"¡Y ahora, les presentamos las cinco caídas más aparatosas subidas a YouTube durante todo el 2020!", decía la presentadora de aquella transmisión en vivo desde su computadora. Eran pasadas ya las 22:35 horas y Carlos esperaba impaciente el pedido de su cena en la aplicación de su teléfono. Su madre le había ordenado unos boneless de pollo con salsa Buffalo hace casi ya una hora, pero el repartidor no mostraba señales de interesarse por cumplir con el encargo.
—¡Me lleva la fregada! Y el problema es que si me como cualquier pastelillo de la cocina, me va a saber asqueroso el pollo y empezaré el año pegado al baño como hace dos años.
Tras mascullar aquello (en voz baja, puesto que su abuelo dormía ya en la otra habitación, no muy lejos de la suya), reflexionó un poco la poca pero no despreciable importancia que le acababa de dar al Año Nuevo. Carlos había tenido un año muy duro al igual que el resto del mundo. Un virus de procedencia desconocida había azotado a la población global desde febrero, provocando así el periodo de confinamiento más extendido que se haya producido en la historia humana desde la gripe eslovaca en 1819. Desde aquel 24 de febrero hasta el instante en que se encontraba sentado frente a aquella máquina, Carlos había tenido que atravesar 10 miserables meses prácticamente sin contacto humano. "Un año de mierda", decían las redes sociales. Pero ajeno a todo eso, Carlos estaba mostrando señales de preocupación por empezar bien el 2021. ¿Por qué de repente siente eso? A él siempre le había traído sin cuidado todo eso. "Debió ser ese video que me mandó mi madre hace unas horas, ya se me pasará", pensaba mientas contemplaba un montón de gatos cayendo por un resbaladero. Se carcajeó fuertemente, pues le pareció algo muy cómico. A Carlos nunca le habían caído bien los gatos.
Eran ahora las 23:14. Su madre le mandó un mensaje avisándole que el restaurante había solicitado cancelar el pedido. "Y estos van y me la mientan de esta forma. Increíble". Por su mente atravesaron decenas de insultos contra los restauranteros, pero aquel hilo de pensamiento fue interrumpido por los sonidos de su estómago manifestando su hambre. Y en un momento de telequinesis, su madre de inmediato lo volvió a mensajear:
"¿Por qué no vas a la cocina y calientas en el microondas lo que comimos con tu tía en la tarde? Yo tengo todavía que prepararle de cenar a tu hermana y padre de este lado."
"Tienes razón, madre. Iré a hacer eso. Feliz Año de una vez."
"Feliz Año, hijo. Te quiero mucho."
"Igual, madre."
Carlos nunca había sido muy expresivo con su familia. No se sentía muy apegado a ellos, he ahí por qué su madre se encontraba con su hermana y padre (de quien se había divorciado pero arreglaron la relación por sus propios medios) a unos varios kilómetros de distancia y él no. Así que bajó a la cocina, sacó los trozos de carne que tanto le gustaron cuando los probó hace unas horas y los metió al microondas. Carlos no sabe cocinar, aunque él asegura que prepara sándwiches y tazones de cereales como nadie más. Mientras en la cocina el microondas hacía su trabajo, el joven se apoyó en una pared con su hombro izquierdo y contempló el altar de su abuela. Hacía cuatro meses que había fallecido por culpa de un infarto cerebral que la aquejaba desde hace ya dos años, ocasionando una conmoción muy grande en su familia. Carlos se preguntaba constantemente qué hubiera sido de él y su relación con los suyos si ella todavía estuviera a su lado. Una pregunta a la que, creía él con firmeza, nunca le hallaría respuesta. Y estaba en esta deliberación mental cuando el microondas le avisó que su comida estaba lista. Calentó unas cuantas tortillas, tomó una botella de agua de la alacena, un tupper con salsa y subió las escaleras rumbo a su morada.
23:56 horas. Con su tercer taco en mano, Carlos comenzó a mirar más que de costumbre al reloj de su ordenador. El video parecía haber pasado a segundo plano, concentrándose en el segundero que ahora se movía más lento a ojos del chico. 23:58. Decidió regresar su mirada al centro de la pantalla en busca de un nuevo video para ver mientras cenaba, pero fue inútil. A aquel tan extraño año para él le quedaban 30 segundos y no pudo resistirse a enfocar nuevamente su vista en el reloj. "Cinco, cuatro, tres, dos, uno... ¡FELIZ AÑO NUEVO!", gritaron los vecinos al tiempo que múltiples explosiones ensordecedoras alrededor de la ciudad señalaban el inicio de los espectáculos de pirotecnia. Carlos no se mostró muy emocionado. Tan solo miró por la ventana unos segundos y se dijo para sí mismo, "A darle con todo, cabrón. La vamos a romper". No lo iba a aceptar, pero la idea del Año Nuevo como un punto de partida para tener un año inolvidable lo emocionaba bastante. A los pocos minutos recibió mensajes individuales de sus amigos Alejandro, Beatriz, e Ivanna quienes le deseaban lo mejor para este 2021 que acababa de llegarles. Después de hablar brevemente por teléfono con el primero y la tercera, se quedó mensajeando con Beatriz, acabando en una conversación un tanto subida de tono y cuyos detalles prefirió guardar celosamente en lo más recóndito de su mente. Tras lavarse los dientes y bajar los platos a la cocina, recibió dos mensajes más: uno de su ex-novia Malena, con quien había terminado días antes por una falta de "contacto físico" que siempre lo aquejó desde que comenzaron a salir virtualmente en junio; y uno más de Mackie, la chica de origen uzbeko con quien recientemente había estado platicando tras inscribirse en un proyecto internacional de asesorías que encontró una tarde navegando en redes sociales. Tras despedirse vía mensaje de voz de ambas jóvenes (a eso de la 1:30 horas) dejó el teléfono y sus lentes en su mesa de noche, quedando profundamente dormido al posar su cabeza en su almohada roja.
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365 Días de una Vida Completamente Ordinaria
No FicciónCarlos acaba de entrar junto al resto de las Américas al Año Nuevo. ¿Cómo es que había llegado ya al 2021? El tiempo pasa volando y el joven de 17 años lo sabe. Admisiones universitarias, un virus que amenaza a la población mundial, relaciones falli...