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Dicen que todo pasa por algo... que la vida tiene un revólver cargado con balines de emociones, capaces de atravesar el chaleco de la estabilidad y desarmarte en ti. Subjetivamente para bien o para mal, aprieta el gatillo apuntando hacia tu corazón y, si tienes suerte, la bala no estará en ese giro del cilindro.

Dicen que todo pasa por algo... pero nadie dijo nada de tener que resignarse a las cartas que te tocan en la apuesta. A veces, uno tiene que seguirle el juego al azar y adaptarse a la partida. Y quizás, en la próxima ronda, la escalera real este en tus manos. 

Mientras tanto, solo disfruta y... prepárate para cuando seas el blanco — aconsejó el ciclo.

Gavin deslizo su pie izquierdo hacía atrás, girando su cuerpo levemente a la derecha. Bajo su cabeza un poco, y subió sus puños envueltos en guantes de goma espuma a la altura de su barbilla con agilidad.

Cuando de aprender sobre destreza física, el detective era simplemente perfecto. Con un poco de práctica y sudor, llegó a dominar la postura básica de boxeo a la perfección.

— ¡JAB! — gritó el entrenador, advirtiéndole el movimiento que debía hacer.

El practicante dobló ligeramente las rodillas ante la orden. Se inclinó hacia adelante, con sus codos en su pecho. Elevó su mano derecha un poco más que la izquierda. Llevó todo el peso de su cuerpo hacía la dirección del oponente y tiró el golpe, girando su palma hacía abajo. El guante chocó contra los del entrenador y este sonrió. Tenía la misma energía de que cuando inicio el entrenamiento hace una hora.

Ahora, lo último era repasar los golpes básicos y descansar. Principalmente lo último, porque el pecho de Gavin Reed subía y baja con hiperventilaciones. Él no advertía de sus alteraciones a su instructor, porque no quería detenerse. Sabía que cuando de peligro real se tratase, aunque su cuerpo vacile, él debía seguir. La adrenalina se lo permitía, pero si las imágenes de un ayer cercano se mezclaban con el rostro de la persona que tenía al frente, su pasado tomaba el mando de su estabilidad.

— Gavin — interrumpió Jacob —, ¿Te encuentras bien?

Dio un brinco, para regresar a la postura de un principio. El sudor se deslizó de su frente, y él acomodó los mechones sobre sus ojos hacía atrás — Sí.

— Si quieres podemos parar, has hecho mucho por hoy...

— No, estoy jodidamente bien, sigamos — insistió, rodando los ojos —. Vámoos, unos minutos más.

Jacob negó con la cabeza. Las reacciones corporales de Gavin no eran notorias a simple vista, cualquiera pensaría que solo era a consecuencia de su esfuerzo en el entrenamiento, pero su entrenador lo conocía. Más allá de lo profesional, él se encargaba del bienestar de quienes dirigía.

— Continuaremos el lunes.

Gavin apretó sus dientes. Inclino su cuerpo hacía adelante y tiró un golpe recto. Jacob, lo esquivo sin problemas, empujando suavemente la espalda del detective para que perdiera el equilibrio y cayera.

— ¡Mierda! — jadeo, su rostro choco contra el suelo. Dio vuelta su cuerpo para mirar el techo del establecimiento.

— Eres bueno Gavin, aprendes rápido. Pero debes controlar tus emociones, sobre todo tu irascibilidad.

— No me analices, idiota.

— No lo hago, solo es una observación de colega a colega — carcajeo, extendiendo su mano para ayudarlo a levantarse.

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