Filo dulce

「7」

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¿Cómo revertir el rumbo de las olas?

¿Cómo deshacerse de una elección que aun no hiciste?

En términos modernos, el tiempo en sí mismo es una secuencia. Pasado, presente y futuro suceden en línea recta. Pero a mí siempre me resulto vacilante pensar en lo "imposible" de lo simultaneo.

Por ejemplo, para Gavin Reed, el efecto parecía estar antes que la causa. Y eso lo abrumaba en la incertidumbre del por qué de esas lagrimas que inundaban los ojos artificiales del androide y se derramaban como el roció de algún planeta lejano...

¿Y Tú...?, qué crees que suceda primero: ¿la decisión o el error?

/Ah, estaría bien tener una respuesta a eso.  

Tanto éxito termino por cegarlos, volviéndolos victimas de su propia fantasía y vulnerabilidad. Porque, para ser sinceros, la historia de ambos  estaba lejos de terminar.  Pero lo haría.  Y si se encontrarían en la trayectoria de sus elecciones dependía de esas estelas de luces del otro lado de la carretera que detenían sus siluetas a destiempo, con sus cuerpos chocando respiraciones y sus labios a centímetros de decir todo (sin decir absolutamente nada).    

La sangre azul brotaba del cuello del androide, como método de purificación de la pólvora de esa bala que condenó su sensatez y salpicaba los cristales del parabrisas estrellado.  Y de esa pureza,  lejos de los brazos de RK900 todo fue solo ruido...

Abrazados, ese delicado latir del androide adormecía al humano en la sensación de algo parecido al amor.  Incluso si desde el viento se predecía el apocalipsis y las luces de algún pedido al cielo escaseaban, esa sensación los mecía. Incluso si la marea los arrastraba de nuevo al desencuentro.  

Pero no te preocupes por el como paso, ellos solo están pagando el efecto de alguna causa, de una decisión que ninguno de ellos dos sabían que tomarían... pero que intuían. 

Oh, perdona si te mareo, mejor... regresemos el tiempo atrás.

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Él... lo intuía, como todo se derrumbaba de a poco. El frío quema en ese lado del desorden y alguien, en lo eterno de esa noche, rogaba al cielo por algo de polvo de dios. 

Pero por más que suplico y suplico... no encontró respuesta. Y poco a poco, sumergirse en el paraíso de los condenados comenzó a saber mejor que domar la espera de una señal divina...

El tiempo avanza lento, pero no retrocede ni un segundo. Oh, alguien esta jugando con el reloj. 

/ ¿Otra vez?

Gavin Reed desabrochó el inicio su camisa, descendiendo su acción por la línea de su ombligo. Resbaló la prenda por sus hombros enrojecidos por el repentino cambio de temperatura, pestañando suavemente. El cinturón cayó sobre el tapiz en un ruido seco, acompañando el movimiento de sus manos sobre bajando sus jeans negros.

— No vayas a mirar, eh — incordió pícaramente, desvistiéndose.

Agradecía internamente que su yo del pasado cargara con la absurda creencia del extremismo y guardara dentro de la cajuela un cambio de ropa (por si terminaba en el hospital) y más de un atado de cigarrillos. Así que obligadamente tuvo que ceder (y temporalmente, por supuesto) el lugar del conductor para poder sacarse la incómoda ropa mojada en los asientos de atrás.