Capítulo 22 💀🐺

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Al final, Hiro no pudo dormir en toda la noche. A pesar de que cuando sus manos y rodillas tocaron la suave superficie del nido, y el sueño lo atacó de manera casi inmediata, al divisar sus hijos un poco más al fondo, mal arropados, Jorge abrazando a su hermano de manera posesiva y sin camisa (como siempre) y Hashi usando su pijama, placidamente dormido entre sus brazos, ajenos a su presencía; casi de inmediato sus ojos se llenaron de lágrimas y se acercó a sus hijos para envolverlos entre sus brazos, entre sueños, los cachorros se acomodaron y Hiro enterró su nariz en sus cabellos, aspirando su aroma y llorando en silencio.

Como odiaba dejarlos, como odiaba pelear con ellos, odiaba ser un cazador y vivir con el miedo de que sus hijos fueran cazados o alejados de él.—Lo siento tanto.—Murmuró repetitivamente durante un largo rato, sin soltarlos y depositando suaves besos. Así paso la noche hasta que las lágrimas ya no pudieron salir más y solo se dedicó a velar por sus sueños.

Cada vez que se desarropaban él los volvía a cubrir, si intentaban alejarse de él entre sueños los volvía acercar y les cerraba la boca cuando la abrían de pronto, para evitar que babearan. Momentos así, atesoraba siempre, ser los tres y ya, sin problemas, sin lobos, cazadores, peligros o miedos; solo una pequeña familia.

El sonido de las aves al cantar le advirtió que pronto el sol saldría, su vista se fijo en su hijo menor el cual ahora se encontraba abrazado a su cuello y con una garrapata de nombre Jorge atras de él, abrazandolo. En medio de la noche, terminaron en esa posición. Acarició su cabello y luego su mejilla, casi al instante, el recuerdo de la silueta de Miguel en la oscuridad se proyectó en su mente, la silueta que por un segundo resultó terrorificamente familiar. Subió su única mano libre a su cara, restregó sus ojos y alborotó su cabello, para luego suspirar. Gracias a la claridad que poco a poco comenzaba a emerger, notó su mano carmesí y su cabello se sintió un poco tieso. El olor a sangre ya comenzaba a molestarle y gracias a su imprudencía, todo el nido olía así ahora.

Bajó la vista a los cachorros dormidos y cerró los ojos dejando caer su cabeza hacía atrás, en un par de horas vendría la misión más difícil que debe enfrentarse: bañar a sus hijos.

Una hora después, cuando los rayos del sol comenzaron a calentar la tierra, Hashi comenzó a mover su naricita, olisqueando el aire. El agarre en su cuello se afianzó y tomó fuerza haciendo que Hashi se elevara hasta olisquear su cuello, casi al instante el cachorro despertó.—¿Pa-papi?

—Buenos días, amor.—Habló de manera baja el cazador, jugando con su nariz en la mejilla del cachorro. Hashi soltó un bostezó y se apretó el abrazo en su cuello, en respuesta, Jorge gruñó aún dormido obligandolo a volver al abrazo.

—Ahg, Jorge.—Se quejó el menor, más no intentó soltarse, sabía que sería una perdida de tiempo.—Hueles a sangre ¿Te hieron?—Antes de que Hiro pudiera responder, las pequeñas y algo frías manos del niño, encerraron sus mejillas obligandolo a hacer un mojin con sus labios.—¿Te duele?

—Shi hashes esho, shi, me duede.—Habló el cazador soltando una pequeña queja cuando su hijo lo soltó, el golpe en su cara aún le dolía. El pequeño lo vió con algo de tristeza y molestia, y con rápidez Hiro beso sus labios y luego sus mejillas.—Tranquilo, solo es un golpe, nada serio.

—¿Y el vendaje?

Hiro bajó la mirada a su torso, por un momento había olvidado que tenía una herida. Volvió a ver a Hashi con una sonrisa ladina.—Completamente curada.—Comenzó a arreglar el cabello de su hijo de manera distraida.—El pulgoso me ayudó.—Murmuró haciendo que Hashi sonriera.

El Cazador 🐺 Higuel 🐺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora