Parte 8. Persecusión.

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Cuando desperté, aún en brazos de Babalia, Bakur y Mur Arbak estaban parados frente a nosotros. Se nos quedaron mirando, mientras balbuceaban palabras que no escuché con claridad. Me alcé enseguida y desperté a la dragona. Ella se estiró con pereza, abriendo sus alas completamente. Desayunamos algo de las provisiones traídas por Mur y emprendimos la marcha. Nuestro nuevo acompañante nos señaló que grupos de tardones habían sido vistos en las cercanías. Teníamos que avanzar con precaución evitando los senderos.

Caminamos horas. Para mis tres acompañantes, era sencillo. Aunque su andar era pausado, sus grandes tamaños les permitían dar pasos largos. Yo tenía que esforzarme para no quedar atrás. Cuando el sol, una estrella blanquecina a diferencia de la nuestra, estaba en lo más alto del cielo, arribamos a la orilla de un gran lago. Lo rodeaban montañas boscosas, desde las que caían hermosas cascadas de agua. Los pulaks decidieron tomar un descanso en este lugar.
Yo me acerqué a la orilla. Las aguas eran de un color turquesa, recordándome los hermosos lagos del sur de Chile. Babalia estaba contenta. Fue la primera en lanzarse al agua, después de desprenderse de su ropa. Nunca la había visto nadar, y lo hacía con gracia. Se sumergía estirando sus alas, y moviendo la cola, como si volara. Mur y Bakur no tardaron en hacer lo mismo. Era claro que a estás criaturas les fascinaba el agua, tanto como a nosotros.
Mientras los pulaks y el dragón se refrescaban, yo me atreví a merodear por los alrededores. Los árboles y la vegetación eran enormes. Aunque algunas formas me parecían conocidas, la mayoría no. Tal vez, semillas de la tierra vinieron a parar aquí, empujadas por el viento hacia el portal. E incluso otros animales también pudieron haber atravesado accidentalmente, evolucionado aquí. Quizá ese sea el origen de los pulaks. En fin. Mientras cavilaba en esos asuntos, me alejé un buen trecho de mis amigos, sin darme cuenta. El silencio del bosque era sobrecogedor. Por un instante imaginé estar en la tierra. Pero no tardé en recordar que me encontraba en un mundo desconocido, con predadores y peligros que no podía imaginar. Decidí regresar, pero me desorienté un poco. No encontraba el sendero de regreso. Cuando iba a llamar a viva voz a mis acompañantes, un enorme tardon apareció sigilosamente a mis espaldas. Portaba uniforme y estaba armado con su ballesta, lo que me hizo suponer que no era nativo del lugar, sino de los que nos perseguían. Quedé paralizado. Su enorme figura era intimidante. Los tardones, como los tarunel, son especies cuadrupedas, con el torso de un bípedo. Se perecen a los centauros de la mitología griega, pero en vez de poseer un torso humano, los tardones tienen extremidades superiores más grandes, largas y una cabeza tosca que recuerda una res. La criatura no me quitaba los ojos de encima. Empecé a correr, pero no sabía hacia donde me dirigía. De pronto, otro tardon me interrumpe el paso, haciéndome caer hacia atrás. Trato de esquivarlo pero ambos me rodean. Uno de ellos desenvaino su espada, lanzandome una estocada que logro esquivar por poco. Grité desesperadamente por ayuda. No tenía escapatoria. Agarré unas piedras y se las lancé, enfureciendolos aún más. Pensé que mi vida llegaba hasta aquí. Caí al suelo resignado. El tardon iba a lanzarme otra estocada, cuando de pronto, Mur Arbak aparece de un salto, cayendo sobre la criatura. Con un certero golpe de espada, y un fuerte rugido, derribó al pesado cuadrupedo haciéndole un profundo corte en el cuello. Luego, y sin darle tiempo a reaccionar, lo remato de una profunda estocada en medio del cuerpo. Babalia, se avalanzó sobre el otro tardon, quedando montada en su lomo. Luego de un breve forcejeo, la dragona rodeó su torso con el cuerpo mientras intentaba cercenar su garganta con su espada. El tardon desesperado, empezó a moverse dando saltos para intentar derribar a Babalia, pero ésta permanecía firme. Mur iba a ayudarla, hasta que finalmente la dragona logró su cometido. El cuadrupedo comenzó a sangrar profusamente del cuello mientras intentaba detener la hemorragia con sus manos. Yo cerré los ojos, no pude tolerar semejante espectáculo. Sólo sentí que Mur se acercó a él y usó nuevamente su espada. La tensión y la angustia me pasaron la cuenta, y al poco rato perdí el sentido.

Cuando desperté, Bakur estaba sentado a mi lado. Me incorporé agitado recordando la escena anterior.
- Hey, tranquilízate. Estamos a salvo.
- ¿Que pasó?- pregunté confundido.
- Tuvimos que movernos rápido. No sabíamos si había más tardones cerca. Babalia hizo un... ¿Cómo le llamas tú? Un "reconocimiento aéreo", pero gracias a Sanyahona, solo eran esos dos.
- Por la cresta, creí que moriría. Nisiquiera intentaron comunicarse conmigo. Me atacaron de inmediato.
- Ese es su objetivo, la cabeza del posible tercer pilar entregada a los disidentes del Consejo Supremo. No buscan otra cosa hijo. Tu ya lo sabes.
- Fuí un estúpido al alejarme demasiado. Perdón por eso Bakur. No volverá a pasar- afirmé cabizbajo, pero Bakur no dijo nada. Entendía que estaba molesto por mi imprudencia. Miré alrededor buscando a Babalia, pero no la vi. Unos metros más allá, se encontraba Mur, sentado en una roca, limpiando su espada. Me acerque a él para agradecerle por salvar mi pellejo. Era sin duda, una criatura poderosa, un temible guerrero. Aún sentado, su estampa era enorme comparada con mi figura. Me senté a su lado. Creí que estaría molesto, como Bakur. Pero, para mí sorpresa, revolvió mis cabellos con su gran mano mientras sonreía.
- Grrr... Je je je... Que bueno verte en pie, cachorro. Cuando te tenía en brazos, dudaba si despertarías después de todo eso.
- ¿Que? ¿Tú me cargaste hasta aquí? Mur. Gracias por eso. Y gracias por salvar mi vida. Lamento que tú y Babalia tuvieran que pelear.
- ¿Que dices? Grrr. Es lo que hago, muchacho. Soy un guerrero Je je je.- El pulak se veía relajado, incluso contento, por haber tenido aquella batalla.
- ¿Viste como acabé con ese maldito? Quedé satisfecho. Y tú amiga, la dragona, es también una guerrera formidable. Se ha ganado mi respeto- agregó.
- Alcancé a verlo. De verdad eres un gran luchador. Menos mal que escucharon mis gritos.
- No sólo eso. Percibí el olor de los tardones un poco antes de salir del agua. Luego tus gritos, nos guiaron.
- Sea como sea, gracias denuevo.
- Te dije que te protegería ¿no? Mur Arbak siempre cumple sus promesas.
- Ojalá yo fuera tan fuerte como ustedes, para defenderme. Sabes, en mi especie, hay grandes guerreros y luchadores, como aquí, pero tristemente no soy uno de ellos.- dije con decepción.
- Grrr... Estuve pensando,- dijo de pronto el grandote. - Será mejor que te enseñe a pelear-. Señaló mientras se ponía de pie. Al quedar frente a frente, mi cabeza llegaba a la altura de su entrepierna. Por está gran diferencia, consideré ridícula la idea.
- Eh... Pero mírame. Soy un pigmeo al lado tuyo y los demás.
- Hmmm...¿Un que?- preguntó Mur cruzando los brazos.
- Quiero decir, que soy demasiado pequeño para enfrentar a un pulak o un tardon.
- Grrr... Tal vez, pero aún las criaturas pequeñas tienen una mejor oportunidad si saben defenderse. Así que no hay excusa, tercer pilar. Te enseñaré.- Lo noté entusiasmado y al ver lo que es capaz de hacer cuando se enfurece, decidí no cometer la imprudencia de contrariarlo. Así que de mala gana, le dije que bueno. En ese instante, y de forma repentina, fuí alzado por los aires, cayendo en los brazos de Babalia. La dragona estaba tan feliz de verme que no me soltó en un buen rato, mientras mojaba mi cabeza con lamidos.
- Se ve que le importas a la señorita- comentó Mur. - Es una muy buena guardiana. Tienes suerte.- Remató.
- Yo la considero una amiga.- respondí, mientras le daba un fuerte abrazo.
- Gracias Babalia, por salvarme tu también.
- Te... Te quiero... - respondió ella con palabras entrecortadas. Quedé sorprendido. Desde que la conozco, nunca me había dicho eso. Ni tampoco a Bakur, que yo sepa. Poco a poco, parece que va recuperando su capacidad de expresar palabras, como lo hacen normalmente los dragones.


































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