Parte 17 Nostalgia

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Cuando Mur Arbak despertó, aún yacía en el claro donde cayó herido tras el duelo con Babalia. Al principio estaba desorientado, y su visión era borrosa. Intentó ponerse de pie, pero un agudo dolor en su abdomen se lo impidió.
- Grrr... Por todos los dioses!- Gruñó irritado.
- Vaya, vaya. Al fin volviste a la vida muchacho. Pensé que morirías, igual que el bastardo de allá- señaló Bakur mientras se acercaba con un recipiente de agua en sus manos.
- Eh?.. Bakur! ¿Qué ocurrió aquí?
-Grrr... ¡Ocurrió que casi te matan! Toma, bebe esto. Te ayudará a recuperar la sangre que perdiste.- Dijo el curandero mientras Mur bebía toda el líquido del recipiente.
- Intenté ayudar a ese dragón, pero ya estaba muerto cuando pude examinarlo.
- Sí, recuerdo que peleaba con Babalia cuando llegamos con Richard... ¡Y Richard!¡Qué pasó con él! ¿¡Esta vivo!?- Dijo de pronto el guerrero sobresaltado.
- Supongo que sí. Babalia y los demás dragones se lo llevaron a Ciudad de Piedra- respondió Bakur con tristeza.
- ¡Oh no!¡Fue mi culpa!¡No pude defenderlo cuando esa infeliz lo atacó!¡Bakur, lo siento! Yo...
- Ya cálmate Mur. De todas formas no hubiésemos podido hacer nada contra todos ellos.
- Grrr... ¡Esa maldita dragona! Me sorprendió su ataque, no imagine que lo haría.
- Yo tampoco pensé que nos traicionaría.
- Pero ¿Por que lo hizo Bakur? ¿Acaso nos estuvo engañando todo el tiempo para buscar la ocasión precisa y llevarse al cachorro?
- No lo creo. Si fuera así, lo habría hecho mucho antes. Pienso que, enfrentarse con ese dragón, le hizo recuperar su memoria- agregó Bakur mientras miraba el cadáver de Valrok tendido unos metros más allá.
- O sea, ¿Recordó quien es?
- Me temo que sí. Y aparentemente, es una guerrera de temer. Es difícil de aceptarlo, pero llegué a encariñarme con ella.
- Grrr... ¡No se puede confiar en los dragones!- Señaló Mur ofuscado. - Grrr... Aún me duele la herida. ¿Cuánto tardará en sanar?
- Hmmm... No lo sé. Llevabas cuatro días sin despertar.
- ¡Que! ¡Han pasado cuatro días!
- Sí, y discúlpame por no llevarte a un lugar más apropiado. A duras penas pude arrastrarte a la orilla de este árbol. Ya estoy viejo y no tengo toda la fuerza que solía poseer. Además, tú eres muy grande y pesado.
- Grrr... Gra... Gracias de todos modos.- Remató finalmente Mur. El viejo curandero se sentó a su lado con el cuerpo compungido. El dolor de su corazón era evidente. Sus ojos reflejaban tristeza y su respiración, angustia. El guerrero, compadeciéndose de él, señaló.
- Quizá deberíamos seguirlos. Podemos volver al pueblo donde tengo a mis pulaks y armar una expedición de rescate.
- Eso no serviría. Si usan sus alas, jamás los alcanzaríamos. Ni siquiera viajando sobre un braham veloz- respondió Bakur con un suspiro.
- ¿Entonces que propones viejo?..
- La única opción que veo para Richard es que los dragones del consejo de Amurga intercedan por él en Ciudad de Piedra, antes de que sea tarde. Por eso, debo regresar lo más rápido posible a la aldea y avisar a Narset.
- Grrr... Es decir, que por mi culpa te has retrasado cuatro días!.. Maldición Bakur, debiste dejarme aquí. Yo soy un guerrero fuerte. Estas heridas no podrían matarme.
- Lo dudo- respondió el viejo- Serás un guerrero, pero yo sé más de heridas que tú. Y créeme, que hice bien en quedarme. Además, fue una petición de Richard, antes de partir. Te vio caer en la batalla y quedó muy preocupado por ti. No podía irme y dejarte desangrar amigo mío, de ninguna manera.- Tras escuchar estas palabras, Mur Arbak golpeó fuertemente el suelo con el puño, apretando los dientes de impotencia.
- Grrr... Siendo así Bakur, ahora vete. Estaré bien. Lamento que no pueda protegerte en tu viaje esta vez....
- De acuerdo, pero antes debo ver al otro "paciente", como les dice el cachorro.
- De que hablas, viejo- exclamó Mur sorprendido.

*

Los viajeros habían aterrizado en un claro cerca de un gran río. Tomaron un prolongado descanso en su camino hacia Ciudad de Piedra, el centro neurálgico del reino de los dragones. Hace un día habían alcanzado su territorio y la llegada a destino era cuestión de horas. En el camino, habían cazado sin dificultad varios ejemplares de chukas silvestres para alimentarse. Richard, sin embargo, apenas probó bocado los días que había durado el viaje. Su ánimo no era el mejor, pensando en el futuro incierto que le aguardaba. Babalia condujo al grupo todo el camino, pero en ninguna ocasión le dirigió la palabra al humano. Su actitud era un completo misterio para Richard, y también para el resto. Grenna y Rark se turnaban para cargarlo en sus espaldas, y vigilarlo. Eran los únicos que mantenían algún contacto, ofreciéndole de comer y de beber.
Mientras Babalia y el resto de los dragones, se adentraron en el río para refrescarse, a Grenna se le ordenó permanecer con Richard, quien descansaba sentado al pie de un árbol. El dragón, tratando de ser amable, se le acercó ofreciéndole un trozo de carne.
- No, gracias. No la como cruda- contestó secamente el humano.
- Grrr... Te pondrás débil.-
- No me importa, y supongo que a ti tampoco.
- Soy un dragón guerrero. Y como tal, valoro el honor. Sólo te compenso por la ayuda que tú y tu maestro le brindaron a mi amigo Nerval.
- Si tanto te preocupa tu amigo Nerval, ¿por que lo abandonaste en aquel lugar?¿Que tiene de honorable eso?
- Un guerrero también sabe obedecer. Las órdenes de un superior son incuestionables. Babalia es nuestra líder ahora. Nerval hubiese hecho lo mismo.- señaló el dragón con voz calmada.- Además, estoy cierto que sobrevivió gracias a ustedes.
Richard suspiró, pensando en lo extraño que era para él, la actitud y el pensamiento de estas criaturas. A su vez, Grenna, comprendiendo el estado de ánimo del muchacho, tomó su espada y ensartó el trozo de carne en ella. Luego, lo puso frente a su boca y tras inflar su pecho, comenzó a soplarlo de manera constante. De pronto, su aliento se transformó en una lengua de fuego que poco a poco comenzó a cocer la carne. Richard se puso de pie, mirando atónito lo que ocurría. Greena repitió el procedimiento varias veces hasta que, del pedazo de chuka, comenzó a emanar un agradable aroma y un líquido aceitoso.
- ¡Cielo Santo! ¡Siempre creí que los dragones escupían fuego sólo en las leyendas! Bakur nunca me habló de esto. -Dijo Richard en voz alta mientras se acercaba a Greena.
- Co... ¿Cómo haces eso? ¿Es saliva combustible?- El dragón, con una sonrisa de satisfacción, miró al muchacho y le dijo:
- Ten. Ahora ya no está cruda- al tiempo que le ofrecía nuevamente, el trozo de carne.

*

Cuando Mur se acercó al lugar donde se encontraba tendido Nerval, se sorprendió de verlo con vida. Apoyándose en Bakur, logró sentarse en una roca cercana, aún convaleciente de sus heridas.
- Después de todo lo que hicieron, ¿Aún ayudas a este infeliz? Debería clavarle mi espada para terminar con su dolor- Protestó ofuscado.
- No te quejes. Este dragón no secuestró a Richard.
- ¡Pero es aliado de Babalia!
- Sí. Y según dijo, está enamorado de ella - Respondió Bakur con desdén- Aunque a la dragona no le importa.
- Bah... ¡Y eso que!
- Mur. Soy un curandero. No podía dejarlo morir. Richard también se esforzó y me pidió que continuara ayudándolo. En realidad, lo hice por él.
- Grrr... Allá ustedes! Y porque no despierta!
- Los dragones tienden a reposar más cuando son heridos. Y así sanan mejor. Y por lo que veo, este ya tiene sus heridas cerradas. Así que te lo encargo. Me voy de regreso a Amurga.
- Grrr... Espera viejo. Cambié de opinión. Te acompañaré. No me quedaré cuidando a este tipo.- señaló Mur, mientras se ponía de pie nuevamente tocándose los vendajes de su vientre.
- Arbak, deberías darle a tus heridas un par de días más de reposo. De lo contrario podrían abrirse.
- Grrr... Te preocupas demasiado anciano. ¡Andando!- Exclamó mientras se aproximaba a Bakur. Cuando comenzaron a alejarse, súbitamente escucharon una voz trémula, que con cierta dificultad, se dejó oír en el lugar:- Por favor... ¡Esperen!



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