Atascado: Día (VI) - 06/01/21

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Habiéndose ido a dormir a las casi dos de la mañana el día anterior, a Carlos no le pareció muy linda la idea de ser despertado a las 6:30 horas por su madre en un tono no muy delicado. —Carlos, oye, ¿anoche tú abriste la puerta de la casa y la dejaste abierta?—, le cuestionó con un semblante serio su madre. —No madre, yo no toqué la puerta durante la noche. Bajé como a la una de la mañana por una botella de agua, pero no noté nada extraño—, respondió el pelinegro aún con los ojos entrecerrados. Su madre asintió despacio y le dijo que siguiera durmiendo, pero para ese punto a Carlos le parecía imposible. Tenía que estar listo a las 9:00 horas para reunirse con su amigo Léo, el chico europeo con quien practicaba el idioma francés. Vaya manera de despertar y tener que quedarse en vela para no quedarse dormido. Le pareció entonces fácil a Carlos tomar su teléfono, consultar las portadas de algunos periódicos que consultaba con frecuencia y terminar por ver videos graciosos en su tableta. "Así sí empieza uno bien la mañana", pensaba el joven aún cubierto por las cobijas color gris.

Hacia las 8:15 horas escuchó la camioneta de su abuelo estacionarse en la cochera. Al parecer habían salido y Carlos inicialmente no se había percatado. "Seguro fueron a comprar el almuerzo", teorizó el joven que, con hambre, se dirigió a recibirlos a la puerta principal (esta vez bien cerrada desde un inicio). Vaya sorpresa se llevó el chico al ver a su abuelo y madre con los tacos que más le gustan entrar a la casa, —Buenos días abuelo, feliz cumpleaños.—, le dijo el chico con motivo del festejo que se le haría más tarde. —Gracias hijo, buenos días.—, le contestó. No tardaron mucho en instalarse en la mesa y disfrutar del almuerzo que habían traído. Al concluir con su plato, Carlos agradeció y se retiró a su alcoba para atender la sesión intercultural. Fue una hora interesante para Carlos, pues aprendió más cosas sobre la cultura belga y la situación que se vive allá con relación al virus mundial. 

Eran entonces las 10:00 horas y Carlos no perdió el tiempo: Se fue directo a practicar el piano, específicamente la pieza que había comenzado durante la semana. "Tercera página cubierta, una más y termino", pensó el pianista al ver que sólo restaban prácticamente tres renglones de música para tener una primera versión completa de la pieza. Sin embargo, reparó en el hecho de que estaba descuidando algunas otras piezas y decidió tocarlas un poco. —Mierda, no me acuerdo mucho de estas otras—, musitó Carlos al percatarse de que no recordaba las notas exactas, pese a que arreglaba esa laguna mental con alguna improvisación suya. Él quería las notas exactas, pero sabía que le tomaría un tiempo lograr aquella hazaña. Para entonces ya eran pasadas las 12:00 horas y prefirió detenerse. Recordó el cumpleaños de su abuelo y de la salida que harían en la tarde, la cual iniciaría nada más llegara su tía y prima para irse todos juntos. Y poco tardaron en llegar, pues a los quince minutos Carlos escuchó sus voces y comenzó a cambiarse para irse junto a la familia. 

Tras unos reclamos debido a su natural lentitud para arreglarse (A Carlos le toma algo de tiempo ponerse una muda adecuada para salir de casa), la familia salió a un restaurante algo retirado de su posición actual, pero muy reconocido por su comida deliciosa. Hacia las 13:00 horas la familia llegó al lugar y se acomodaron todos en la mesa. Qué rato tan entretenido, pues incluso hasta Carlos parecía enfocado en la conversación, algo raro en él. La familia gozó de excelentes cortes de res y pollo durante su comida y, al terminar, partieron todos nuevamente a casa. Eran las 15:00 horas cuando Carlos estaba nuevamente (y con un trozo de pastel que halló en el refrigerador) postrado en su silla frente al ordenador. Pero la diversión, como en otros casos, no le duró tanto. En ese instante reflexionó en todos los trabajos pendientes que tenía que corregir, los documentos que debía preparar para finales de febrero y principios de marzo... Carlos sabía que estaba atascado y eso lo estresó durante un rato. Pero por fortuna el pastel y el anime que estaba viendo lograron distraerlo de ese lapsus de crisis en el que se encontraba. 

Eran ahora las 17:00 horas y decidió ponerse a trabajar en algunos de esos documentos, pues sabía que no iban a hacerse solos. Y así siguió durante unas buenas dos horas, cuando finalmente se dio cuenta de que si no se iba a caminar, se le haría más tarde y ya no lo dejarían salir. Entonces se detuvo y tomó su habitual ruta hacia las 19:10 horas. Carlos comenzaba a desear ver nuevos lugares, ir más lejos, pero ahora sí que la tenía complicada debido al poco tiempo del que disponía. Ya se le ocurriría algo.

Resulta que Carlos tomó una ducha tras volver de la ciudad y cenó a eso de las 21:00 horas. Habló un poco con su madre respecto a su futuro universitario, quien entonces le dijo, —No te preocupes, estoy segura de que te darán una buena beca.—. Carlos necesitaba el apoyo económico si deseaba quedarse en la misma institución donde actualmente estudia la preparatoria. Hacía ya dos meses que había presentado la papelería correspondiente de manera virtual, así como haber presentado el examen de ingreso que determinaría su porcentaje de apoyo económico hasta marzo del año en curso. La espera se lo comía por dentro.

Carlos entonces reflexionó sobre sus prioridades y se tranquilizó. Iba a comenzar el semestre tranquilamente y sin preocupaciones de más, pues ya iba a tener suficientes durante su último periodo de educación media antes de oficialmente adentrarse a la vida adulta. "Pues ni modo, hay que darle a como dé lugar", se repetía constantemente Carlos para sí en busca de apoyo moral y de ganas que le motivasen a salir adelante. Pero por ahora estaba muy agotado para seguir pensando en cosas, así que como de costumbre, se lavó los dientes, encendió el ordenador por última vez en el día y redactó su entrada diaria: ATASCADO - DÍA VI. 

365 Días de una Vida Completamente OrdinariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora