十一

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Nunca pude encontrar la razón exacta de mi desasosiego,

la respuesta a mi insomnio,

o la cura a mi propio tipo de demencia.

Pero encontre la paz entre tus brazos,

y creí por un instante,

que esta especie de acuerdo implícito sería de algún modo suficiente.

Que no necesitábamos decir nada

porque no me sentía con derecho a pedir nada.

Aterrado de que tu quisieras exigir algo.

Pedir algo de mí,

que yo sentía que jamás sería capaz de darte.


Me asusté de pronto al notar que era yo el problema.

Que estaba maldito,

y que no había solución a mi desdicha;

Pero que te amaba demasiado para soltarte

incluso si no quería lastimarte.

Al menos no podía alejarme de tí cuando me mirabas así.

Tan brillante,

tan amable.

Siempre presumí mi libertad.

Aunque no en voz alta.

Era algo más como un recordatorio para mí mismo,

reflejo de mi incapacidad para formar lazos reales.

Que al notarnos tan similares,

sin disposición a crear vínculos.

No creí,

no prevení ni por un instante.

Que podíamos caer,

en un pozo de mentiras,

con el fin de salvarnos

de nosotros mísmos;

del sentimiento de encadenamiento

y nuestras mentiras sobre independencia.

Cuando eramos en realidad, prisioneros;

de nosotros mismos,

renuentes a intentar huir.

Necesitaba que me olvidaras,

entonces podría recibir algo de indiferencia a cambio.

Y forzarme a olvidar,

para evitar dañar a lo que más amaba.

A tí.

-J a e m i n

Frágil; noreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora