Búsqueda del Tesoro: Día (V) - 05/01/21

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El día de Carlos comenzó varias veces. Y no, Carlos no había repentinamente caído en un mundo al puro estilo Vértex, sino que su alarma lo despertó a las 6:30 horas para realizar una tarea que había postergado hasta ese momento: Hacer el primer borrador de carta de admisión para su postulación a universidades en Francia (Francia es un país. Carlos quería ir a estudiar a Francia porque allá están las mejores escuelas en economía económica del dinero económico.). Se suponía que a las 9:00 —Que terminó resultando hasta una hora después— tendría una reunión junto con varias compañeras suyas. Sin embargo, pensó que lo mejor sería dormir un poco más. Carlos sabía que buscaría varios formatos y los mezclaría en uno solo para hacer su carta quince minutos antes de entrar a la junta. Y como si del karma o algún ente divino se tratase, Carlos no pudo dormir bien durante la siguiente hora y media porque su alarma continuó despertándolo cada quince minutos. Fue entonces cuando pensó, "Mierda, ¿por qué no he apagado la alarma desde el comienzo?". Carlos a veces era un idiota.

Se levantó finalmente a eso de las 9:15 horas y encendió el ordenador. En 30 minutos tuvo lista su carta (curiosamente menos tiempo del que le toma escribir sus ya acostumbradas entradas en aquel sitio de novelas popular). Pero primero, debía discutir sobre un proyecto que había comenzado a inicios de semestre en busca de promover la cultura francófona entre sus compañeros de generación en la preparatoria. Había otras tres personas (entres las cuales se encontraba Malena), pero de cada diez palabras, nueve y media las pronunciaba él. Claro que a Carlos no le molestaba eso, pues a fin de cuentas era más control para sí mismo del proyecto. Y bueno, la junta prosiguió con más del idioma del baguette hasta que las chicas se fueron y Carlos se quedó a solas con la maestra Edith, quien le hizo cuatrocientas trillones de correcciones a su carta y le pidió al joven pelinegro que editara a más tardar el día sábado. Carlos ahora sí que tenía tarea pendiente.

Trabajo y más trabajo. El problema para el joven era que se había estado complicando la situación para el proyecto de las asesorías internacionales. Con la directora pronunciándose ausente de manera indefinida por motivos de causa mayor pero desconocidos, Carlos no sentía un verdadero interés del resto de sus ahora compañeros de equipo para salvar aquel barco que comenzaba a hundirse. Todo un reto que iba a afrontar, claro estaba, hasta el final y con la mentalidad de no rendirse hasta haberlo probado absolutamente todo. Pero era por lo pronto hora del almuerzo, a eso de las 10:20 horas en la mesa de la sala. Hot cakes, y olían exquisitos. —Buenos días, Carlos.—, le dijo su abuelo al verlo sentado en la mesa. Mañana sería su cumpleaños y saldrían a comer a algún restaurante conocido por ellos. Habitualmente no platican mucho, y con el pelinegro pensando en todo aquello, menos. Antes de darse cuenta, había ya terminado con su plato y regresó a su habitación para practicar el piano. La pieza no iba a tocarse sola, así que practicó durante una ardua hora y media para después, como ya le era habitual, dirigirse a la salida de su casa y caminar por la ciudad. Iban a ser las 14:00 horas, pero el sol durante el invierno no estaba resultando en un obstáculo, sino en una comodidad que Carlos agradecía fervorosamente. A diferencia de los anteriores días, el chico decidió caminar y explorar rumbos que nunca antes había visto, incluso aquellos a pocos metros de su vecindario. Descubrió que había un parque bastante cerca de donde vive que nunca en sus diecisiete años había visto. Parecía que Carlos estaba buscando un tesoro, pero el verdadero tesoro era poder sentirse "libre" al menos durante un rato en todo este encierro.

Como siempre tuvo que regresar para no levantar sospechas y que le quitaran ese permiso. Había momentos en los que se preguntaba si su abuelo había sabido todo este tiempo y simplemente él era el lunático, pero prefería quedarse con esa duda. Y para su sorpresa tras volver a casa, el mayor le anunció que iría a comprar pizza, lo que alegró un poco los ánimos. Carlos iba a ducharse, pero las redes sociales lo distrajeron tanto que para cuando finalmente iba a abrir la regadera, escuchó la camioneta de su abuelo estacionarse en la cochera. Bueno, no estaba precisamente apestando, así que qué le iba a hacer. Se comió tres rebanadas para su total satisfacción y después dirigirse ahora sí a bañar. Sin embargo, de nuevo varias cosas banales como su teléfono y videos de animales cayéndose de las escaleras le llamaron más la atención. Todo eso lo mantuvo cautivo hasta eso de las 17:00 horas cuando se decidió hacer algo que sólo una vez había hecho desde hace ya más de tres meses: Salir dos veces en el mismo día. Temía que su abuelo le reprochara su decisión, pero este ni siquiera la cuestionó y tan sólo le informó que regresara para antes de las 18:00 horas, pues tenía que ir a recoger a su madre y no se podía quedar sola su hermana menor en casa. Así que ahí fue Carlos a pasearse una vez más y ahora en una ruta ya conocida para él, buscando evitar pérdidas de tiempo indeseables. 

Faltando cinco minutos para la hora establecida, Carlos tocó la puerta de su casa para que le dejaran entrar y, tras dos intentos fallidos, pudiera ducharse. Y vaya que disfrutó el baño en todos los sentidos de la frase... De lo único que se acordó fue que salió a eso de las 19:20 horas, lo que le dejó con unos cuarenta minutos para prepararse para su clase de español con su pupilo de Jamaica. Era un buen chico y se mostraba muy motivado a aprender el idioma (al menos más motivado que Pedro y Alan...). En fin, ambos conversaron durante una hora y dieron por concluida dicha asesoría, a eso de las 21:00 horas. Carlos tenía ya hambre nuevamente, pero no es como que no supiera lo que cenaría: Exacto, las sobras de la comida. Eran dos rebanadas de pizza que luego complementó con unas galletas de chocolate. No estaba nada mal para sus estándares, tras reflexionar un poco degustando de las últimas pizcas de su postre. Con algo de cansancio y una hora o dos perdidas en sitios web aleatorios, Carlos estaba listo para concluir su día. Se lavó los dientes, se puso su pijama y se dirigió una vez más a la página web para redactar su entraba del día. Esta vez, con un título ya bien pensado desde su primera travesía durante la temprana tarde de aquel día: BÚSQUEDA DEL TESORO - DÍA V.    

365 Días de una Vida Completamente OrdinariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora