Capítulo 20 🐺

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Los primeros rayos de sol tocaron su piel expuesta, sacandole un escalofrío y una ligera sacudida. Soltó un estornudo y volvió a concentrarse en el pequeño tejido en sus manos. Seguramente eran más de las 8 de la mañana, pero como el lugar donde los cachorros vivían estaba lleno hojas y ramas, el sol no tocaba la tierra hasta que estuviera casi en su punto más alto. Su torso brillaba por su desnudes en la zona, las cicatrices en su cuerpo habían casi desaparecido, resplandeciendo mucho más la que estaba a un costado de su torso, ya sin la venda ni los puntos y solo la cicatriz que atravesaba parte de su estomago.

Miguel sonrió una vez la pulsera estuvo lista y con el adorno de madera colgando en el medio, una pequeña figura de un lobo que él se encargó de tallar y pulir durante la noche después de que los niños se fueran a dormir. El sueño no lo atacó, su mente daba muchas vueltas con respecto al cazador y su lobo se ponía muy inquieto con lo que podía estarle pasando ahora mismo, así que decidió terminar la pulsera de Jorge.

La descosió y cosió varías veces para que lograra durar todas las horas que los cachorros dormían, así podía distraerse sin interrupciones. Era lo mejor para su estabilidad emocional. Un gemido llamó su atención, y acto seguido, un agitado Jorge sale del nido.

—¿Papi? ¿Papi?

—Jorge, hey, Jorge.—Llamó el alfa al notar al pequeño cachorro ver todo su alrededor con lágrimas en los ojos y la respiración errática. Miguel no se movió, solo espero paciente que el cachorro lo mirara.—Cachorro, tranquilo.

El pequeño miró al alfa parapadeando varias veces, confundido y desorientado.—¿Mi-Miguel?

—Buenos días, cachorro.—El moreno sonrió ladinamente y dejó que su olor se acercara lentamente al menor, Jorge olisquió el aire con disimulo y soltó un suspiro, sus hombros cayeron y bajó la cabeza abatido.—¿Todo bien? ¿Tuviste una pesadilla?

Subió sus hombros con rapidez y se acercó al alfa con timidez, no subía su cara y sus pasos eran lentos y pesados.—Algo así...—Murmuró dejandose caer en el cesped, justo al frente del moreno. Sus piernas se cruzaron en posición de loto y sus manos cayeron en medio de ellas.—Buenos días...

Suspiró.—Que bueno que despiertas, debía saber si te queda bien.

Miguel le enseñó la pulsera ya lista, Jorge la miró con emoción.—¿Es para mí?

—Claro, todos los cachorros que serán entrenados deben llevar una.—Jorge sonrió más grande y estiró su mano a su dirección. Miguel le colocó la pulsera y asintió orgulloso, le quedaba perfecta.—Listo, ahora eres un discipulo.—Jorge lo vio con extrañeza.—Ahora aprenderas cosas bajo mi tutela, eso te vuelve mi discipulo. Mio y de tu padre también.

Al escuchar lo último, el cachorro bajó ligeramente la cabeza viendo la pulsera en su mano y acariciando el dije de madera con sus deditos. Miguel notó en olor la tristeza y soltó un suspiro antes de sonreirle de lado.—Cachorro ¿esa pesadilla te asustó?—Jorge asintió abatido, Miguel lamió sus labios y pensó un momento sus siguientes palabras.—¿Era relacionada con tu papá?

—Soñé que... algo muy malo le pasaba.—Murmuró, tragando con dificultad el nudo en su garganta y evitando a toda costa llorar frente al alfa. Miguel notó sus manos temblar ligeramente y su lobo se alteró en su interior al notar el esfuerzo en su voz al seguir hablando.—Qui-quiero que regrese, ahora.

Sin pensar, el alfa acortó la distancia al moverse un poco hacia adelante, su olor fuerte envolvió al pequeño y dejó decansar una de sus manos en su cabellera negra. Entrelazó sus dedos en las hebras lisas y algo enredádas, iniciando una caricia suave y amorosa que asustó un poco al cachorro, para luego relajarse. Jorge solo acercó un poco más su cabeza para sentir mejor el contacto.—Jorge.—Llamó el alfa con voz dulce, el niño subió su mirada brillosa y Miguel limpió sus labrimas con el dorso de su mano.—¿Sabés lo qué hacía mi mamá cuando me sentía triste?—El cachorro negó, Miguel resistiendo el impulso de abrazarlo con fuerza por lo tierno que se veía con un ojito cerrado por la mano que limpiaba sus lágrimas.—Ella me acariciaba el cabello, así, y luego limpiaba mis lágrimas.—Se inclinó un poco hacía adelante para depositar un beso en su frente.—Un beso en la frente y luego, lo qué más me gustaba.

El Cazador 🐺 Higuel 🐺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora