—¿Qué estás haciendo ahora, hijo? —preguntó Byakuya al ver a Senku muy concentrado escribiendo otro libro—. Te pedí que intentaras dormir hoy. —Suspiró pesadamente.
—No tengo tiempo para dormir, necesito terminar esto —murmuró sin verlo—. Cuando vaya con Kohaku, necesito dejarle más información a Chrome para que arregle ciertas cosas. Tiene mucho que hacer y yo no voy a estar ahí para ayudarlo.
—Pero Senku... apenas has dormido esta semana. —Lo miró con infinita preocupación—. No estás bien, hijo...
Claro que no estaba bien. Ya había decidido que, pasara lo que pasara, iba a quedarse en su propio mundo, ya que tenía una forma para intentar lograr descubrir la forma de viajar a distintos universos similares, con los conocimientos que ganó gracias al Dr. Rivas y también obteniendo cierto algo de parte del universo de Kohaku.
Cuando habló con Tsukasa, Taiju y Yuzuriha hace semanas, se dio cuenta de algo muy valioso, algo que tenían en el universo de Kohaku y no en el suyo. Ellos tenían a Whyman, y Senku podía dividir el portal en dos para ir a dos sitios diferentes en ese mundo, podía enviar a otra persona a buscar el arma petrificadora en la Isla del tesoro, y así obtendrían una vez más una fuente de valiosa información.
Con Whyman de su lado, sería más fácil retomar el nivel tecnológico que había estado comenzando a desarrollar en el mundo con el que soñó, el mundo en el que la petrificación llegó y su estatua no se rompió.
Y, quizás con Whyman podría encontrar una forma más eficiente para viajar entre universos, quizás el Dr. Rivas podría reencontrarse con su esposa, un encuentro que había estado esperando toda su vida. Y Senku sabía que se lo debía, ya que era solo gracias a él que podría volver a ver a Kohaku.
Entonces, cuando fuera a ver a Kohaku, tendría que pedirle que ella se fuera con él a su universo, que lo abandonara todo por él. Y no sabía si ella iba a aceptar.
El miedo al rechazo lo consumía, por lo que ahora le era difícil dormir y Byakuya tenía muchas razones para preocuparse.
—Por favor, hijo... Lo que sea que estés haciendo puede esperar a que duermas un poco. —Su padre colocó ambas manos en sus hombros—. No vas a funcionar correctamente sin dormir bien.
Senku dejó la libreta y el bolígrafo, notando que sus manos estaban temblando.
—Bien. —Tomó aire—. Lo intentaré.
—Eso dijiste antes y...
—Esta vez es en serio. —Pasó las manos por su rostro—. Tampoco me siento bien. Voy a dormir.
—Muy bien, gracias. —Sonrió con ojos llorosos, contribuyendo a hacerlo sentir culpable.
Estuvo una hora dando vueltas en la cama antes de finalmente lograr dormirse, y vaya que durmió, porque se levantó no al día siguiente, sino al día que le seguía a ese.
—No quisimos despertarte —dijo Lillian cuando bajó, sirviéndole el desayuno, ya que eran las seis de la mañana—. Byakuya estaba muy feliz de que estuvieras durmiendo bien.
Senku gruñó en respuesta y se decidió a comer, ya que se moría de hambre.
Lillian ahora era oficialmente novia de Byakuya, y se había mudado con ellos ahora que estaba en Japón descansando de tantas giras, por lo que Senku estaba agradecido de que ella insistiera en preparar sus desayunos. No era una experta cocinera, pero cocinaba mejor que él y el viejo.
Byakuya bajó poco después y quiso tirársele encima a abrazarlo, pero Lillian lo mantuvo a raya, bendita sea.
Después de desayunar empezó a revisar sus mensajes, viendo los últimos reportes del Dr. Rivas respecto a universo de Kohaku, aparte de ver los avances en conseguir permisos para minar la luna, y también el avance del laboratorio gigante, que ya estaba totalmente construido y solo necesitaba varios detalles finales en el reactor gigante de fusión nuclear y en otras maquinarias complejas. Para eso necesitaban materiales lunares, y eso estaba siendo más molesto de conseguir de lo que pensó, pero no era imposible. Al menos estaban avanzando.

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Glitches
FanfictionPOILERS DEL MANGA! / ¿Qué pasaría si de la noche a la mañana todo tu mundo se derrumbará? Esto era algo que Senku ya experimentó con la petrificación y nunca creyó que volvería a vivir... y menos de aquella manera tan extraña