Segunda Parte

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Después de cumplir los quince años, Kohaku empezó a tener extraños sueños. Sueños que nunca pudo comprender ni en lo más mínimo.

Soñó que presenciaba el asesinato de un caballero hechicero que luego la salvó de un árbol aplastándola y la llamó leona mientras acampaban juntos. Soñó unirse a su lucha, llevarlo a su aldea y presentarlo a Chrome. Soñó que él era capaz de salvar la vida de Ruri.

Era un sueño esperanzador, aunque extraño, así que Kohaku simplemente creyó que era otra representación de su anhelo por salvar a su hermana enferma. Pero siguió soñando con ese hechicero que no era un hechicero, sino un científico según sus propias palabras. Soñaba con él todos los días.

Soñó que hacían incontables cosas maravillosas bajo su mando, soñó que participó en la Gran Batalla y la ganó y estuvo casado con su hermana por unos minutos antes de divorciarse. Soñó que logró salvarla junto a él y sus amigos.

A pesar de ser tan extraños, eran sueños realmente maravillosos, y Kohaku hasta anhelaba la hora de dormir para soñar con ese extraño chico... con Senku...

Pero, a medida que sus sueños avanzaron, él dejó de ser un extraño. Todo se sentía tan real y él solo la maravillaba más con cada momento que pasaban juntos, incluso aunque era un rastrero que a veces podía ser una escoria sin escrúpulos, él se volvió una persona realmente invaluable y en la que podía confiar con su vida. Una persona por la cual daría su vida.

Aunque no era una persona realmente... solo una ilusión de su mente. Pero se sentía tan real... y cuando estaba en el sueño ella siempre creía que todo era real y en las situaciones de vida o muerte de verdad temía por su vida y las de sus amigos. La batalla contra Tsukasa y su imperio fue un momento muy intenso y estresante, y todos esos sentimientos se quedaron grabados en su pecho.

Después de algo así, no pudo quedarse tranquila.

¿Todo sería verdad?... ¿Las estatuas realmente serían personas vivas que fueron convertidas en piedra? Según el sueño, Ruri debería tener esa respuesta, pero Kohaku estaba demasiado temerosa de preguntarle... ¿qué tal si no era así? Sería una desilución muy grande y no estaba segura de sí quería lidiar con eso ahora.

¿Qué tal si el sueño era más que eso? Quería creer que era más que solo un sueño, alguna especie de magia o obra del destino... aunque Senku diría que esas cosas eran ilógicas.

Un día, después de que su hermana tuviera un ataque de tos especialmente fuerte, Kohaku decidió que haría una excursión y usó la excusa de que haría un viaje de cacería para justificar su ausencia en la aldea por unos días.

Conocía el camino de memoria gracias a sus sueños, así que abandonó la aldea Ishigami y se fue en dirección a lo que en sus sueños llamaban Tokio.

Por lo que Senku le había contado en sus sueños... el agua milagrosa que despetrificaba estatuas estaba en la cueva de los milagros cercana al imperio de Tsukasa. Y cerca de ahí es donde Senku se había despetrificado...

O sea... que sí iba ahora... ¿tal vez lo encontraría?

Sí era más que un simple sueño, entonces tal vez...

Lo sentía, en el fondo de su corazón sentía que tenía que ser más que un simple sueño. Y por eso viajó decenas de kilómetros hasta Tokio, y gracias a sus sueños no le costó mucho encontrar la cueva.

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