Capítulo 15

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Para desgracia de mi abuelo, la cuarta Gómez nació el día del Desfile de la Victoria, el 19 de mayo de 1939. Con este evento, el Caudillo (o el Chaparro como lo llamaba él) quiso celebrar su triunfo en la recién terminada guerra y todos los vecinos del 39 de Chamberí se preparaban para el que ellos consideraban un gran día.

También para mí y para Amelia estuvo especialmente señalado en el calendario. Acordamos que me volvería a prestar su bicicleta esa tarde para dirigirme a las Cascadas del Purgatorio y comprobar si mi padre se encontraba con Ana y Carlos, si estaba vivo. Estuve especialmente inquieta durante toda la mañana, que, en un principio, iba a ser de descanso, pero don Tomás me solicitó para que le acompañara a Tejidos Crespo.

Lo cierto es que fue un día de lo más ajetreado. A primera hora de la mañana, yo ya estaba recogiendo de la estación de autobuses a la partera del pueblo de mi madre, que se encargaría de atender el parto que ya tan cerca estaba. Nada más dejarla en 'El Asturiano', llevé a mis hermanas al colegio y Amelia me piropeó al oído, pues me había puesto el vestido de los domingos para la ocasión especial que era para mí visitar Tejidos Crespo.

Durante el camino en coche, que fue la primera vez en la que me subí en uno, don Tomás me estuvo explicando que debía ser la encargada de que no le faltara nada a ninguno de los asistentes de una especial reunión de negocios que iba a celebrar. Me sentí halagada porque confiase en mí para una tarea tan importante, pero meses después, desee que jamás lo hubiera hecho.

Cuando llegamos a la sala de juntas, aún estaba vacía y don Tomás aprovechó para pasar el rato con su secretaria, con la que tenía demasiada afinidad. Yo me encargué, mientras tanto, de cuidar que todo estuviese limpio y, una vez que se fue llenando de múltiples hombres, muchos de ellos con acento alemán, comencé a servirles bebidas a su gusto. A uno de ellos le debí parecer tan agradable que sacó un billete de quinientas pesetas de su cartera, pero lo rechacé y, en lo único en lo que me pude fijar, fue en la esvástica que se encontraba en el interior de esta. Aún no sabía lo que significaba aquel símbolo tan extraño.

Cuando acabó la reunión, don Tomás me felicitó y, al llegar a 'El Asturiano', escuché los gritos de dolor de mi madre. Bajé corriendo al sótano y lo primero que me encontré fue a la partera cortando el cordón umbilical mientras mi abuelo se secaba las lágrimas de la emoción. Ayudé a la partera a limpiar la sangre de los paños y los utensilios utilizados, mientras mi madre quedaba dormida con la pequeña, enroscadas sobre la paja. Decía que quería llamarla Dolores porque, al fin y al cabo, era lo que había estado sufriendo durante todo su embarazo con el hambre, la miseria, la enfermedad de su suegro, la desaparición en combate de su marido... La partera la convenció para llamarla Marisol, con la esperanza de que el camino tan negro que habíamos estado atravesando empezase a iluminarse.

Además, como en el barrio se habían estado dando casos de muertes de mujeres a causa de partos mal atendidos, Amelia se iba a reunir con la partera esa misma tarde para proponerle organizar unas charlas para alumnos y madres. En ella, podría compartir sus conocimientos sobre maternidad con el resto y que así las clases bajas pudieran tener también acceso a un parto en el que tanto la mujer como el bebé tuvieran asegurada su supervivencia. Sin embargo, cuando me presenté en la escuela con la partera, allí no había nadie, tampoco en la buhardilla, y la bicicleta no estaba apartada como de costumbre. Lo primero que pensé fue que le habría ocurrido lo mismo que al anterior maestro...

El día en que todo acabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora