Capítulo 23

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Era eso o mi familia. Intenté fingir alegría durante todo el bautizo, pero Amelia sabía que algo me pasaba y me lo preguntó abiertamente una vez que estuvimos a solas en su buhardilla. Intenté negárselo de mil maneras, pero estaba segura de que había algo y de que ese algo se llamaba Sarah. Y lo sabía porque ella también pertenecía al Servicio Secreto Inglés.

-Mi madre murió de cáncer cuando solo tenía cuatro años y mi padre, después de aquello, ha estado calmando su dolor a base de trabajo, en la embajada de Reino Unido en Berlín. He pasado toda mi vida de acá para allá, entre Alemania, Inglaterra y España, hasta que mi padre decidió que mi primer trabajo como maestra lo debía desempañar aquí. Es un país donde acaba de terminar la guerra, pero las clases altas viven bien y la Segunda Guerra Mundial estaba a punto de estallar en ese momento. Al hacerlo, mi padre se quedó incomunicado y el Servicio Secreto Inglés, con o sin su aprobación, me reclutó para convertirme en una espía desde España. 

-¿Llevas desde septiembre mintiéndome a la cara, Amelia?

No supo que responder.

-En septiembre estábamos tú y yo aquí brindando porque podrías seguir un curso más en la escuela del barrio y ¿no me lo pudiste decir?-le pregunté mientras se me escapaban algunas lágrimas.-La conversación con Sarah terminó hace dos horas y ya conoces palabra por palabra todo lo que se ha hablado en el taller y ¿sabes por qué? Porque yo sí confío en ti ¡Y te quiero!

-Yo también te quiero, Luisita-replicó llorando.

-Si me hubieras querido, me habrías avisado de que Sarah Brooks era un espía y que me iba a joder la vida igual que te la jodió a ti.

A pesar de lo mucho que me gritó para que volviese, yo me marché a casa. No quería saber nada más de ella. Me sentía engañada.

En los siguientes meses, las órdenes del Servicio Secreto Inglés fueron las siguientes: primero, debía conseguir ganarme a los Crespo de nuevo para seguir asistiendo a sus reuniones. Fue sencillo, hablé a Sarah de las continuas infidelidades de don Tomás con su secretaria, ella consiguió las fotografías y yo solo tuve que ponerlas sobre su mesa. En un abrir y cerrar de ojos, volví a coser con telas de Tejidos Crespo y a organizar sus reuniones, pero esa vez, estuve atenta a todo lo que se habló. Siempre me llamó la atención el que hubiera un tal Derek Sterling que, por allí, nunca aparecía.

El Servicio Secreto Inglés, además, cambió por completo la forma de trabajo de mi taller y empezó a seguir el sistema de empresa de Gran Bretaña: con ayuda de cinco costureras que empezaron a estar a mi cargo, confeccionaría varias prendas de un mismo diseño para venderlas ya hechas. Abarató por completo los costes, aumentó mi número de clientes y se estableció un sistema de etiquetado donde, además de la talla, aparecía información secreta escrita en morse.

Fueron innumerables las ocasiones en las que tuve que dirigirme al Metrópolis, aquel café que vio nacer la historia de amor de Marina y Mateo, a dejar en sus taquillas pedidos con información o en las que vestí a clientas inglesas que salían del taller con la prenda puesta, para trasportar como mulas la información de un lado a otro. Pero hubo una orden dispuesta a cambiar mi vida para siempre:

-Tendrás que asesinar a Tomás Crespo.

El día en que todo acabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora