Parte 10. Sinceridad

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Tras el episodio con Mur, y después de una buena siesta, la noche llegó rauda. Levantamos nuestras cosas y seguimos en camino. La idea era avanzar lo más que pudiéramos en la oscuridad. Babalia y los pulak tenía una visión nocturna más amplia que la humana. Eso lo pude comprobar muchas veces. Las estrellas de Sanyahona iluminaban la tierra con una luz tenue, algo menos que nuestra luna, pero suficiente para distinguir las siluetas de los árboles, las montañas y el horizonte.

En un momento en que debimos cruzar un torrentoso rio, Babalia me tomó en sus hombros y pasamos sin dificultad. El frío comenzó a hacerse presente, una vez más, y después de cruzar, decidimos acampar en la otra orilla. Bakur y yo encendimos una fogata. Le pedí a Babalia que escupiera fuego, a modo de broma. Mur, por su parte, fue a buscar más leña. La encendimos rápido y nos arrimamos a ella. La hembra y yo lo agradecimos más, pues a los pulaks, los protege bien su piel peluda.

Luego de un rato, y tras comer algo de las provisiones, me acosté a los pies de una roca, cerca de la fogata. Babalia hizo lo mismo. Esta vez, sin abrazarnos, porque ambos seguíamos húmedos con el chapuzón en el río. La noche estaba bien avanzada. El sueño me venció pronto, y en medio de la oscuridad, a ratos escuchaba a los pulaks conversar y reír. Soñé con mi mundo, como tantas otras veces. Me vi en la universidad, intentando llegar a tiempo a clases, pero por alguna razón, no lo lograba. Y en otro sueño, me embargaba la ansiedad por no poder completar un curso en sus aulas, un curso que me permitiría egresar. Cuando desperté, el sol ya había salido tras las montañas. Mur y Bakur ya estaban sentados desayunando. Babalia no se encontraba a mi lado. No quise levantarme aún, pues hacía frío. Mientras dormitaba escuchaba a los pulaks hablar.
- Por qué los dragones disidentes del consejo persiguen a este cachorro si no es seguro que sea el tercer pilar.- Preguntó Mur.
- Es cierto. No es seguro que lo sea. Pero los dragones no quieren correr riesgos. Eliminarán a cualquier sospechoso de tomar ese título, incluso si es un pulak o un tarunel. Enviaron a muchos emisarios a distintos lugares del territorio a encargarse de cualquiera de ellos. Son unos malditos.
- Y ¿por qué lo proteges tú Bakur?
- Hmmm... No cuido de él porque sea el tercer pilar. Lo protejo porque, primero, aún es un cachorro y segundo... Es una criatura extraordinaria. Tiene muchos conocimientos sobre curar. Y he aprendido bastante de él. Además es un aprendiz muy listo, para no ser un pulak.
- Y te encariñaste con él, ¿verdad?
- Hmmm... Sí. Yo... Nunca tuve hijos. Mis andanzas por el mundo, no me permitieron asentarme con una familia. Nunca lo quise, en realidad. Amaba mi libertad, hasta que llegó él. Se siente bien tener compañía, después de toda una vida de soledad. Si... Me encariñe con la criatura, como un hijo, tal como su madre en Amurga. Es por eso que deseo protegerlo, entregándolo a los tarunel. Con ellos estará a salvo de los dragones que le persiguen.-
- Grrr, ya veo

Las palabras del viejo Bakur me conmovieron. Yo también sentía cariño por él. En silencio cerré los ojos he hice un recuento de lo vivido y aprendido a su lado. Sus enseñanzas, sus consejos, las cosas que hicimos juntos por los demás. No tuve oportunidad de crecer junto a mi padre. Y sí, tal vez, vi a este pulak, como un sustituto. Creo que aún lo veo de ese modo cuando lo miro. Pero no pensé que él también me consideraba un hijo. Mi alma sonrió y, podrán decir que me he vuelto sentimental, pero no pude aguantar más. Me levanté y me abalancé sobre él, con tal ímpetu, que el viejo se fue hacia atrás, quedando yo encima. Ambos reímos. Su abrazo fue cálido como siempre. Yo tenía los ojos llorosos y lo único que hice fue auscultar su corazón con mis oídos. Me sentía como un niño con estas criaturas.
- ¡Richard!- Dijo sorprendido.
- Discúlpame viejo. No pude evitar escuchar tu conversación. Gracias por todo, maestro. Y es un honor que me veas como un hijo. De verdad... No estaba muy consciente de eso. Gracias.- Le dije con sinceridad.
- Ehh... No te lo había mencionado, porque como sabes, no me gusta depender de nadie... Pero es verdad, es lo que siento por ti después de tanto tiempo, feo cachorro sin pelos.
- Eres lo más cercano a un padre, que he tenido en este mundo.- agregué. El pulak me sonrió y con emoción en sus ojos, me volvió abrazar.
Luego de un rato nos pusimos de pie. Mur Arbak se había levantado en silencio encaminando sus pasos hacia el arroyo. Pregunté por Babalia, pero Bakur no supo responder.
- Tu sabes como es ella. Le gusta su independencia. Tal vez salió a cazar algo para nosotros-agregó. Luego de comer, me dirigí al río la lavarme y refrescarme. Me acerqué a Mur, quien también hacía lo mismo. Sentí la necesidad de hablarle, después de nuestro altercado de ayer.
- Ehh... Yo, quisiera disculparme Mur, por los insultos que dije. Y por el empujón de Babalia. Ella sólo estaba protegiéndome.- Pero el pulak no se inmutó. Con un semblante serio, siguió haciendo lo suyo, como si nada.- Imaginé que seguía molesto. Así que no insistí más y me apresté a regresar con Bakur.
- No recuerdo bien lo que me dijiste- dijo de pronto, con su típica voz grave- Y tampoco lo entendí. Tu amiga hizo lo correcto. Soy yo quien se disculpa por haberte asustado. Solo, me dejé llevar por el recuerdo de mi camarada, y lo mucho que... Lo extraño.- Sentenció.
- ¿Eran muy amigos?- Pregunté para no parecer descortés.
- Él... Era mi vida- contestó. Yo lo quedé mirando con el ceño fruncido. No estaba seguro, pero me estaba dando a entender que su camarada era ¿su pareja? Me acerqué a él para hablar mejor.
- Grrr... Cuando bebo mucho bacis, me acuerdo de él. Ayer, lo recordé todo el día. No debí beber tanto.- Sentenció. Noté que su mirada reflejaba cierta emoción al observar las aguas de aquel rio.
- Mur... Tu camarada... Como murió, si puedo preguntar- dije de manera calmada.
- Enfermó. Fue repentino. Intentamos de todo para ayudarlo. Lo vieron diferentes chamanes, trataron con diferentes curaciones, pero él no mejoraba. Luego oí hablar de los curanderos de Amurga, y me aprestaba a ir a buscarlos, pero él ya no aguantó más. Es una pena que los dioses me hayan traído a ustedes tan tarde.

En ese instante fue inevitable para mí, no empatizar con su dolor. Ahora entendía a Bakur cuando dijo que el pulak estaba pasando un mal momento. Me sentí un idiota, por considerar el miedo, y mis propias angustias, sin mirar al ser sufriente que tenía al lado. Ahogaba su pena en el alcohol, tal como muchos de nosotros... Me acerqué y mirándole a los ojos, le dije que lo sentía.
- Lo lamento Mur.- Devolviendo la mirada y con una mano en mis cabellos, me respondió:
- Él hubiese preferido morir en un campo de batalla, como el guerrero que era, grande y fuerte como yo. Por eso, tengo coraje. Es humillante la forma en que se marchó.-
No sabía que decirle. Incluso si Bakur y yo lo hubiésemos tratado, no había garantía de que se recuperara. Hay muchas enfermedades graves que estas criaturas sufren, que ni siquiera está a mi alcance poder estudiar. Me sentí mal. Mur se alejó para recoger un poco de agua. Tenía un nudo en la garganta al no encontrar las palabras adecuadas. Cuando regresó, toco de nuevo mis cabellos y sentenció:
- No te angusties. En honor a él, quien creía firmemente en los pilares de Sanyahona, cumpliré la promesa de protegerte hasta que estés a salvo con los tarunel.- Esas palabras, fueron una emotiva revelación. En medio del dolor, continuaba entregándose a los demás... A nosotros. Me agarré de su pierna, y rompí a llorar. Poco a poco, perdí el control del cuerpo, y me deslice hasta a su pata. Terminé en el suelo, llorando como un niño. No lo podía evitar. Ni siquiera me di cuenta cuando volvió a alzarme, como ayer, esta vez, con más cuidado. Me puso frente a su rostro. Yo sólo atiné a repetirle entre sollozos que lo sentía. El me arrimó hacía sí, envolviéndome en un suave y apretado abrazo. Apoyó su hocico en mi cuello y pronto sentí la tibieza de sus lagrimas en mi piel. Su llanto era silencioso, pero no menos emotivo. No esperaba vivir emociones tan fuertes en tan poco rato. Es cierto que un principio, cuando llegué a este mundo, despreciaba a los pulaks, por su aspecto y lo primitivos que consideraba que eran. Y sólo los acepté por miedo, por no tener otra opción para sobrevivir. Pero con el tiempo, comencé a entenderlos, y descubrí su rica cultura, a seres únicos, capaces de percibir el mundo como los humanos. O quizá, mejor que nosotros.

No recuerdo cuanto tiempo estuvimos así, consolándonos mutuamente. El abrazo de Mur, me recordó al de mi madre, Ilaria. Su olor, pese a ser macho, no era desagradable. De pronto noté que Bakur se aproximaba a nosotros y preguntaba por Babalia. Estaba preocupado por su ausencia. Y como los pulaks tienen una intuición muy desarrollada, yo también me preocupé.

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