia, temía que corriera la misma suerte que el antiguo maestro, pero en ese momento, Leonor desvió mi atención. Me sorprendió que se presentase como candidata y, aunque es cierto que estaba entusiasmada con ir a clase y aprender todo lo que Amelia les enseñaba, se había convertido en una niña tímida y triste al perder su brazo.
Todos aquellos que quisieron presentarse a delegados fueron acercándose a la mesa de la profesora.
-Leonor no puede ser delegada.
La sonrisa se desdibujó del rostro de mi hermana.
- ¿Y eso por qué? – preguntó María enfadada desde su pupitre.
-Está inútil-continúo diciendo aquel niño.
-Por favor, sentaos-dijo Amelia. -Leonor, tú no.
Amelia se sentó sobre su mesa y puso sobre sus rodillas a Leonor.
-Leonor ¿tú quieres ser delegada? – le preguntó en voz alta.
No respondió. Estaba dudosa. Aquel niño había acabado con su arrojo a través de sus crueles palabras.
-Si has venido hasta mi mesa es porque querías serlo ¿verdad?
Leonor acabó asintiendo.
-Leonor es una candidata tan válida como las demás ¿Por qué no habría de serlo, Miguel?
-Le falta un brazo.
-Y eso la hace aún más especial. No hay nada que Leonor no pueda hacer por no tener una mano.
-Saltar a la comba, aplaudir...-siguió sin freno el niño.
-Si Leonor necesita otra mano para saltar a la comba o para aplaudir, le dejaré la mía para que pueda hacerlo. Si es elegida delegada, será tan excelente como lo podrían ser cualquier de sus compañeros. Miguel, no hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de una gran niña como lo es Leonor.
Finalmente, se convirtió en la delegada de clase y volvió llena de orgullo a 'El Asturiano', con la cabeza bien alta. Fue de las pocas veces en las que el mundo le permitió sentirse una niña más y todo gracias a esa mujer. Era curioso, tal y como les estuve contando por el camino, que quien la había ayudado a mostrar que su amelía no la hacía diferente fuese precisamente una maestra llamada Amelia. Regresamos a 'El Asturiano', dispuestas a celebrarlo, sin imaginarnos la desagradable sorpresa que allí encontraríamos...
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El día en que todo acabe
FanfictionEspionaje e intriga en estado puro, amores y desamores desgarrados, aventura e historia de un siglo hecho pedazos, 'El día en que todo acabe' es el relato de aquellas personas inolvidables cuyas vidas construyen un magnífico retrato de la historia d...